miércoles, 29 de diciembre de 2010

"Estoy Motivado"

Usted seguramente habrá escuchado frases como éstas: “El grupo está realmente motivado, los muchachos no ven la hora de salir a la cancha”; “los clásicos son partidos aparte”; o “esa cancha es un karma para nosotros, nos cuesta mucho ganar ahí”. ¿Las reconoció? Si, y sin lugar a dudas, ya estará pensando en unas cuantas más. Frases célebremente gastadas, pero que no hacen otra cosa que reflejar, a través de un lugar común, lo que está sintiendo el deportista en los momentos previos a la competencia. Obviamente, hablamos de la motivación, tema del que se ha dicho y escrito mucho, pero del cual se ha esclarecido muy poco.
“Este partido es crucial. Tenemos delante el peor rival que nos podría tocar, por lo que vamos a tener que dejar en la cancha hasta la última gota de sudor si queremos ganar, porque sino…”.
El cielo o el infierno. Sin segundas opciones. Tal y como parece dictaminarlo una sociedad profundamente resultadista, en la que prácticamente no hay lugar para los segundos, ¿no
El mandato trae consigo toda una actitud de sacrificio y esfuerzo, donde las posibilidades de éxito se emparentan casi exclusivamente con el sufrimiento.
El entorno, generalmente, pese a su buena voluntad, no siempre acompaña: “Suerte. Ganen”. Dirán los que te quieren, esperando contribuir a ese gran esfuerzo que supone el partido. A veces, casi parecen decir “mis condolencias, por el terrible momento que vas a pasar”. Y con esa mochila sale el guerrero a la cancha, y más de una vez… Asi le va…
“Preparate como para encontrarte con un ser muy querido al que hace tiempo que no ves”, me aconsejó sanamente un amigo. La tarea que tenía por delante esa noche no era esa. No me gustaba, la predisposición que tenía hacia ella era negativa, y mi actitud era la necesaria para que todo saliera mal. Pero tomé el consejo y me preparé como para recibir a un gran amigo. Compré un buen vino, ordené la casa como para que se sintiera a gusto y me dispuse internamente para disfrutar de la velada. Y no salió nada mal, hasta podría decir que lo disfruté, pese a que no era un amigo el que vino a cenar. Claro, tampoco se esperaba la otra persona un recibimiento de esas características. Se encontró tratado como alguien querido, y tampoco tuvo que pasar por todo eso desagradable que ambos esperábamos.
En definitiva, solo se trata de eso. De que chip nos ponemos para salir a la cancha, de cómo encaramos el compromiso que tenemos delante.
Algunos dicen que no entienden por qué juegan tan bien en los entrenamientos y tan diferente durante los partidos. Como si no fuera lo mismo. Y no lo es, lo que se espera de uno y otro momento, de ninguna manera es lo mismo.
Ejemplos hay miles. En todos ellos nadie hace nada que no se deba, nadie tiene malas intenciones. Pero algo sale mal, en cuanto lo que se espera de ese momento mágico en el que se necesita de todo su ángel para que todo salga bien. Por ahí ese ángel está, y sale un juego maravilloso, pero por ahí se retira, y no se visualiza bien el por qué.
Si hablamos de música. A mi me gusta mucho Sabina, pero a veces tengo ganas de escuchar algo más polenta. Amo la música de ochentosa, pero también disfruto con mis hijos compartiendo algo de La Mancha de Rolando o La Vela Puerca. Y de tanto en tanto, no me disgusta escuchar algún bolero, y por qué no hasta algún tango. Y tal vez a usted le pasa lo mismo. Sino, pruébelo. Dese una buena panzada de algo que le guste mucho, y verá que después no querrá más. Lo mismo pasa con las comidas, y con un sinfín de cosas de nuestra vida diaria. Y esto es el ser humano, aunque parezca demasiado filosófico. Una vez que se tiene una necesidad satisfecha, aparece alguna otra.
De la misma manera, tenemos distintos tipos de energía disponible, y diferentes maneras de trabajar con ella, de utilizarla. A veces uno necesita algo liviano y alegre, otras algo denso, sólido, sostenido. A veces uno necesita tierra, pasto, verde. Otras aire, volar, delirar. Más de lo mismo no siempre es bueno, cuando uno ya tuvo lo que necesita.
Lo mismo pasa con los jugadores y los equipos. Y esto hace que una actitud que hasta hace un tiempo era buena y te llevó a ganar, pasa en otro momento a no ser tan útil o a no servir más. El equipo comienza a perder y a no entender por qué, si con esa actitud, ese entrenador, esos jugadores y la misma estrategia llegaron tan alto, sin cambiar nada ahora no consiguen los mismos resultados. Y buscan repetir más y más aquellas circunstancias, sin preocuparse por las verdaderas necesidades de este momento en particular, de esa circunstancia en especial por la que en este momento están pasando.
Falta de respeto por las necesidades. Falta de mirada hacia adentro. ¿Será que ahora necesito un rock? ¿ O será una música melódica la ideal para ayudarme a sintonizarme con lo que necesito para conseguir un desempeño armónico?
¿Cómo me tengo que preparar? ¿Cuál es el punto motivacional a tocar o la estrategia a utilizar para poder hacer un juego de los buenos? ¿Con qué ritmo o clima estoy enganchado hoy? ¿Qué clima viene de afuera y cómo puedo sincronizarlos para que durante el partido la energía fluya libremente y no sea un momento de presión y esfuerzo que solo lleve al sufrimiento?
Sin dudas, habrá tantas respuestas como preguntas uno quiera formular, pero las soluciones están más al alcance de la mano de lo que en realidad parece. Solo hace falta saber buscarlas…

lunes, 20 de diciembre de 2010

Sacandole el Jugo a una Derrota

Qué difícil es aprender a perder, ¿no? Una derrota dolorosa suele hacer aflorar lo peor de nosotros. A nadie le gusta perder, porque hacerlo nos pone frente a frente con las frustraciones que en algunos casos confirman nuestros propios temores, y eso duele, al punto que nos lleva en algunas situaciones a mostrar nuestra peor cara.
En las derrotas duras o dolorosas (y atenti que no hablo solamente de goleadas, porque a veces una caída por la mínima duele más que un traspié abultado) el equipo suele perder el timón y mostrar lo peor de si, y el protagonista (jugador, entrenador) suele sufrir de ceguera táctica y desbordes anímicos, que lo llevan a extremos tales como desaparecer de la cancha o bien a pasarse de revoluciones cometiendo a veces algún hecho de violencia o faltas técnicas que lo llevan a ganarse tarjetas o sanciones que lo sacan del campo de juego.
Esa “peor cara” que mostramos, colectiva o individualmente, nos lleva a hacernos acreedores de los peores conceptos de la tribuna: “es un pecho frio, abandonó el equipo en el peor momento”, o incluso de los reproches de nuestros propios compañeros, que también muestran su “peor cara” entrando en la ronda de pasadas de factura y el echarle la culpa al otro. La autocrítica, en la mayoría de los casos, suele brillar por su ausencia, porque el dolor nos ciega tanto que empezamos a buscar las culpas en los demás, muy lejos de nosotros mismos.
Así, vemos equipos que inesperadamente, y a partir de una sola derrota, caen en un pozo que los lleva a perder irremediablemente varios juegos, la serie (en caso que se tratara de un play off) o, lo que es peor, la confianza en si mismos.
Estamos hablando de un comportamiento muy humano, y por ende, la llave para abrir la puerta hacia la recuperación no pasa por otro lado que por la Comprensión.
Lo primero que tenemos que comprender es que dentro de las reglas del deporte se puede ganar, pero también perder, y si la derrota está dentro del menú no hay que tomársela tan a la tremenda, porque el exitismo siempre nos pone ante lecturas equivocadas.
El segundo escalón de comprensión nos debería llevar a aceptar que estamos viviendo un momento doloroso (a nadie le gusta perder) y como tal es normal que ese dolor nos impida ver con claridad las cosas, por lo que es recomendable, en los primeros momentos post derrota, evitar entrar en el juego de reproches. A veces, el silencio es el mejor remedio para esos primeros momentos, porque evita que la bronca nos lleve a decir cosas fuera de lugar o a que saquemos conclusiones equivocadas.
Una vez superado ese instante inicial de dolor, es vital empezar a buscar culpas o razones en uno mismo. Es muy humano empezar a mirar hacia afuera, y eso inevitablemente hace que pongamos el foco en los demás, alejándonos de nosotros mismos, que seguramente nos habremos mandando nuestras macanas para contribuir al mal generalizado que nos llevó a perder. Cuando un “Equipo” pierde, nadie está libre de pecado, para algo hablamos de “Equipo”, ¿no? Y si arrancamos el análisis por nosotros en lugar de por los otros, mucho mejor.
A la hora de entrar en el análisis grupal, es mucho más sano y curativo encararlo desde el “¿qué podríamos haber hecho para evitarlo?”, que desde el “la culpa la tuvo…”. Construir es obviamente más edificador que destruir, y la idea es recomponernos para el próximo juego, asi que…
Y una vez cerrado el ciclo de la “autocritica” individual y colectiva, es clave volver para atrás, hasta momentos antes de salir a la cancha, y recordar como nos sentíamos ahí y cómo fue el camino que nos llevó hasta este momento.
Las sensaciones a veces nos gobiernan, y es natural quedarse con sensaciones desagradables cuando nos toca perder, por lo que el mejor camino para reinstalar la confianza es volver para atrás y recordar los buenos momentos que vivimos en el camino hacia este juego. Porque en definitiva, fuimos nosotros los que llegamos hasta este punto, y algo bueno habremos hecho en el camino, ¿no?
Ni éramos tan buenos antes, ni somos tan malos ahora.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Hacete Cargo

En un país resultadista en el que se ha hecho cultura el pasarle la pelota al de al lado, una de las conductas más comunes en los grupos deportivos es exigirle a los más grandes, más reconocidos o mejor remunerados, que se carguen el equipo al hombro. Y en cierta forma, está bien. Por algo son más grandes, más reconocidos o mejor remunerados, ¿no?
Pero, ¿qué pasa cuando, por alguna razón, el funcionamiento se resiente, los “grandes o lo que fuera” no rinden en la medida de lo esperado y los resultados no se dan? La Psicología y, más aún, la dinámica de este tipo de grupos, no son una ciencia exacta, pero más de una vez nos encontramos con un equipo que, al perder sus puntos de referencia, pierde la brújula dentro de la cancha y empieza a fallar en los momentos críticos, precisamente, porque los “grandes, reconocidos o mejor pagos”, que son quienes supuestamente tienen que hacerse cargo de esos trances, no toman las mejores decisiones.
Inmediatamente, los opinadores de turno, tirarán frases como “es un pecho frío, no puede fallar en un momento así”, “con lo que gana este muchacho”, “¿qué le pasa, le tiembla el pulso cuando tiene que liquidar el partido?”, etc, etc…
Sentencias que, aunque no lleguen a oídos de los “grandes, reconocidos o mejor pagos”, están ahí, flotando en el ambiente, y empiezan a generar el efecto bola de nieve, que desencadena que: el jugador que está o se siente presionado, se propone tomar la próxima última pelota, pero cuando la tiene vuelve a sentir todo el peso del equipo sobre sus hombros y vuelve a fallar, vuelve a escuchar los murmullos (que a veces son insultos, silbidos y demás), su propio autoreproche, los retos de su entrenador, las caras de preocupación de sus compañeros, la queja de algún dirigente y tantas otras cosas más… Así, hasta que le llegue el momento de volver a tener una nueva última bola, en la que el peso acumulado seguramente volverá a jugarle en contra.
Piense… Situaciones como estas se dan a diario en equipos de todos los deportes.
A veces, las menos, el “grande, reconocido o mejor pago” tiene la suerte de acertar una de esas pelotas decisivas, y el efecto sanador del acierto le quita mágicamente el peso de los hombros, por lo que todo vuelve a la normalidad, porque el grupo vuelve a asentarse sobre sus basamentos naturales. Pero en la mayoría de los casos, no hay acierto salvador ni sanador, y la bola de nieve se hace más y más grande.
Y ahí los opinólogos apuntan hacia otro lado, pasándole la pelota al entrenador, que a veces tampoco puede desentrañar por donde tiene que empezar a desarmar la bola de nieve.
Respuestas, seguramente, habrá tantas como grupos y situaciones tengamos delante, pero a la hora de buscar una herramienta para implementar ante la mayoría de las “bolas de nieve”, una de las claves pasa por realizar un nuevo “Reparto de Responsabilidades”.
Está claro que al “grande” le está pesando decidir, pero tal vez ese peso o falta de energía tenga que ver con que tiene que hacer demasiado desgaste a lo largo del partido, tomando más decisiones en su afán por cargarse el equipo al hombro, y desgastándose más de lo necesario, lo que lo hace llegar al momento crítico sin las fuerzas ni la claridad necesarias para enfrentar ni más ni menos que “su” responsabilidad.
Reparto de Responsabilidades”. Suena raro, pero no es tan difícil. Los “grandes, reconocidos o mejor pagos” están para poner ese plus por el cual se los llegó a considerar “grandes, reconocidos o mejor pagos”, pero cuando se trata de juego de equipo, es vital darle posibilidades de crecer y asumir responsabilidades a todos los actores, en todos los ítems que rodean a la vida del grupo (entrenamiento, convivencia, partidos, etc); porque sino, el peso se reparte mal, unos cargan demasiado y otros muy poco. El que carga poco se acostumbra a que su aporte no sea vital, y el que carga mucho a la larga se cansa y se satura.

viernes, 3 de diciembre de 2010

De Padres e Hijos

Un post de hace algunos meses, pero cargado de actualidad ahora que estamos en etapa de definición de torneos en todos los deportes...

Basta sentarse un rato en una tribuna a observar un partido de divisiones inferiores de cualquier deporte para caer en la cuenta que “el padre no siempre es el mejor aliado del entrenador en la tarea de hacer de su hijo un buen deportista”.
La fauna deportiva de las divisiones menores tiene entre sus especies al popular
“Padre Puteador”, una especie de lobo con piel de cordero que en la previa suele charlar animadamente y sonreir, pero que conforme avanza el partido, empieza a transformarse en un temible propalador de insultos hacia la figura del árbitro de turno; y que si el nene jugó poco o comió banco, también dirigirá sus dardos hacia el entrenador que osó no darle cancha a su vástago.
Convengamos que todos, en algún momento, nos ponemos en mayor o menor medida el disfraz de “Padre Puteador”. Dificilmente alguien zafe de ello. Sino, aquel que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. El deporte es pasión y tener a nuestros hijos jugando incrementa considerablemente esa vertiente pasional. Pero cuando el patrón de conducta se hace reiterativo, el ejemplo que estamos dando no es el ideal.
El insulto es agresión, y el árbitro y el entrenador, en la cancha, son ni más ni menos que la autoridad a la que está sometido nuestro hijo, el mismo al que le estamos mostrando una manera poco diplomática de cuestionar, y el mismo al que en casa le exigimos respeto y educación. Hmmm…
El “Padre Puteador” es apasionado, al punto de llegar al entretiempo afónico, y entre ellos hay quienes culpa del desborde suelen ser expulsados de la cancha como si fueran un jugador. Hay “Padres Puteadores” que son conocedores del deporte que practica su hijo (en Argentina hay 40 millones de técnicos de fútbol, ¿no?), pero también los hay de aquellos que llegaron al deporte en cuestión porque al nene se le ocurrió jugar al básquet, al voley o al handball, y van aprendiendo de a poquito algunas cosas de reglamento o táctica, lo que no los inhibe a la hora de sentenciar si “la caminata estuvo bien cobrada” o si el DT eligió el sistema defensivo correcto para ese rival.
Los chicos no suelen estar preparados para absorver la presión que a veces inconciente e inocentemente les tiramos encima desde la tribuna. Los gritos, que a veces empiezan desde el primer fallo dudoso, desconcentran y atentan contra su capacidad de hacer un buen juego y disfrutar el partido. Los más chicos, porque se apichonan ante tanto barullo; y los adolescentes, porque generalmente se pasan de rosca ante el exceso de adrenalina que viene del otro lado del alambrado.
Todo esto no hace otra cosa que generar confusión en el novel deportista, que a veces no sabe que patrón seguir. Así, llegamos al padre que termina cuestionando alguna decisión del entrenador, y al DT que mira con recelo a esa tribuna poblada de padres que “no saben nada de básquet, vóley, hockey, etc”.
Las cifras millonarias que se mueven en el mundo del deporte, sumado a la pasión que conllevan los colores y la inevitable proyección que el padre hace sobre el hijo de sus logros, frustraciones y deseos, suelen producir un coctel demasiado explosivo y, por ende, difícil de manejar.
Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos, de eso no hay dudas. Pero a veces perdemos la brújula y terminamos confundiéndolos y atentando contra lo que tendría que ser, en principio, una actividad lúdica de contenido social. Porque los llevamos al club a hacer deporte para eso, ¿no?, ¿O todos tenemos un Messi, un Ginóbili o una Sabatini en la habitación de al lado?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

De Donde Venimos y Hacia Donde Vamos

Siempre venimos de algún lado. O hemos estado ganando, o perdiendo. O demasiado organizados, o muy enquilombados; tranquilos o a full; cansados o con todas las pilas…
Ese “de donde venimos”, con sus éxitos a ser repartidos y sus fracasos a ser arreglados, motiva o lleva la conducta de un equipo hacia determinado tipo de energía-juego-organización-estilo.
Este proceso no es del todo consciente y no siempre es común a todo el equipo, porque la situación personal de cada integrante también juega un papel en esto. Algunos pueden sentir que vienen de estar demasiado tensos o muy relajados; otros que estuvieron demasiado sometidos al equipo rival; otros pueden vivirlo como demasiado distraídos, como si estuvieran en otra u otros demasiado individualistas, muy en la suya, sin poder organizarse a nivel grupal.
Pero sea como sea vivido, este “de donde vienen” lleva a los jugadores a organizarse, física y mentalmente de determinada manera, y eso va a tener mucho peso en el desempeño individual y colectivo en el partido o torneo.
Del mismo modo, siempre hay una orden inconsciente relacionada con el “a donde tienen que ir”, ya que vamos “a matar”, “a tener cuidado con…”, “a respetar al poderoso rival” a “representar elegantemente al club, país”, etc…
A veces es importante poder pensar, en el seno del grupo, como sienten que funciona esto. Como es ese lugar “de donde vienen” y como es aquel “hacia donde van”. Ya que esto sirve para quitar presiones y poder programar el estilo con el que se va a jugar, independientemente de aquello relacionado con lo técnico-táctico; así como también para coordinar mejor los esfuerzos grupales, de modo que los jugadores busquen, juntos, la manera de ir para el mismo lado.
Si el mandato inconsciente habla de “vamos para allá que hay algo interesante” el cuerpo se organiza y toda la energía se dirige, armónicamente, hacia un punto. Un punto imaginario o real que parece llevarnos hacia adelante.
Cuando el mandato es “cuidado, que ahí hay algo peligroso”, tal vez vamos igual, porque en definitiva hay que seguir para adelante. Pero el cuerpo se organiza de otra manera. Una parte parece tirar para adelante, y la otra hacia atrás; y el resultado suele ser que parece haber menos energía, los pasos o los golpes son menos certeros, las piernas menos firmes, la dirección menos clara.
De dónde venimos y hacia dónde vamos”. Parece una obviedad, y como tal, muchas veces nos olvidamos de tener en cuenta en la planificación, cuál fue nuestro punto de partida, cuál es nuestra meta, y lo que es peor, cuál es el punto de partida inmediato (el último partido, el antecedente más próximo) y cuál es el próximo rival a vencer, que no siempre tiene puesta la camiseta del equipo de enfrente.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los Tres Partidos

No, no se trata de un play off o del viejo y conocido “partido, revancha y bueno”, sino de una metodología sencilla y practica para encarar mejor o potenciar nuestro rendimiento deportivo o competitivo.
En términos prácticos, se trata de mecanizar u organizar mejor lo que todos y cada uno de los que realizamos alguna práctica deportiva, hacemos cada vez que tenemos que jugar un partido.
Todos nos preparamos, desde el profesional hasta el jugador de fin de semana, desde el entrenamiento hasta la salida a la cancha, entrenando, pensando o planeando el partido, con cuidados especiales, armando el bolso, etc.
Todos salimos a la cancha a jugar y jugamos… A veces bien, otras no tanto.
Y Todos disfrutamos o sufrimos el post partido, depende de cómo nos haya ido dentro de la cancha.
Y allí están los famosos Tres Partidos, que bien organizados o planteados, pueden potenciar nuestra performance considerablemente.
Más de una vez nos pasa que nos encontramos con un rival (individual o colectivamente) que nos complica sobremanera con un planteo conocido. Nos vamos del partido, jugamos mal y con la derrota o la mala tarea ya sellada, decimos “me complicó esa defensa que hacen siempre”. La pregunta, obviamente es: si sabías que usaban ese tipo de defensa, ¿por qué no te preparaste para superarla? A veces lo hacemos, pero como si fuera un libreto ensayado, sin la convicción necesaria, y a la hora de los bifes, esa falta de compenetración con el plan de juego o algunas particularidades del mismo, nos juegan en contra. Y este es solo un ejemplo al azar de una mala utilización de la previa, o del Partido Uno.
El Partido Uno prepara para el Partido Real y por ende, debería incluir: entrenamiento (con todo lo que ello implica: planificación técnico, táctica, etc), preparación física (tanto en entrenamiento como en lo que respecta al cuidado personal para llegar bien al juego, y por ende incluye alimentación, descanso y demás), y preparación mental, apartado que merece alguna línea adicional, ya que aquí entra todo lo que tenga que ver con tener en cuenta aspectos como el marco (¿local o visitante? ¿cancha cómoda o de las difíciles?, etc), las condiciones en las que se va a jugar el encuentro (¿define algo especial?, condiciones climáticas o factores que pudieran ser foco de distracción), factores tácticos adicionales (si hay que enfrentar alguna defensa dura, un sistema táctico de esos que te sacan, etc) y el toque de deseo o fantasía (que va de la mano de visualizarnos jugando un gran juego… ¿Quién no se imaginó haciendo el gol de Maradona a los ingleses o algo por el estilo?). Este toque de deseo, fantasía o visualización positiva, lejos de ser un fantaseo innecesario o una pérdida de tiempo, servirá para estimularnos a crear y soltarnos, a sentirnos capaces de hacer cosas dentro de la cancha y a encarar el juego con alegría.
Hacer un buen Partido Uno, nos preparará para afrontar de la mejor manera posible el Partido Dos o Partido Real, ya que no es lo mismo llegar al compromiso bien preparado que con una preparación deficiente, en cualquiera de los aspectos mencionados.
El cierre del ciclo viene con el Partido Tres, ese que la mayoría de los mortales jugamos dominados por las sensaciones que nos dejó el Partido Real. Si ganamos o jugamos bien, seguramente estaremos de buen humor, mientras que si el resultado no fue satisfactorio la bronca y el malestar coparán el centro de la escena. Pocos le dan valor o real importancia al Post Partido, desconociendo tal vez que allí empiezan a gestarse las chances de jugar bien en el próximo encuentro. Si, allí, porque no son muchos los que van más allá de la bronca o alegría que produce el resultado. Cuando nos va mal, solemos maldecirnos y empezamos a desear que llegue cuanto antes el próximo partido para poder borrar la imagen negativa que nos quedó. Y ese maldecirnos no siempre viene de la mano de la autocritica necesaria para ver en qué no s equivocamos, o que podríamos haber hecho para cambiar la historia. Entonces, las sensaciones negativas siguen ahí, guardadas en algún lugar de nuestro interior, esperando que se vayan mágicamente con alguna victoria o una buena actuación, cuando en realidad, lo aconsejable para encarar bien el Tercer Partido es: 1) descargarnos o cambiar el clima para poder bajar lo antes posible la persiana tras una derrota o una mala actuación; 2) analizar fríamente lo sucedido, para poder encontrar los errores cometidos y a corregir; y 3) planificar el trabajo de corrección de aquellos errores que estuviera a mi alcance corregir. De esta manera, la sensación negativa o desagradable va mutando a partir de poder racionalizar o comprender lo que pasó y se transforma en energía positiva que ponemos al servicio de las mejoras a realizar.
Obviamente, hay ejercicios que sirven para mecanizar algunos de los pasos de este entramado, pero tener en cuenta esto de Los Tres Partidos, sirve para empezar a enriquecer nuestra preparación personal o colectiva.

jueves, 28 de octubre de 2010

Cambiando el Chip

No siempre es fácil cambiar. Más aún cuando el cambio implica dejar una situación de comodidad para enfrentar otra en la que se nos está pidiendo que demos algo que no estamos acostumbrados a dar.
Cuantas veces escuchamos: “Si este chico no aprende a defender no puede jugar”, o, como contrapartida “defiende como un león, pero si no cambia su actitud ofensiva va a ser un jugador del montón. El jugador, inevitablemente, suele sentirse presionado por esta imperiosa necesidad de cambiar (que en muchos casos no es otra cosa que crecer) pero si el interlocutor que lo tiene que llevar hacia esa nueva realidad no encuentra los caminos o el idioma indicado para hacerse entender, el deportista cae preso de la depresión del “no poder ser”, y su crecimiento o cambio termina en vía muerta.
Sentenciar es fácil y también cruel. Lo hace el hincha, lo hace el dirigente y, lamentablemente, en muchos casos, también lo hace el entrenador, a veces acosado por los tiempos y la necesidad de conseguir resultados, otras por su propia incapacidad para comunicarse efectivamente y convencer a aquel que tiene que encarar el anhelado o necesario proceso de cambio.
El común de la gente piensa que aquel que habla bien o tiene facilidad de palabra se comunica bien, y no siempre es así. Comunicarse efectivamente es algo mucho más complejo que simplemente hablar bien. Implica hablar o transmitir información en el idioma o tono necesario para que el otro te entienda, y para eso es fundamental mirar al otro, reconocerlo y darse cuenta de cuales son los códigos que debo utilizar para producir el acercamiento, ya que solo así la información que intento transmitir será comprendida y asimilada.
Cambiar, crecer, no son tareas fáciles para aquel que viene de disfrutar en el estadío anterior de su carrera. Implica, fundamentalmente, aprender a adaptarse. Para el jugador profesional, que afronta por ejemplo un cambio de club o de entrenador, demandará reconocer el terreno y asumir que las necesidades son otras e implican un compromiso especial de su parte para tratar de estar a la altura. Para el deportista en formación, que suele toparse con un entrenador nuevo que exige cambios en su juego, implica asumir su condición de jugador en desarrollo, reconocer sus falencias o puntos débiles y confiar en el otro (el DT) la tarea de modelarlo y darle las herramientas para transformarlo en un jugador más completo. El gran problema, en ambos casos, radica en que tanto uno como otro (el profesional o el jugador en formación) deben abandonar la situación de comodidad para poder enfrentarse efectivamente al proceso de cambio. Eso implica, a veces, un gran esfuerzo que no siempre tenemos ganas de realizar, y ese es el embudo en el que quedan atrapados aquellos jugadores con talento o potencial que nunca terminan de explotar o dar el salto de calidad que la gente que los rodea sueña o espera.

lunes, 25 de octubre de 2010

¿Coaching Personalizado?

Suena raro, y más en el mundo del deporte. Pero no se trata de un invento extraño ni nada por el estilo. El deporte ha evolucionado años luz en infraestructura, técnica, táctica, preparación física, alimentación, medicina y demás, pero, curiosamente, cada vez se habla más de jugadores con problemas de concentración, anímicos, grupos divididos y de fallas en los fundamentos básicos del juego. Y el Coaching Personalizado viene a poner su granito de arena para solucionar esas falencias.
El entrenamiento mental no es novedad en el deporte mundial. Los grandes lo usan, porque potencia su capacidad para manejar el stress (para llegar en optimas condiciones a la competencia), dominar la ansiedad (lo que permite tomar mejores decisiones en el campo de juego), optimizar la capacidad de foco (que posibilita estar metido cien por ciento en el entrenamiento o partido), así como también desarrollar mecanismos que permitan potenciar la automatización de movimientos, conectarnos con viejas capacidades o habilidades olvidadas o emparentarnos con nuevos movimientos a partir de técnicas de visualización.
Este entrenamiento mental, trabajado paralelamente al aprendizaje o reaprendizaje de fundamentos y secretos del juego, potencia hasta limites inimaginables la capacidad del jugador, joven o adulto, amateur o profesional, que consigue herramientas que lo convierten en un jugador mas completo y le permiten disfrutar más de lo que tanto le gusta hacer: jugar.
Los valores, como el espíritu de equipo, el respeto y la humildad; el afán de superación y la autocrítica, son algunos de los atributos que hicieron grandes a los que hoy consideramos grandes, y el vertiginoso día a día que lleva a los entrenadores a pensar en sistemas tácticos por encima de los fundamentos, también empuja a dejar de lado esos momentos y charlas tan necesarios para transmitir esos valores.
La realidad obliga a que el día a día sea así: rápido, sin mucho tiempo para invertir en esas cosas, y el Coaching Personalizado puede ser la herramienta ideal para complementar ese aspecto formativo o de perfeccionamiento que te está faltando. Hablando de básquet, específicamente, en la NBA, son las estrellas las que utilizan este tipo de servicio para potenciar su juego de una temporada a la otra; y del otro lado del mundo, en Serbia, los jugadores complementan la formación personal que reciben en los clubes concurriendo a Academias, en las que trabajan sobre fundamentos y valores esenciales para tener una mejor respuesta dentro de la cancha.
El mundo veloz y competitivo de hoy exige cada vez más la búsqueda de herramientas y sellos distintivos que nos permitan marcar la diferencia, y a veces, ese plus está en las cosas más sencillas…


Gabriel Cocha
Basquetbolista Profesional con 23 años de trayectoria en la Liga Nacional, en la que vistió las camisetas de Boca, Obras, San Andrés, Regatas y Belgrano de San Nicolás, Ciclista Olímpico de La Banda y Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia.
Seleccion Argentina entre 1987 y 1997.
Germán Diorio
Psicólogo, Especialista en Deportes y Manejo de Grupos. Actualmente junto a los planteles superiores masculino y femenino de basquet de Velez Sarsfield.


http://grupoteamwork.blogspot.com/

martes, 19 de octubre de 2010

COACHING PERSONALIZADO

Una Propuesta Diferente para potenciar el crecimiento y desarrollo de jugadores profesionales y en formación...

¿POR QUE?
Porque el día a día lleva a que el jugador no siempre tenga tiempo o la guía necesaria para hacer trabajos de perfeccionamiento.
¿QUE OFRECEMOS?
Trabajo Personalizado para entrenar cuerpo y mente para potenciar virtudes y corregir defectos.
¿COMO?
En el Campo de Juego, para corregir y sumar fundamentos y aprender secretos en situaciones concretas; y en el Gabinete, para destrabar bloqueos mentales que pudieran atentar contra nuestras potencialidades, y familiarizarnos con técnicas que puedan ayudar a conseguir concentración y foco y manejar el stress en diferentes situaciones.
¿A QUIENES VA DIRIGIDO?
A jugadores y jugadoras, profesionales o en etapa formativa, sin distinción.
OBSERVACIONES
El Coaching Personalizado no es un invento nuestro. En la NBA, estrellas como Chris Paul, Kobe Bryant o Carmelo Anthony, por citar solo algunos ejemplos, recurren a los Coachs o Entrenadores Personales (como Idan Ravin) para realizar trabajos específicos de perfeccionamiento.
Nosotros queremos ir más allá, sumándole a los trabajos de campo con pelota ejercicios y trabajos para potenciar al deportista en la faz personal, introduciéndolo en conceptos como el entrenamiento mental.

¿QUIENES SOMOS?
Gabriel Cocha
Basquetbolista Profesional con 23 años de trayectoria en la Liga Nacional, en la que vistió las camisetas de Boca, Obras, San Andrés, Regatas y Belgrano de San Nicolás, Ciclista Olímpico de La Banda y Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia.
Seleccion Argentina entre 1987 y 1997.

Germán Diorio
Psicólogo, Especialista en Deportes y Manejo de Grupos.


http://grupoteamwork.blogspot.com/

lunes, 4 de octubre de 2010

La Impronta del Lider

Ser Lider no es fácil, al punto que no cualquiera tiene condiciones para serlo. Hay personas que ejercen el Liderazgo con naturalidad, y sin proponérselo, arrastran a la gente detrás de sus ideas o deseos; asi como también hay otras que nunca aprenden a llevar adelante un grupo.
Hay Líderes Naturales y personas que por imperio de las circunstancias deben aprender a liderar porque el cargo o la situación los lleva a tener que asumir ese rol. Y en este segundo grupo están, a veces, los Entrenadores.
El Entrenador es el primer líder de un equipo. Es el que traza el Plan de Trabajo y tiene la responsabilidad de llevar el barco a buen puerto, es quien marca las pautas, pone límites y hasta reparte premios o reconocimientos. Las miradas, por todo esto, siempre apuntan primero hacia su figura, y esa exposición suele ser el primer punto de desequilibrio que provoca que no todos los DT puedan desarrollar cómodamente la tarea principal para la que fueron contratados: entrenar.
Hay quienes disfrutan sanamente estando en el centro de la escena y de ejercer el poder que conlleva su labor. Pero hay otros que sufren con la carga que representa estar permanentemente “en la mira” y suelen perder la brújula, tanto desde lo intelectual (cometiendo errores impensados para ellos), como desde lo emocional (incurriendo en conductas o exabruptos hasta impropios para su persona o su función).
Como expresaba en el arranque, “ser líder no es fácil” y lo peor es que no siempre tenemos alguien que nos marque el camino o nos enseñe a liderar correctamente, cuando esa cualidad no viene de fábrica. En la Escuela de Técnicos o el Profesorado nos preparan en táctica y estrategia, nos dan nociones o información sobre medicina, preparación física y hasta psicología tal vez, pero nadie nos enseña el “abc del liderazgo”.
Es más fácil formar grupos exitosos (teniendo en claro que el concepto de éxito no se reduce exclusivamente a “ganar campeonatos”) cuando el Entrenador…
… Sabe escuchar. Una buena escucha proporciona información acerca de los problemas o inquietudes que tienen los integrantes de nuestro plantel y, al mismo tiempo, abre el camino de la contención de parte del jugador, que al sentirse contenido incrementa su compromiso para con el entrenador.
… Conoce a los integrantes de su Equipo. Saber quién es, de donde viene, cuáles son sus expectativas y deseos, nos permite comprender y tener capacidad de anticipación ante nuestros dirigidos.
… Logra Comunicarse Efectivamente para Motivar a sus Jugadores. Solo escuchando podemos conocer y solo conociendo podemos llegar a saber qué resortes tocar a la hora de buscar una reacción en un plantel, especialmente en los momentos críticos (marcador abajo, racha negativa, etc).
… Deja sus problemas o malestares en la puerta del gimnasio, cancha o vestuario. La gran mayoría de los DT pregonan que “se juega como se entrena”, pero muchas veces, a la hora de entrenar, les cuesta sobremanera dejar de lado su vida personal, por lo que la práctica depende de su estado de ánimo, y un entrenador “enculado” difícilmente pueda dar un buen entrenamiento, ¿no?
… Demuestra confianza a sus dirigidos… La confianza inspira confianza. Si yo confío en el jugador y no lo censuro cuando intenta, voy a estimular su crecimiento.
… Hace gala de su equilibrio emocional. No es fácil estar en el banco de suplentes durante un partido, es cierto. Las pulsaciones están por las nubes y a veces la cabeza no responde todo lo bien que quisiéramos producto de ello, lo que suele dar lugar a desbordes emocionales que terminan en faltas técnicas, expulsiones o incluso maltrato a nuestros jugadores. Obviamente, ningún desborde es terminal, porque se puede reparar o aprender de lo sucedido, pero el ejemplo es clave, y el líder debe ser el primer ejemplo a seguir para un grupo. ¿Con qué autoridad le podemos pedir a un jugador que no se exponga a sanciones disciplinarias o que trate con respeto o buena onda a sus compañeros si nosotros no somos los primeros en hacerlo?
Un DT en foco, concentrado y cien por ciento metido en su trabajo inspira respeto y compromiso, y con esas herramientas es mucho más sencillo llevar el barco a buen puerto.

viernes, 24 de septiembre de 2010

La Fabrica de Cracks

¿Se puede fabricar un crack? Lindo debate, ¿no? Para aquellos que asocian crack con talento descomunal, la respuesta, obviamente, es “no”. El talento “maradoniano” no se fabrica, la magia de Aymar no viene en la funda del stick, del mismo modo que tampoco se compra en las casas de deporte o las farmacias el revés de Sabatini. Esa predisposición natural que llamamos talento vienen de fábrica. Pero…
Scola, a quien no me canso de elogiar, no tiene entre sus logros un gol como el de Diego contra los ingleses; pero a la hora de los calificativos no baja del “fenómeno”. Manu Ginóbili tampoco llego a donde llegó por su magia, precisamente; igual que Carlos Tevez, Daniel Passarella, Guillermo Vilas, Hugo Conte, Marcos Milinkovic y tantos otros.
¿Cuáles son las cualidades que han convertido en grandes a los deportistas de esa lista? Un talento natural (no necesariamente tan mágico como el de Maradona o Aymar), ganas de ser y crecer, amor y compromiso para con la actividad y mucho, mucho trabajo.
Un buen “detector de talentos” ahorra trabajo de selección, porque sabiendo de antemano que Juancito tiene condiciones, hay muchas chances de que la inversión de tiempo en el trabajo de formación de sus frutos. Pero lamentablemente, los buenos detectores de talentos no abundan, a lo que hay que sumarle que no siempre ese talento se detecta en la primera ojeada. Casos como el de Passarella o Bochini, que fueron descartados en su primera prueba hay miles, ¿no?
Apostar todas las cartas a los detectores de talento o reclutadores es achicar mucho el espectro de posibilidades, ya que no siempre las apuestas como la que hizo Barcelona con un Messi de 12 años llegan a buen puerto.
No todos los jugadores se desarrollan plenamente a la misma edad, sencillamente porque venimos de hogares, condiciones de vida y estructuras de formación diferentes. Entonces, unos tienen una explosión temprana, otros lo hacen más tarde, algunos se estimulan con esa explosión temprana y crecen y otros tienen constancia y siguen mirando hacia su meta personal independientemente de lo que pueda depararles el presente en la etapa formativa. Hay chicos que son “de selección” a los 13 o 14 y luego su desarrollo o crecimiento se estanca, así como también hay jugadores que recién dan el salto de calidad o desarrollo a partir de los 18 o 20 años, incluso más grandes.
¿Hay una receta? Si, claro que la hay. Ya que así como hay grandes canteras naturales de jugadores (Argentina y Brasil son y serán generadores de talento futbolístico, y Estados Unidos no se cansa de exportar basquetbolistas, por ejemplo), el deporte mundial sabe y se ha nutrido siempre de las “grandes escuelas deportivas” (los nadadores, gimnastas y atletas de Europa del este o de Estados Unidos)o la Escuela sueca de tenistas (Borg, Edberg, Wilander y tantos otros que vinieron detrás), por citar solo algunos ejemplos.
Entonces, ¿se puede fabricar un crack? Si, claro que si. Solo hay que formar, técnica, táctica, física y humanamente al deportista, transmitiéndole valores para enriquecerlo en todos sus aspectos.
Los grandes enemigos de las “Fabricas de Cracks”, de los verdaderos formadores de deportistas, son la falta de infraestructura y tiempo (que le quita a los chicos tiempo de trabajo y entrenamiento), la desesperante y generalmente innecesaria búsqueda de resultados en la que caen muchos entrenadores (que los lleva a privilegiar la enseñanza de sistemas tácticos por sobre los fundamentos técnicos) y la despersonalización en la que se cae por esa falta de tiempo (que hace que los grupos deportivos de chicos a veces parezcan profesionales que llegan, entrenan una hora y se van a sus casas como si fuera un trabajo en lugar de un momento de socialización, diversión y aprendizaje).
Formar un deportista implica tiempo, metodología y pasión. Asi funcionan las “Escuelas” que han formado cracks en distintas partes del mundo. En Argentina, lamentablemente, abusamos del talento natural, y no siempre nos va todo lo bien que nos podría ir...

lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Nace o Se Hace?

Habla siempre simple, sin explicaciones rebuscadas ni justificativos innecesarios.
Se hace cargo de sus responsabilidades. Sabe que es líder de un equipo importante y que de los equipos importantes se esperan victorias o buenos rendimientos.
Es ejemplo silencioso, no anda haciendo grandes manifestaciones de júbilo o bronca en público.
Lidera con el ejemplo. Es el primero en llegar y el ultimo en irse cuando de tareas de grupo se trata. No le escapa al trabajo, pero tampoco anda haciendo alardes de cuanto trabaja.
La jugó bien cuando le toco ser "el más pibe" de la generación de Ginóbili, Oberto, Montecchia o Sanchez, y no le peso para nada cuando, por diferentes motivos, quedo solo al frente del barco en el Preolímpico de Las Vegas, a partir del cual se gano la capitanía y el liderazgo natural del grupo.
Nunca le dice No a la Selección, pero no tira dardos contra los que no pueden o quieren estar, ni gasta tiempo ni energía lamentando las bajas. Su discurso es claro y coherente al respecto, y eso se traduce dentro de la cancha.
No tiene memoria de los tiros malos y su repertorio de juego es cada vez más amplio. Se le criticaba en algún tiempo su falta de efectividad en los libres, y eso, como tantas otras cosas supuestamente negativas, quedo en el pasado.
Todo el mundo sabe lo que va a hacer. Todos se preparan para sobremarcarlo o para romper el juego de dos con Prigioni, pero siempre recibe, a veces, increíblemente cómodo, y eso no es por impericia de los defensores. En un Mundial, se supone, están los mejores del mundo, y Luis los dejó pagando a todos.
¿Cómo hace? Las respuestas del hincha para pintar al goleador del último Mundial e integrante del quinteto ideal saltan a la vista: “Genio”, “idolo”, “maestro”, “fenómeno”, “mostro”. Y… Si. ¿Por qué nos vamos a meter en el lio de contradecirlo? Si descuento que no hubo argentino que no haya sentido algo así luego de verlo batallar y dar clase en las canchas de Turquía, dando las ventajas de siempre en materia de centímetros y kilos.
Ahora bien, la pregunta, obviamente referida al título de la nota es si los jugadores así “nacen o se hacen”. A boca de jarro podría decir que los genios o grandes talentos nacen, pero a lo largo de más de 30 años de ver deporte (como aficionado, jugador, periodista o psicólogo) me cansé de ver enormes talentos que nunca llegaron a explotar o a desarrollar ni el 50 por ciento de su potencial. Luis, obviamente, si lo hizo, pero su ejemplo va mucho más allá de las fronteras del rectángulo de juego, porque esas características a que hacía mención en las primeras líneas no son comunes a todos los jugadores de renombre ni a todos los líderes. Un líder atento al presente y preocupado por el futuro, al punto de haber sido el propulsor de un Programa similar al que hace en la NBA, en el que se prepara a los futuros profesionales para lo que vendrá.
Fabricar un Líder de estas características no es fácil, porque para llegar a esto hace falta un coctel muy poderoso y rico en ingredientes: lo que viene de fábrica, lo que la familia pone desde la cuna, los valores que pueden sumarle algunos educadores a lo largo del camino (maestros, profesores, entrenadores, amigos, etc), mas el trabajo y la predisposición que vienen a partir que la persona hace el click tras darse cuenta que tiene condiciones para llegar alto en cualquier orden de la vida.
Entonces… ¿Nace o Se Hace? Scola es producto del coctel en su máxima expresión. Tiene los cuatro ingredientes, pero si tuviera que elegir uno, sin desmerecer la fábrica, la cuna o los aportes adicionales, me quedo sin dudarlo con lo que puso el propio Luis cuando hizo el famoso click y se dio cuenta que tenía todo para ser un grande. Es que es ahí, en el la estación del click, donde la mayoría de los talentos se bajan del tren del éxito.
Scola nació en Martín Coronado, dio sus primeros pasos en el básquet grande con la camiseta de Ferro, pero emigró rápido a España. Su origen capitalino, basquetbolisticamente hablando, llena de orgullo a los que pueblan las canchas de Capital y Gran Buenos Aires, pero la realidad marca que las estructuras de formación hoy están lejos de darnos otros Scolas. Los tiempos han cambiado mucho en los últimos diez años, y las estructuras de los clubes, en la mayoría de los casos, le han ido quitando tiempo y espacio a los trabajos de formación, al punto que hay muchos equipos que apenas entrenan 3 horas por semana, lo que lleva a los entrenadores de divisiones formativas, por esa falta de tiempo, a poner el foco en la táctica o el equipo, por encima de lo que tiene que ver con los fundamentos o a invertir en lo social y humano. Las estructuras de gran parte de nuestros clubes suelen estar más atentas a sus planteles superiores que a la cantera, donde a la hora de buscar resultados muchos tapan sus falencias de formación con un buen reclutamiento.
Las Leonas son un claro ejemplo en eso de reciclarse. La fábrica de Leonas sigue funcionando a pleno y Argentina acaba de ganar un Mundial pese a que ya no están Oneto, Aicega, Rognoni, Masotta, Margalot y tantas otras. El básquet todavía tiene en actividad a muchos de los integrantes de la Generación Dorada, pero la mayoría ya pisa o pasó los 30. ¿Habrá llegado el momento de poner el foco en la Fábrica?

domingo, 29 de agosto de 2010

Y Encima Ceba Mate

Venía feliz tras haber sido parte del momento más glorioso del básquet argentino (la medalla de oro en los Juegos de Atenas 2004), y el ingenio popular lo recibió en las canchas de la Liga Nacional con el hiriente rótulo de “Cebador Olímpico”. En ese entonces, Leonardo Gutierrez ya era el jugador más importante que tenía nuestra competencia interna, y las hinchadas rivales buscaban aportar lo suyo para tratar de evitar que “Leo” los lastimara en la zona pintada o con su ya temible tiro de tres puntos.
Gutierrez había jugado poco en aquella conquista de la llamada “Generación Dorada” del básquet argentino, es cierto, pero todos sus compañeros valoraban su aporte en la intimidad del grupo, como vital para conseguir la química y armonía que los llevó al primer escalón del básquet FIBA. Claro que eso no suele contar para el hincha rival, y a veces, aunque parezca mentira, tampoco cuenta para algunos sectores del periodismo.
Leo” jugó poco también en Japón 2006 y alguno pensó que su ciclo en la Selección estaba terminado, pero a partir del Preolimpico de 2007 la historia iba a cambiar. Las Vegas lo vio llegar disminuido por una lesión, pero su importancia desde lo anímico en un equipo complicado por la ausencia de las principales figuras lo convirtió en un referente a esperar. El desgarro que había sufrido en la etapa de preparación lo iban a dejar afuera de los dos primeros juegos, pero nadie se animó a discutir su inclusión en la lista. Era uno de los históricos en un equipo que llegaba sin Ginóbili, Nocioni, Oberto, Sanchez, Fernandez, Wolkowyski y Herrmann. Era el mejor jugador de la Liga Nacional… Nadie, en ese momento, lo veía como un buen cebador de mate.
Tiempo atrás, en otro artículo, decía que “El arte de reinventarse o de la autosuperación, es patrimonio de aquellos que, aún sabiéndose buenos, tienen la capacidad y la voluntad para seguir buscando cosas para mejorar”. Ejemplos hay a montones en el deporte mundial y en esa nota mencionaba la metamorfosis que fue sufriendo Michael Jordan a lo largo de su carrera, y recordaba, entre los “terrenales”, a Sebastián Uranga, quien curiosamente fue compañero de “Leo” cuando empezaba a aparecer en aquel glorioso Olimpia de Venado Tuerto. Uranga fue ejemplo en eso de “reinventarse”, y Gutierrez no se quedó atrás, y año a año fue agregándole cosas a su juego cerca del canasto, al punto que hoy uno de sus atributos salientes es el tiro de tres puntos.
¿El porcentaje en los triples es más importante que los buenos mates? Ni ahí… “Leo” le agregó cosas a su juego, si, pero el atributo que lo hace “diferente” no está en su mano para el tiro, sino en lo que aporta desde lo anímico dentro y fuera de la cancha. No juega en la NBA ni en Europa, pero es sin lugar a dudas uno de los referentes que tiene hoy el plantel. Positivo a más no poder para sus compañeros (da igual si salta desde el banco o le toca jugar de movida como ante Australia), pero sobre todo, dueño de una confianza increíble que le permite reponerse de un arranque errático, como el que tuvo sin ir mas lejos en el choque con los australianos. Venía torcido detrás del arco, pero “Leo” toma los tiros convencido, y fallar no le hace mella en su confianza, al punto que es capaz de seguirla tirando hasta que se le abra el aro. Lo hizo contra Australia (5 de 10 en triples), en un Mundial, de la misma manera que lo hace todas las semanas en las canchas de la Liga Nacional.
Personalidad y Convicción. Atributos que lo hicieron importante como para ganarse un lugar en planteles ricos en los que tuvo poca participación dentro de la cancha, como el de Atenas o el de Japón, y que lo potenciaron para seguir creciendo basquetbolística y humanamente hasta convertirse en el jugador y puntal que es hoy por hoy.
Y encima, ceba buenos mates…

martes, 17 de agosto de 2010

El Valor de la Prevención

“El equipo está para atrás, necesita un psicólogo”.
La sentencia tiene su toque de humorada, pero es a todas luces durísima. El hincha, dirigente, incluso el propio protagonista (entrenador o jugador) suelen usarla cuando la cosa no da para más, incluso cuando la tarea de reconstruir es casi imposible porque todo se fue de las manos.
El tema es que, así y todo, desgraciadamente para nosotros los Psicólogos, la cosa no suele pasar de ahí: una frase que marca una realidad pero que, salvo contadas excepciones, no tiene su correlato en la acción. Se habla de que “tal o cual (DT, jugador, equipo) es caso de diván”, pero no se levanta el teléfono para contratar un psicólogo.
No me corresponde a mi analizar los por qué. La difusión de nuestra tarea no es la mejor y se conoce muy poco de lo que puede aportar un psicólogo dentro de un plantel o cuerpo técnico, y así estamos… Lejos de la acción.
A esta altura, el título de la nota parece haber quedado en el olvido, ¿no? “El Valor de la Prevención”. Pero aquí voy…
Generalmente se habla del Psicólogo en situaciones como la citada líneas arriba. En medio de la crisis, cuando el equipo o el jugador en cuestión ya están totalmente fuera de su eje natural. Son realmente pocos los que piensan que, sumándolo en el inicio del proceso se puede ayudar a prevenir un montón de situaciones negativas.
Muchos de los proyectos que dan vueltas por ahí hablan de temas como “Manejo del Stress y las Presiones”, “Concentración y Foco”, “Optimizar la Comunicación”, “Armado de Grupos”, “Manejo de Crisis”, etc… Los míos también eh… Pero generalmente, cuando uno presenta este tipo de propuestas, difícilmente los encargados de decidir le den prioridad, porque en nuestro país deportivo (y no solo deportivo) impera la cultura de “si anda bien, ¿para qué tocarlo?”.
En muchas estructuras se contrata al Médico para tenerlo a mano para cuando se produce alguna lesión, descuidando o desestimando el aporte que puede hacer el “doc” en todo lo que tiene que ver con la prevención. Llamamos al nutricionista para que controle a los gorditos o haga engordar al flaco que promete, y así con muchos factores por el estilo. El tema es que cuando llegamos al Psicólogo, la cancha está tan embarrada que a esa altura ya las decisiones a tomar apuntan a cambiar al Entrenador.
¿Qué puede ayudar a prevenir un Psicólogo? Y, en primer lugar, tenerlo a mano, integrando el cuerpo técnico – médico le dará la familiaridad necesaria para sacarlo del mote de “cuerpo extraño” con que suele vérsenos en muchas estructuras deportivas, y esa familiaridad, ese estar a mano, será la llave para que el deportista se acerque en busca de apoyo, de la misma manera que lo hace con el PF cuando no se siente bien físicamente, o como lo hace con el médico cuando tiene algún problema, lesión o similares.
El deportista es un ser humano, y los humanos sufrimos angustias, ansiedades y depresiones, que suelen desembocar en insomnios, somatizaciones, trastornos de desconcentración, irritabilidad, temores, y tantas cosas más.
Un jugador mal dormido difícilmente pueda rendir a pleno, y obviamente, producto del cansancio estará propenso a lesionarse.
Todos somatizamos algo alguna vez, dolores que aparecen y no tienen una causa física real y que se transforman en molestias que nos dejan sin entrenar o nos limitan a la hora de salir a la cancha.
Si la angustia, la ansiedad o la depresión ganan la partida, la cabeza está en otro lado y el nivel de concentración baja considerablemente, lo que provoca desatenciones tácticas o fallos inesperados que pueden costar partidos y campeonatos. Y ni hablar del jugador que está irritable y se hace expulsar tontamente, ¿no?
Nos acordamos del Psicólogo cuando las cosas no funcionan. En términos de grupo, cuando están todos peleados por ejemplo. Y del mismo modo que “estando a la mano” se pueden prevenir estos trastornos individuales, ese “formar parte” nos permite conocer el grupo a fondo y poder anticiparnos a las crisis, para ayudar al Entrenador a manejarla a gusto, a diferencia de lo que implicaría el “pilotearla como pueda”.
Prevenir. La clave para evitar que esos mismos trastornos típicamente humanos que nos afectan en la vida cotidiana, se trasladen a la cancha, donde el deportista, además de responder a un contrato, presiones por resultados, ilusiones populares y demás, debe luchar contra sus propios problemas, porque, recordemos, se trata ni más ni menos que de un ser humano como vos, o como yo…

lunes, 9 de agosto de 2010

Intercambiando Informacion

"Ciencia y Quimica" tiene el placer de intercambiar links y afecto a la distancia con "La Bitácora del Doctor Ucha", el Blog del prestigioso Doctor en Psicología cubano Francisco García Ucha, una via preferencial para encontrar informacion acerca de la Psicología del Deporte.
http://ucha.blogia.com/

El Lider Positivo

Todo equipo necesita un líder. Es más, todo equipo tiene un líder… Hay líderes buenos y malos, positivos o negativos. Y en la calidad de sus líderes reside gran parte de las chances del equipo de alcanzar sus metas. Así le va al País, ¿no? Superpoblado de líderes más interesados en el beneficio individual, la carrera de egos o la lucha por el poder que en el bien común. Y los planteles deportivos no son la excepción a la regla. Los hay integrados por líderes positivos que los llevan hacia adelante, pero también se ven (y mucho) aquellos que tienen en sus filas líderes o jugadores de renombre, que por estar más preocupados por hacer “la suya” que por ayudar a encauzar al grupo, terminan siendo casi casi una manzana podrida.
El primer líder que salta a la vista en un grupo deportivo, generalmente, es el entrenador, quien por peso específico y funciones es la autoridad saliente en el equipo. En algunas estructuras suele verse también la figura de un manager o un dirigente de peso. Pero el punto crucial de nuestra historia apunta a los líderes dentro del grupo propiamente dicho.
El líder es aquel que, en cierta medida, marca los tiempos en la convivencia de un grupo; de allí que sea tan importante el ojo clínico del reclutador a la hora de escoger los jugadores que van a integrar un plantel.
Si de citar máximas se trata, es difícil recordar algún gran equipo que no haya tenido un gran líder, y en este rubro no hablamos específicamente del caudillo que hace escuchar su voz, ya que mandar o gritar no es condición excluyente para ser considerado como tal.
Antaño se relacionaba directamente al líder con “la voz cantante”, el grito o reto en el momento oportuno. Pero también con algunos privilegios cuanto menos cuestionables; como zafar de algún trabajo físico o gozar de algunas diferencias en el trato o la convivencia.
Un buen líder puede ser ejemplo y dejar su sello aún sin gritar, ya que su impronta lo hace importante aún en el silencio. El líder no necesariamente es el jugador más grande, de mayor trayectoria o talento, tampoco el goleador y ni siquiera el más remunerado.
El líder positivo marca los tiempos con actitudes concretas. Es habitualmente el primero en llegar al entrenamiento y uno de los últimos en irse. Está atento a las necesidades de sus compañeros. Pone la cara por el grupo en las malas y es generoso para compartir los flashes y los elogios con sus compañeros en los momentos de gloria.
Las supuestas peleas internas producto de un liderazgo débil de parte de dirigentes, capitán y de los propios jugadores, fueron la gran diferencia entre la España campeona de la Davis 2008 y una Argentina que, con todo y viento a favor (Del Potro, Nalbandian y el peso de la localía) se quedó con las ganas de ganar su primer ensaladera.
Las diferencias entre sus máximos referentes dejaron al costosísimo plantel de Boca sin Clausura ni clasificación para la próxima Copa Libertadores; y ni hablar de lo que le costó a la Selección de Maradona (y antes de Basile); transitar por las Eliminatorias para Sudáfrica 2010.

Historia diferente la del básquet, ¿no? Donde parece que cada uno tiene claro su rol, desde el entrenador hasta el jugador más joven o de menor protagonismo. Donde la cultura del trabajo y la solidaridad están muy por encima de los egos que podrían nublarle la vista a figuras millonarias (y no hablo solo de cuentas bancarias). Donde entrenar y cumplir horarios como si fuera uno más es más importante que cualquier otra cosa. Eso, decididamente, marca a fuego la intimidad del grupo, porque si el NBA es quien más se entrena, el primero en pisar el comedor y acatar las pautas de convivencia, aquel que nunca le escapa a los micrófonos en las derrotas y que se pierde en la maraña de abrazos dejando que otros tomen primero el micrófono cuando se gana, ¿cómo no va a “portarse bien” aquel que disfruta de su primera convocatoria?
Y con líderes así, el camino hacia el éxito es mucho más sencillo. Después habrá que ponerle táctica, estrategia, talento y temperamento, pero si el grupo está en buena sintonía, todo es mucho más fácil, ¿no?

viernes, 6 de agosto de 2010

Ciencia y Química

Esta fue la primera nota del Blog, allá por diciembre pasado, pero ahora, con las temporadas de muchos deportes a punto de comenzar vuelve a cobrar vigencia...

(Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia)
El Equipo Azul invierte 100 mensuales (los valores son simbólicos) en un DT; otros 100 en su Jugador Franquicia; 70 en dos jugadores importantes; 50 en dos de hombres de peso en la rotación y unos 25 en los sueldos del resto del plantel. Gasta 100 más en el resto del cuerpo técnico (asistente, preparador físico, médico, planillero, etc) y las sumas comunes a todos los equipos en hotelería, viajes e indumentaria; amén de los costos federativos, de arbitraje, instalaciones y demás; conformando un presupuesto más que interesante.
El Entrenador es un brillante estratega y sus jugadores son de lo mejor de la liga. Ergo, el Equipo Azul tiene potencial para pelear el título. Pero... ¿Hasta qué punto sirve la inversión si el Equipo no tiene la química necesaria para plasmar en la cancha su potencial técnico-táctico?
Una de las frases de cabecera en el deporte mundial es “el mejor psicólogo del plantel es el entrenador”, y en muchos casos, es cierto. El Entrenador es quien baja las pautas con que se maneja el grupo, maneja los hilos y tiempos del plantel. Decide quien juega y quien no; y decide también a que se juega o que estrategia se utiliza. Determina si se entrena o si se tiene día libre, y hasta que jugador deben contratar los dirigentes. Y por si esto fuera poco, tiene que tratar que todos los integrantes de su plantel estén preparados física, táctica y psicológicamente para salir a la cancha.
Cada integrante del Cuerpo Técnico tiene una tarea específica, pero el aspecto anímico no siempre tiene un “encargado” puntual, y la tarea se la reparten, según el caso, entre el entrenador, el asistente, el preparador físico o el médico. A veces resulta bien, pero otras veces, las preocupaciones inherentes a cada función hacen que ninguno tenga el ojo disponible para detectar problemas de esta índole, o el tiempo y las herramientas para manejarlos, y entonces empiezan a aparecer síntomas tales como:
- el jugador que está en banco y se bajonea porque no juega, provocando cierto tipo de tensión en el clima general.
- el jugador A tiene roces con el jugador B, y los dos son titulares e importantes.
- el clima entre jóvenes y experimentados no es el ideal y eso provoca que las cosas no sean tan fluidas como debieran dentro de la cancha.
- el jugador Z se pone nervioso, se saca y por sanciones disciplinarias está más afuera de la cancha que adentro; provocando que el resto empiece a mirarlo de mala manera.
- Y la lista de ejemplos podría seguir interminablemente.

Para el común de la gente, la química es algo que se da por naturaleza, pero aunque parezca mentira, "la química es algo que se puede conseguir, fabricar o mejorar", trabajando sobre las estructuras del grupo.
En algunos casos, se puede trabajar en reuniones de equipo con todo el plantel, pero también se lo puede hacer a través de apoyar al entrenador con observaciones que el propio DT o sus colaboradores no siempre pueden hacer debido a que están sumidos en su función especifica: entrenar y buscar las estrategias de juego para ganar los partidos.
“¿Me da 2 kilos de química por favor?”

martes, 27 de julio de 2010

No se por qué no me pone

Cuántas veces escuchamos a un jugador decir, en clara alusión al DT que lo está confinando al banco de suplentes, que: “Si no le pregunto por qué me pone, no le voy a preguntar por que no me pone”.
Se supone que el deportista justifica su comportamiento en los “códigos” del deporte, aquellos postulados misteriosos y a veces pasados de moda en esta era gobernada por iphones y blackberrys, a través de los cuales el mismo deportista le da a conocer su pensamiento instantáneamente a miles de personas a través de facebook, twitter y vaya a saber uno cuantas herramientas más. El choque entre los viejos valores y los nuevos comportamientos a veces nos lleva a la confusión, entonces el árbol nos tapa el bosque y nos terminamos atando a códigos que nos empujan a un silencio nocivo, no solo para las chances del jugador de salir del banco o al menos enterarse de por qué está donde está, sino también para el grupo, al que tarde o temprano le llegará la onda expansiva del malestar que aqueja a tal o cual compañero. Los viejos códigos dicen que “no se debe preguntar”, pero si no pregunto no me entero de las razones que me tienen en una situación incómoda, y si no me entero, no se qué debo cambiar, y generalmente, cuando uno no sabe qué tiene que cambiar, tiene muchas chances de equivocar el camino y seguir haciendo aquello que lo llevó a estar en esa incómoda situación.
Entonces… ¿No será más productivo preguntar? Con respeto, sin exigencias, aceptando la autoridad de aquel que está en un escalón superior en la cadena de mando (el jefe, ni más ni menos).
A veces, esos supuestos “códigos de silencio” lo que están ocultando es nuestro temor por encontrarnos con una realidad que no nos gusta. La pregunta nos pone ante una respuesta, y esa respuesta puede tener mil matices. En algunos casos, lo que estamos evitando es que nos pongan en palabras algo que sabemos pero queremos mantener oculto (“tenés que trabajar mas en la semana” o “tenés que mejorar tal o cual faceta de tu juego”), porque mientras esté oculto podemos seguir postergando “entrar en acción”.
Otras veces, el silencio viene de la mano de la poca comunicación que hay con el entrenador o su equipo de trabajo. Y en todos los casos, el silencio no suma, resta, porque ambas partes (entrenador y jugador) se están privando de conocer el otro lado de la historia (el silencio priva al DT de saber que el jugador tiene muchas ganas de recuperar su lugar y que está dispuesto a hacer lo que sea para lograrlo; y del otro lado, le quita al jugador la chance de conocer las razones que lo llevaron a perder el puesto y que cosas debería hacer para mejorar su rendimiento y recuperarlo).
La personalidad o perfil del Entrenador a veces no ayudan a fomentar el dialogo. Otras veces se habla mucho, pero solo de temas intrascendentes o no inherentes a lo que más nos interesa: el equipo. Y también se da que hay cuestiones de feeling o piel que también atentan contra las posibilidades de expresarse.
Y allí es donde empieza a cobrar valor el “Equipo de Trabajo”, “El Equipo detrás del Equipo”. En la diversidad se amplian las posibilidades de encontrar una persona con quien hablar de algunos temas.
Hay Equipos de Trabajo que, por su filosofía y formación, tienen claro como optimizar estos canales para evitar que los jugadores entren en este tipo de callejones sin salida, pero a veces, la visión de un Psicólogo, despojada de otras urgencias como en pensar en la táctica, la preparación física, la logística, etc, puede ser de gran ayuda para aportarle al Entrenador y a su Equipo, otras herramientas para anticiparse a este tipo de situaciones. Anticipar, Prevenir… Si mi rival no recibe, no puede jugar… Si me anticipo o prevengo una situación que podría ser conflictiva, no hay problema y toda la energía del Equipo seguirá enfocada en pos de los objetivos y metas trazadas, sin distraerse en el camino en este tipo de situaciones…

lunes, 19 de julio de 2010

El Orgullo de Ser Parte

No todos los días se puede festejar un Campeonato, pero que lindo es, ¿no?
No me gusta escribir en primera persona del singular (manías de viejo periodista), pero no hay muchas maneras de expresar la alegría que viene de la mano en este tipo de situaciones. Las chicas de Velez ganaron su cuarta Liga Nacional de básquet femenino y puedo decir con orgullo que fui parte de esa gesta y me gané un lugarcito en la foto.
Insertarse en un equipo campeón (Velez venía de ganar la Liga Nacional y dos Metropolitanos en el 2009) no es fácil. Mucho menos para un Psicólogo, que de por si debe luchar con los prejuicios del “¿para qué sirve?” y tantas otras cosas más. En este caso, potenciado por el hecho de que se trataba de insertarlo en un grupo por demás exitoso, lo que provocaría inevitablemente que alguno preguntara, tal vez con razón, si “¿no sería perjuicial?” o que los cabuleros lo tildaran de mufa ante el primer tropiezo.
Bueno, por suerte, no pasó nada de eso. Tanto los dirigentes como el Entrenador Jefe pensaron en sumarle un plus a su equipo de trabajo, y a partir de allí solo me quedó la grata tarea de sumarme para tratar de aportar mi granito de arena. En febrero, cuando comenzó este camino que hoy nos tiene festejando, me presenté con este artículo, que no hace otra cosa que expresar algunas de las cuestiones por las que defiendo el rol del Psicólogo en el mundo del deporte.

“NOS TRAJERON UN PSICOLOGO”

La frase puede sonar de diferentes maneras y, por ende, tener distintos tipos de interpretaciones. La Psicología Deportiva no está muy desarrollada en la Argentina, por lo que la presencia de un Psicólogo en el Cuerpo Médico de un Plantel Deportivo no siempre suena del todo bien, y es comprensible.
Lo primero que hay que saber es que, más allá de lo que dice la “sabiduría popular”, Psicólogo no es lo mismo que “Loquero”, y que el hecho que se haya convocado o sumado un Psicólogo no tiene relación directa con que “estas chicas están todas locas”. Ni ahí.
En términos prácticos, el Psicólogo Deportivo no es otra cosa que un integrante más del Equipo de Trabajo que encabeza el Entrenador Jefe, por lo que trabajará mancomunadamente con asistentes, preparadores físicos, medico, kinesiólogos, dirigentes y utileros, tratando de aportarle lo que esté a su alcance al deportista para que pueda desarrollarse mejor.
La función principal es “estar a la mano” para que cualquier jugadora pueda acudir a charlar libremente de cualquier tema que pudiera estar afectándola en su rendimiento. Obviamente, el Psicólogo no está para hablar u opinar acerca de si es bueno o malo un sistema defensivo, cuantos kilos hay que cargar en la barra para hacer sentadillas o como realizar un estribo en un tobillo maltrecho. Pero si puede ayudar a trabajar sobre aquellos temas o situaciones que les impidan rendir al cien por ciento durante entrenamientos o partidos.
Más de una vez, llegamos al club con la pesada mochila de algún problema personal que nos impide disfrutar de la práctica deportiva, lo que nos lleva a estar de malhumor, con la cabeza en otro lado, provocando indirectamente con mi actitud que algún ejercicio salga mal o que una compañera se distraiga preocupada o molesta por mi “estado”. Entonces, la práctica empieza a perder algo de ritmo, no estoy atenta a los ejercicios ni a los sistemas, la pelota no entra, me empiezo a fastidiar y lo que tendría que ser una hora de placer y disfrute (porque todos hacemos deporte para pasarla bien, ¿no?) termina siendo una prolongación o arrastre de algún mal momento anterior.
El Psicólogo puede ser una rueda de auxilio para ayudarnos a encarar algunas situaciones de la vida manera tal que no nos afecten a la hora de hacer una de las cosas que más nos gusta: jugar al básquet.
La serenidad y la concentración, al igual que un sistema defensivo, la técnica de lanzamiento, el trabajo físico en pista o gimnasio o la implementación de una buena dieta, SE TRABAJAN. Si, uno puede trabajar para poder manejar la ansiedad y así poder rendir a pleno y disfrutar del deporte. El mundo del deporte ha crecido increíblemente en muchísimos aspectos. Las tácticas han evolucionado, los físicos son diferentes, ha cambiado la alimentación e incluso la indumentaria. Todo en base a trabajo, investigación y especialización Hoy nadie quiere dar ventajas, y la Psicología Deportiva es una herramienta más que nos puede ayudar a optimizar el rendimiento deportivo.

martes, 6 de julio de 2010

Hablando Conmigo Mismo

Más de una vez, al observar a una persona hablando sola en voz alta, se nos habrá escapado un “está loco”, pero la única diferencia que separa a ese pobre loco de nosotros es que está emitiendo sonidos, porque todos, en mayor o menor medida, mantenemos diálogos con nosotros mismos.
Es que siempre estamos pensando, por lo que inevitablemente siempre nos estamos diciendo cosas… Cosas que a veces nos ayudan a enfocarnos o motivarnos, y otras nos juegan decididamente en contra.
“Uhhh, otra vez este arbitro. Siempre que nos dirige perdemos”, “usar la camiseta suplente nos trae mala suerte”, “nunca pudimos ganar en esta cancha”, “nunca juego bien con sol, viento, lluvia o lo que fuera”… Y podría seguir enumerando sentencias de esas que invariablemente aparecen en nuestras charlas con nosotros mismos antes, durante o después de un partido, y que más allá de que a nadie le gusta sabotearse, no hacen otra cosa que atentar contra nuestra propia capacidad de concentración o enfoque.
El lenguaje es el lente a través del cual le damos significado a todas las cosas de la vida, y hacer un uso positivo del mismo nos ayudará a encarar las tareas que tenemos por delante de una manera diferente y seguramente más cercana a nuestros deseos de éxito. La clave, entonces, pasará por cómo nos tomemos nosotros la tarea que tenemos que encarar, a partir de los condicionantes que se nos pudieran presentar, y en ese camino, no es lo mismo entrar a la cancha pensando “nunca podemos ganar en esta cancha”, que hacerlo pensando que “hoy es una buena oportunidad para romper la mala racha jugando acá”.
Parece una tontería, pero no lo es, porque más allá de este caso puntual, a diario nos cargamos a nosotros mismos de sentencias negativas que nos tiran para abajo en lugar de impulsarnos hacia arriba. Siempre nos estamos diciendo cosas, porque difícilmente nuestra mente esté en blanco, y los pensamientos y las palabras tienen el poder para crear las vivencias o sensaciones que deseemos, así como también aquellas que querramos evitar. De allí que sea tan importante educar y entrenar nuestra capacidad de dialogo con nosotros mismos.
El auto-diálogo puede servir para motivarnos (“dale que podés”), para enfocarnos (“no pierdas la marca”), darnos instrucciones técnicas (“no abras el codo al tirar”), para relajarnos (“tranquilo, falta mucho”) o para insultarnos cuando algo no sale y apelamos a tocar nuestra propia fibra o necesitamos una descarga gutural. Cada uno tiene su propia manera de comunicarse consigo mismo, pero ello no quiere decir que no existan varias cosas que uno pueda hacer para mejorar esta aptitud.
El primer paso es tratar de tomar conciencia de que tipos de cosas nos decimos mientras jugamos. Básicamente si nos alentamos cuando las cosas no nos salen bien o si nos convertimos en un juez implacable y exigente de esos que te sacan las ganas de estar en cancha. ¿Y qué pasa cuando las cosas van bien? ¿Mantenemos la calma o empezamos a darnos besos frente al espejo? Es común no prestar atención a nuestros patrones de auto diálogo, sencillamente porque son algo adquirido y establecido que opera casi automáticamente.
En segundo lugar, debemos tratar de identificar como nos afectan los pensamientos positivos y negativos que solemos tener en etapa de competencia o precompetencia, ya que gran parte de estos pensamientos (en especial los negativos) actúan como una profesía que, inconscientemente, termina llevándonos a actuar en dirección a ella.
Y el tercer paso consiste en, una vez identificados los diálogos o frases que nos sacan del eje sobre el que construimos nuestro mejor rendimiento, aprender a reemplazar esos diálogos o sentencias negativas por otras que nos ayuden a adoptar una perspectiva más positiva, que nos permita tomar el juego como un desafío en lugar de cómo algo imposible de afrontar. En esta tarea, es saludable evitar los absolutismos como “nunca” o “siempre”, cambiándolos por frases que nos dirijan hacia donde queremos llegar (“lo voy a sacar de la cancha con el saque”) o que nos den la tranquilidad (“vamos pelota por pelota”, “paso a paso” o “punto por punto”). Pensar en positivo sirve para escaparle a las sensaciones feas, que nunca son un buen aliado para el deporte, actividad en la que uno suele necesitar foco, creatividad, intensidad y un sinfín de aptitudes que van más con lo positivo y buena onda que con lo negativo.
Mejorar el dialogo consigo mismo es una herramienta importante en la preparación psicológica del deportista, al punto que puede ayudarnos a cambiar notablemente nuestro juego y, fundamentalmente, nuestra respuesta en situaciones difíciles. Obviamente, no es algo que se consiga de un momento para otro, y al igual que mejorar la efectividad desde la línea de foul, el cabezazo ofensivo, el smash o el bloqueo, requiere entrenamiento y esfuerzo.

lunes, 28 de junio de 2010

El Gol de Messi

¿Le pesa o no le pesa a Messi la sequia goleadora que está viviendo en el Mundial de Sudáfrica? Hmmmm…
“¿Viste como le cambió la cara?, ya no sonríe como en los primeros partidos, es evidente que le está pesando”, me decía un amigo, y seguramente, razón no le falta.
A todo goleador que se precie de tal le molesta no convertir. La pregunta por cuando viene el gol de Messi se hay ido convirtiendo casi casi en un clamor popular, y eso potencia el fastidio natural que podría tener el jugador por el trance que le toca vivir.
El “inconsciente colectivo” también juega su partido, aunque a decir verdad, acá de inconsciente tiene poco, ya que en un país como el nuestro, con 40 millones de técnicos, hay igual cantidad de opiniones en medio del concierto de declaraciones, titulares, informes periodísticos y vaya a saber uno cuantas cosas más, debatiendo o buscándole razones a los males que estarían aquejando al pobre Lio Messi, que más allá de estas elucubraciones, es quien tiene que salir a la cancha conviviendo con esto.
La respuesta, obviamente, es “si, le pesa”, porque es un ser humano y no está ajeno a todo lo que se genera en derredor suyo en un Mundial. El tema es ver cuánto le pesa y para ello es vital el apoyo que le puedan dar el grupo y el entrenador para ayudar a descomprimir esa presión que se va generando en su interior.
Afortunadamente, hasta ahora ni Maradona ni sus compañeros le han dado importancia a la sequia del “10”, y ese “ya la va a meter” con que todos responden a la consulta periodística sobre el tema es la mejor banca que puede tener Messi en esta situación que le toca vivir.
Es que el riesgo, en estos casos, es que el jugador se obsesione con el gol y eso lo lleve sin quererlo a anteponer su deseo de marcar a los intereses colectivos. El deseo de convertir da paso a la necesidad y esa necesidad se convierte en obsesión, lo que achica la mira del jugador, que deja de enfocar la cancha para pasar a mirar exclusivamente el arco, quedando demasiado expuesto al apresuramiento y el error.
Las recetas para salir airoso del trance pasan fundamentalmente por la contención, ya que sentirse contenido, apoyado, ayudará al jugador a sobrellevar el momento sin pasarse de rosca con la autopresión. Psicológicamente hablando, a ese apoyo se lo puede ayudar con algunos ejercicios de visualización, para contribuir a que el goleador con la pólvora mojada no se obsesione más de la cuenta y siga viendo la cancha completa. En definitiva, más allá de que sea lógico esperar que Messi haga un gol, también lo es que Messi puede aportarle al equipo mucho más que eso (y vaya si lo está haciendo). Incluso goleadores natos como Palermo suelen sufrir que, ante una situación similar de sequia (incluso más corta) las preguntas y cuestionamientos se enfoquen en la falta de gol desvalorizando el aporte que él puede hacer para sus compañeros arrastrando marcas, dando asistencias o incluso defendiendo. Lo mismo les pasa en el básquet a los tiradores y asi sucesivamente en todos los deportes en los que hay un anotador. “Es la ley del goleador”, dicen por ahí, y algo de eso hay, solo es cuestión de estar preparado para afrontar esos momentos y no dejar que una situación circunstancial como puede ser no meterla, nos saque completamente de nuestro eje.