viernes, 9 de diciembre de 2011

Preparándome Para Lo Que Viene

“Me sentí y poco mal conmigo mismo, porque yo sabía perfectamente como era el negocio y así y todo la rueda de rumores en cierta forma me afectó”. La frase pertenece a Luis Scola, quien como él mismo lo dijo, se vio sorprendido por las versiones de ida y vuelta que lo involucraron en una transferencia múltiple entre jugadores estelares de la NBA.
“Lo que me molestó de mi situación personal fue que yo sabia perfectamente que las reglas del juego de la NBA eran asi, y asi y todo me identifiqué demasiado con Houston, y eso en cierta medida me hizo sentir un poco raro en medio del traspaso”, reconoció Scola, quien remató: “
Uno sabe que las cosas pueden pasar, pero
recién te das cuenta que las cosas son así cuando te toca vivirlas”.
A simple vista, puede ser una declaración más, pero si ampliamos la mirada, esto que le tocó vivir a Luis es algo que en cierta forma le pasa a diario a millones de deportistas, y tiene que ver con lo difícil que resulta a veces asimilar situaciones nuevas.
En el mundo del deporte, esto se traduce y refleja en miles de situaciones diferentes, y tiene relación directa con no estar del todo preparado para lo que viene, no conocer el terrero suficientemente o haberse dejado llevar por situaciones o sensaciones sin tener en cuenta que la cosa puede cambiar.
La historia de Scola y su traspaso seguramente terminará con final feliz, más allá de donde termine jugando el Capitán de la Selección Argentina de básquet, porque más allá de esto que él contaba en una nota radial a los periodistas de “Uno contra Uno Radio”, Luis es un profesional preparado, capaz de imponer a la razón y sus razones por encima de las emociones que sobrevienen en este tipo de situaciones. Pero lo cierto es que Scolas hay pocos, y que el deporte nos muestra día a día que cientos de talentos terminan quedándose en el camino por falta de formación y preparación en temas que van mucho más allá de lo estrictamente deportivo.
No se trata de mejorar el tiro de tres puntos, el cabezazo, la recepción, la volea o el saque solamente. El mundo ha cambiado tanto que el concepto de evolución depende de muchísimos factores más que un buen gesto técnico o una buena preparación física.
Es común escuchar a chicos y chicas decir que quieren ser profesionales, quieren jugar en la selección y muchas cosas por el estilo. Los sueños y el deseo son el combustible que mueve el motor que nos lleva hacia los grandes logros, pero ese motor necesita una ruta y un piloto capacitado para transitarla, y allí es donde se empiezan a morir muchos de esos proyectos
de cracks.
Muchos talentos se quedan en el camino cuando tropiezan con un formador que no los deja crecer en la medida que lo necesitan; cuando la estructura de un Club los lleva a estancarse; cuando la familia sin quererlo presiona o les vende que son más de lo que realmente son en ese momento; cuando el chico/a juega todas sus fichas a un futuro deportivo sin tener un Plan B (estudio, trabajo), cargándole inconscientemente y sin quererlo mas peso a su mochila; por citar solo algunas de las razones más comunes.
Pero por si esto fuera poco, a esas razones hay que sumarle un agravante importante, que apunta directamente a la formación que reciben los jóvenes deportistas durante su etapa formativa, que en muchos casos resulta deficiente en temas vitales para el correcto desarrollo deportivo.
Basta sentarse a escuchar a los chicos de entre 13 y 18 años para darse cuenta que, algunos pueden saber mucho de fundamentos o táctica, pero tienen un profundo desconocimiento en temas como cuidado personal, prevención de lesiones, alimentación, reglamento, estructura de la competencia de la que participan, etc, etc…
Alguien podrá decir que, de chico, hay que jugar y aprender del juego. Y vamos a coincidir, pero una rápida recorrida por las canchas basta para ver que lo que se le pide o exige a los jóvenes jugadores y jugadoras en la semana o en los partidos suele ir mucho más allá de lo que realmente están en condiciones de absorber correctamente. Especialmente en lo anímico, y es allí donde empiezan los quiebres emocionales que terminan tirando por la borda a muchos talentos.
El tema es largo y da más para una charla debate de varias horas que para un artículo, pero tratando de darle un cierre podría decir que Scola sufrió el lógico vaivén emocional que sufre cualquier mortal cuando se ve en medio de una ola, pero como está preparado (“yo sabia las reglasdel juego de la NBA”) ya está repuesto buscando enfocarse en su trabajo.
Pero asi como Luis y muchos mas logran absorber exitosamente situaciones de cambio, hay un universo de jóvenes que se debaten en un mar de dudas y sensaciones encontradas por no estar preparados para afrontarlas. Y ese no estar preparados va desde como me conviene limentarme, como manejar mis descansos, por qué y como vendarme, como debo prepararme mentalmente o motivarme para un juego, como aislarme de las presiones (que las hay en todos los niveles, sobremanera en las formativas); o para aquellos que empiezan a transitar terrenos profesionales, como elegir un agente, como manejarme con la prensa o como invertir mi dinero, entre otras cosas.
En muchos deportes dirigentes y entrenadores se llenan la boca hablando de “la formación”, pero desgraciadamente, seguimos perdiendo talentos porque esa formación a veces carece de aquellos ingredientes que realmente necesita el deportista, en este convulsionado milenio, para aprender a superar obstáculos en su camino de crecimiento.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Conectividad... ¿Enemigo Nª 1?

En la era del 3G, el wifi, los blackberrys y los iphones es inevitable pensar que “estamos comunicados”. Antes era más difícil hablar, expresarse, pero ahora cualquiera pone lo que siente en facebook o twitter, o cualquiera crea su propio blog para volcar experiencias y conocimientos. Si, sin lugar a dudas, estamos más comunicados.
Hoy todos disfrutamos de esa posibilidad de comunicación que nos ofrece el mundo tecnológico, posibilidad que, así como nos acerca a mucha gente, casi al mismo tiempo nos aleja de aquellos que tenemos más cerca.
Es que el celular y la conectividad son, en cierta forma, alienantes. La voracidad por conseguir información, dar a conocer lo que nos pasa o conectarnos con los que están lejos es tal, que muchas veces dejamos de lado a los que tenemos al lado, y en lo estrictamente deportivo, generalmente, esos que tenemos al lado son nuestros compañeros, aquellos con los que debemos batallar codo a codo dentro de la cancha. Es muy común ver antes y después de los partidos a los deportistas con sus celulares en la mano, cada uno en su mundo, en su realidad…
Muchas veces, tan en su mundo como alejados de la realidad del equipo al que pertenecen.
El deportista que acude a consulta suele plantear, entre otras cosas, problemas de concentración, falta de confianza, cortocircuitos en la comunicación (con el grupo o el entrenador) y esa “conectividad”, en muchos casos, es uno de sus principales enemigos, por dos razones a priori muy diferentes pero al mismo tiempo muy conectadas entre si: 1) La conexión con el afuera le quita tiempo a la conexión con el grupo, y 2) La saturación de información suele provocar dudas a la hora de tomar decisiones.
El seno del Grupo es el mejor lugar para regenerar confianza y potenciar la concentración individual y grupal, y ambas cosas necesitan de una muy buena comunicación para hacerse realidad. A partir de la comunicación conozco a mi compañero y me doy a conocer a él, y a partir de ese conocimiento mutuo puedo ayudar o solicitar ayuda.
El mundo ha cambiado y con él fueron cambiando los códigos de comunicación. Es común escuchar a los deportistas de antaño decir que ellos se quedaban a practicar fundamentos individuales fuera de hora con sus compañeros; o recordar los momentos compartidos más allá de las prácticas o los partidos. Y eso no es tan común hoy en día, donde la “conectividad” parece atentar contra esos momentos. Ya no hay tanto grupo, porque cada jugador parece metido en “su” mundo de relaciones y contactos (incluso desde la mismísima puerta del
vestuario), con todo lo que ello significa para conseguir la anhelada química grupal. Y por si esto fuera poco, el exceso de información, cómo mínimo, distrae, y esa distracción, a veces buena para tratar de aliviar momentos malos, puede provocar que, en esos momentos en los que lo recomendable es meternos
para adentro para buscar respuestas, no nos hagamos las preguntas correctas. El exceso de información periférica nos quita profundidad de pensamiento y sentimiento.
La tan mentada “conectividad” hoy suele jugar más en contra que a favor en la construcción de los grupos, y un grupo mal constituido o construido, difícilmente pueda tener la química necesaria para sobrellevar los momentos duros que suele plantear el deporte profesional de estos tiempos.