miércoles, 23 de marzo de 2011

"Tocamos Fondo"

El equipo tocó fondo. No reacciona. Se necesita un cambio urgente”. La frase, imperativa por cierto, suele traer a colación que, ante la impaciencia o la falta de respuestas esperadas, se termine haciendo saltar el fusible más sensible. En el básquet argentino, los entrenadores suelen recambiar un par de veces a sus jugadores extranjeros buscando el ansiado click, pero si esos recambios no traen triunfos, tarde o temprano les toca a los DT dar el paso al costado. En el conflictuado y super-exigente fútbol nuestro de cada día, al no haber recambio de foráneos ni posibilidad de fichar jugadores durante el torneo, el rol de fusible queda exclusivamente en manos de los entrenadores.
En estos días, el ejemplo que copa las tapas en el mundo del fútbol es el Boca de Falcioni, ya conflictuado en tiempos de Borghi e incluso en la segunda etapa de Basile, sin contar los interinatos. Crisis que llevó a Martin Palermo a reconocer que "tocaron fondo".

La ecuación que lleva a esta situación es simple: el DT fija pautas y comienza a trabajar - los resultados, por H o por B, no se dan en la medida de lo esperado – la gente se empieza a impacientar – los jugadores empiezan a perder confianza en los lineamientos del cuerpo técnico – esa pérdida de confianza lleva a que los resultados sigan en caída – y lo que resta es una historia conocida, que suele terminar en cambio de entrenador.
La pregunta del millón es: ¿es posible volver a fojas cero en una situación como esta? La respuesta, obviamente, dependerá de cada caso, y obviamente, de la capacidad que tenga el cuerpo técnico de, primero percibir lo que está pasando, luego de encontrar la falla y en tercer lugar, de implementar conductas efectivas que produzcan el cambio, que generalmente no tiene que ver necesariamente con un cambio o la llegada de un refuerzo.
Más de una vez nos enfrentamos con Entrenadores o Cuerpos Técnicos que, por falta de capacidad para ver sus fallas o por no tener la apertura para cambiar, optan por seguir haciendo la suya y terminan “muriendo con las botas puestas”.
Y es una lástima, porque muchas veces el cambio está más al alcance de la mano de lo que parece, pero la falta de apertura para verlo, o el no tener el ángulo de observación apropiado para mirar la situación terminan jugando en contra. La dinámica del día a día suele atentar contra las chances de poder observar desde otro ángulo: El DT estará metido en cuestiones tácticas; el Preparador Físico en su función específica; el médico en la recuperación de los lesionados o lo que le marque su derrotero por esos días y así sucesivamente. Todos mirando, por imperio de las circunstancias, el árbol que tienen delante, lo que inevitablemente los puede llevar a perder de vista el bosque. En PNL (Progamación Neurolinguistica) por ejemplo, suele decirse que “el mapa no es el territorio”.
Cuando las cosas marchan sobre rieles no hace falta cambiar nada, y por ende, no suele haber necesidad de buscar otra mirada. Para que cambiar algo que funciona bien, ¿no? Pero cuando las cosas no salen, y el cambio se hace imperioso, no siempre estamos preparados para encontrar verdades y razones. Una de las funciones del Psicólogo es precisamente aportar esa “mirada desde otro ángulo”, que en algunos casos puede ayudar a prevenir que se tenga que llegar al difícil trance de tener que “morir con las botas puestas”.

lunes, 14 de marzo de 2011

¿Estoy Preparado?

Hay un viejo refrán que dice: “más vale prevenir que curar”, y hace algún tiempo publiqué una nota hablando de “El Valor de la Prevención”. Prevenir… Prepararse… Todo un tema.
A veces pensamos que estamos preparados o listos para encarar una tarea o un nuevo desafío, y tiempo después la realidad nos golpea mostrándonos que no.
Así, vemos al entrenador que viene de salir campeón, cambiar de club y no alcanzar los objetivos para los que fue contratado y por los que él mismo decidió cambiar de camiseta. O al jugador que viene de romperla en un equipo, pasar sin pena ni gloria en otro. Los casos más notorios son, obviamente, aquellos que tienen mayor exposición mediática, y se dan generalmente, cuando el paso es de un club chico a uno grande. Ese anhelado salto hacia un trabajo o desafío de mayor nivel, exposición, responsabilidad, remuneración, etc, viene acompañado de un sinfín de ilusiones y expectativas que potencian la energía y las ganas de hacer, adaptarse y conseguir cosas; pero también trae consigo una importantísima carga de estrés y ansiedad que, en la mayoría de los casos, se convierten en el principal enemigo que tenemos que enfrentar en nuestro camino al éxito.
Ejemplos hay miles… Hoy la pregunta del millón es si Falcioni podrá repetir en Boca lo que hizo en Banfield, y el arranque errático en el campeonato alienta los comentarios negativos de aquellos que, con el diario del lunes y desde la tribuna, afirman muy sueltos que cuerpo que “no es lo mismo dirigir en un equipo chico que en un grande como Boca”. Las razones son obvias y la peor de todas es la diferencia en el nivel de exposición y presiones.
Claudio Borghi también venía de campeonar en Argentinos, y en Boca no pudo terminar un torneo, y nadie duda de la capacidad del hoy entrenador nacional de Chile, quien también supo ganar todo con el Colo Colo.
¿Hay técnicos de equipo chico y técnicos de equipo grande? No. Pero si hay técnicos que se mueven mejor en clubes de poca exposición y otros que están como pez en el agua en medio del mar de micrófonos y presiones. En Psicología, no hay verdades absolutas.
Siguiendo con ejemplos “xeneizes”, Carlos Bianchi, que venía de ganar todo en Vélez, convirtió a Boca en el equipo de la década alzando cuanta copa se cruzó en su camino; pero no pudo continuar la cadena de éxitos cuando dejó Vélez para ir a la Roma o cuando tomó las riendas del Atlético de Madrid. Y para complicarla aún más, el “Coco” Basile hizo olvidar a Bianchi en su primer paso por Boca al hilvanar una sucesión increíble de títulos, pero se tuvo que ir con la cabeza gacha en su segundo paso por el club al no encontrarle la vuelta al equipo.

Decía que en Psicología no hay verdades absolutas, ¿no? Y las predicciones, presunciones y pronósticos suelen chocar más de una vez con la cruda realidad. Lo que fue bueno en un lugar o en un momento, deja de serlo inexplicablemente sin razón aparente. ¿Razones? Ufff, muchas…
La exposición y presiones extremas aparecen en los primeros puestos de la lista. El primer condicionante negativo que traen consigo la presión y la exposición en exceso es la reducción en nuestra habitual capacidad de foco o adaptación. Esa exposición (con hinchas, dirigentes o periodistas), que antes no estaba en nuestra rutina, nos quita tiempo (a veces mucho) y ese tiempo que utilizábamos para reflexionar, pensar o descansar, se nos va en actividades o tareas que no siempre son de utilidad para nuestra labor profesional, lo que trae aparejado respuestas (al grupo, a dirigentes o en una conferencia de prensa) y decisiones apresuradas que luego terminamos lamentando.
Estar preparado no siempre tiene que ver con nuestra capacidad profesional o nuestro nivel de maduración.
Un jugador puede romperla en un ámbito específico y no hallarse a gusto y por ende bajar considerablemente su rendimiento en otro. O como en el caso de Basile, puede rendir a pleno en un lugar, y tiempo después estar perdido y lucir fuera de forma en el mismo lugar en el que se lo vio brillar. Las cosas cambian, la vida es una autopista que solemos transitar siempre a máxima velocidad y eso nos lleva a tomar atajos que no siempre nos llevan al destino deseado. Decidimos cambiar o volver pensando que nos va a ir bien porque estamos listos o porque ya lo estuvimos otra vez, y perdemos de vista que vamos a un lugar diferente y eso trae consigo la necesidad de adaptarnos; o que somos diferentes a como éramos en nuestro paso anterior por el club, que también vive momentos distintos a los de antaño.
Prepararse… Prevenir…
Invertir tiempo en estudiar el terreno, analizar convenientemente las variables que tendremos que enfrentar y prepararnos para “la batalla”, son muchas veces las claves en las que se sustenta nuestra posibilidad de éxito; incluso, aunque suene feo, por encima de nuestra capacidad profesional.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Armando el Grupo

Un post publicado el año pasado, pero que a esta altura del año cobra mucha actualidad...

ARMANDO EL GRUPO
El comienzo de una nueva temporada genera expectativas y stress casi en partes iguales. Se viene un campeonato nuevo, hay que hacer retoques o en algunos casos rearmar casi por completo el plantel y eso apareja un trabajo extra que termina siendo demoledor para el entrenador.
Entre los profesionales, depende el deporte y el esquema de competencia, la mira estará puesta en las altas y las bajas, y fundamentalmente en las contrataciones para reforzar los puestos más débiles del plantel; tarea en la que además del DT suelen intervenir, según el caso, el manager y algunos dirigentes, y de la que dependerá en gran parte el futuro del equipo.
Pero si este es un trabajo arduo, el que tiene por delante el entrenador de divisiones inferiores o formativas no le va en zaga. Es una labor no tan vistosa, porque no gana centimetraje en los medios periodísticos, y que el DT suele encarar sin recursos, ya que en el amateurismo no hay dinero para comprar figuras ni nada por el estilo. Entonces el trabajo es mucho más cuesta arriba, porque generalmente hay que ir rearmando los equipos con lo que queda de una categoría y los jugadores que pasan de la otra, armando rompecabezas en los que a veces se encuentran con un equipo poderoso y otro totalmente diezmado, ante lo cual no queda otra que arremangarse y laburar.
El punto aquí es que, una vez cerrado el plantel, cuando se llega al “esto es lo que hay” (sea bueno o no tanto), hay diferentes caminos para tratar de empezar a armar el nuevo equipo. Hay entrenadores que arrancan directamente con el trabajo de fundamentos para ir nutriendo y al mismo tiempo conociendo a sus jugadores; otros que prefieren evaluar las condiciones técnico – tácticas del plantel para armar una planificación para toda la temporada; y otros que optan por seguir adelante con el programa de trabajo de todos los años, porque eso es lo que le ha dado resultados hasta el momento.
En medio de la vorágine del arranque, muchos entrenadores dejan sin querer de lado el costado humano del grupo. Generalmente, hay poco tiempo porque el campeonato se viene encima y queda mucho por trabajar desde lo técnico – táctico, lo que provoca que no se invierta tiempo en realizar actividades que permitan ir cohesionando al grupo. En el arranque, muchas veces un asado (si no se puede hamburguesas, o lo que sea, claro, el tema es juntarse), una salida o un par de actividades especiales programadas por el cuerpo técnico, suman más que unas cuantas horas de entrenamiento.
El conocimiento permite que se vayan superando las barreras de los prejuicios, que nazcan las afinidades y que a partir de las pequeñas sociedades, se vaya conformando un solo grupo, y esto hace mucho más fácil la bajada de línea, porque fortalece el compromiso del grupo en pos de los objetivos trazados.
Un gran grupo siempre es más fuerte que un cumulo de exquisitas individualidades, ¿no? Ejemplos sobran en el deporte mundial. La armonía y cohesión potencian virtudes y achican defectos, porque la solidaridad contribuye enormemente a que uno se mate por ayudar al compañero en problemas, dentro o fuera de la cancha.