A veces pensamos que estamos preparados o listos para encarar una tarea o un nuevo desafío, y tiempo después la realidad nos golpea mostrándonos que no.
Así, vemos al entrenador que viene de salir campeón, cambiar de club y no alcanzar los objetivos para los que fue contratado y por los que él mismo decidió cambiar de camiseta. O al jugador que viene de romperla en un equipo, pasar sin pena ni gloria en otro. Los casos más notorios son, obviamente, aquellos que tienen mayor exposición mediática, y se dan generalmente, cuando el paso es de un club chico a uno grande. Ese anhelado salto hacia un trabajo o desafío de mayor nivel, exposición, responsabilidad, remuneración, etc, viene acompañado de un sinfín de ilusiones y expectativas que potencian la energía y las ganas de hacer, adaptarse y conseguir cosas; pero también trae consigo una importantísima carga de estrés y ansiedad que, en la mayoría de los casos, se convierten en el principal enemigo que tenemos que enfrentar en nuestro camino al éxito.
Ejemplos hay miles… Hoy la pregunta del millón es si Falcioni podrá repetir en Boca lo que hizo en Banfield, y el arranque errático en el campeonato alienta los comentarios negativos de aquellos que, con el diario del lunes y desde la tribuna, afirman muy sueltos que cuerpo que “no es lo mismo dirigir en un equipo chico que en un grande como Boca”. Las razones son obvias y la peor de todas es la diferencia en el nivel de exposición y presiones.
Claudio Borghi también venía de campeonar en Argentinos, y en Boca no pudo terminar un torneo, y nadie duda de la capacidad del hoy entrenador nacional de Chile, quien también supo ganar todo con el Colo Colo.
¿Hay técnicos de equipo chico y técnicos de equipo grande? No. Pero si hay técnicos que se mueven mejor en clubes de poca exposición y otros que están como pez en el agua en medio del mar de micrófonos y presiones. En Psicología, no hay verdades absolutas.
Siguiendo con ejemplos “xeneizes”, Carlos Bianchi, que venía de ganar todo en Vélez, convirtió a Boca en el equipo de la década alzando cuanta copa se cruzó en su camino; pero no pudo continuar la cadena de éxitos cuando dejó Vélez para ir a la Roma o cuando tomó las riendas del Atlético de Madrid. Y para complicarla aún más, el “Coco” Basile hizo olvidar a Bianchi en su primer paso por Boca al hilvanar una sucesión increíble de títulos, pero se tuvo que ir con la cabeza gacha en su segundo paso por el club al no encontrarle la vuelta al equipo.
Decía que en Psicología no hay verdades absolutas, ¿no? Y las predicciones, presunciones y pronósticos suelen chocar más de una vez con la cruda realidad. Lo que fue bueno en un lugar o en un momento, deja de serlo inexplicablemente sin razón aparente. ¿Razones? Ufff, muchas…
La exposición y presiones extremas aparecen en los primeros puestos de la lista. El primer condicionante negativo que traen consigo la presión y la exposición en exceso es la reducción en nuestra habitual capacidad de foco o adaptación. Esa exposición (con hinchas, dirigentes o periodistas), que antes no estaba en nuestra rutina, nos quita tiempo (a veces mucho) y ese tiempo que utilizábamos para reflexionar, pensar o descansar, se nos va en actividades o tareas que no siempre son de utilidad para nuestra labor profesional, lo que trae aparejado respuestas (al grupo, a dirigentes o en una conferencia de prensa) y decisiones apresuradas que luego terminamos lamentando.
Estar preparado no siempre tiene que ver con nuestra capacidad profesional o nuestro nivel de maduración.
Un jugador puede romperla en un ámbito específico y no hallarse a gusto y por ende bajar considerablemente su rendimiento en otro. O como en el caso de Basile, puede rendir a pleno en un lugar, y tiempo después estar perdido y lucir fuera de forma en el mismo lugar en el que se lo vio brillar. Las cosas cambian, la vida es una autopista que solemos transitar siempre a máxima velocidad y eso nos lleva a tomar atajos que no siempre nos llevan al destino deseado. Decidimos cambiar o volver pensando que nos va a ir bien porque estamos listos o porque ya lo estuvimos otra vez, y perdemos de vista que vamos a un lugar diferente y eso trae consigo la necesidad de adaptarnos; o que somos diferentes a como éramos en nuestro paso anterior por el club, que también vive momentos distintos a los de antaño.
Prepararse… Prevenir…
Invertir tiempo en estudiar el terreno, analizar convenientemente las variables que tendremos que enfrentar y prepararnos para “la batalla”, son muchas veces las claves en las que se sustenta nuestra posibilidad de éxito; incluso, aunque suene feo, por encima de nuestra capacidad profesional.
La exposición y presiones extremas aparecen en los primeros puestos de la lista. El primer condicionante negativo que traen consigo la presión y la exposición en exceso es la reducción en nuestra habitual capacidad de foco o adaptación. Esa exposición (con hinchas, dirigentes o periodistas), que antes no estaba en nuestra rutina, nos quita tiempo (a veces mucho) y ese tiempo que utilizábamos para reflexionar, pensar o descansar, se nos va en actividades o tareas que no siempre son de utilidad para nuestra labor profesional, lo que trae aparejado respuestas (al grupo, a dirigentes o en una conferencia de prensa) y decisiones apresuradas que luego terminamos lamentando.
Estar preparado no siempre tiene que ver con nuestra capacidad profesional o nuestro nivel de maduración.
Un jugador puede romperla en un ámbito específico y no hallarse a gusto y por ende bajar considerablemente su rendimiento en otro. O como en el caso de Basile, puede rendir a pleno en un lugar, y tiempo después estar perdido y lucir fuera de forma en el mismo lugar en el que se lo vio brillar. Las cosas cambian, la vida es una autopista que solemos transitar siempre a máxima velocidad y eso nos lleva a tomar atajos que no siempre nos llevan al destino deseado. Decidimos cambiar o volver pensando que nos va a ir bien porque estamos listos o porque ya lo estuvimos otra vez, y perdemos de vista que vamos a un lugar diferente y eso trae consigo la necesidad de adaptarnos; o que somos diferentes a como éramos en nuestro paso anterior por el club, que también vive momentos distintos a los de antaño.
Prepararse… Prevenir…
Invertir tiempo en estudiar el terreno, analizar convenientemente las variables que tendremos que enfrentar y prepararnos para “la batalla”, son muchas veces las claves en las que se sustenta nuestra posibilidad de éxito; incluso, aunque suene feo, por encima de nuestra capacidad profesional.
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