domingo, 29 de agosto de 2010

Y Encima Ceba Mate

Venía feliz tras haber sido parte del momento más glorioso del básquet argentino (la medalla de oro en los Juegos de Atenas 2004), y el ingenio popular lo recibió en las canchas de la Liga Nacional con el hiriente rótulo de “Cebador Olímpico”. En ese entonces, Leonardo Gutierrez ya era el jugador más importante que tenía nuestra competencia interna, y las hinchadas rivales buscaban aportar lo suyo para tratar de evitar que “Leo” los lastimara en la zona pintada o con su ya temible tiro de tres puntos.
Gutierrez había jugado poco en aquella conquista de la llamada “Generación Dorada” del básquet argentino, es cierto, pero todos sus compañeros valoraban su aporte en la intimidad del grupo, como vital para conseguir la química y armonía que los llevó al primer escalón del básquet FIBA. Claro que eso no suele contar para el hincha rival, y a veces, aunque parezca mentira, tampoco cuenta para algunos sectores del periodismo.
Leo” jugó poco también en Japón 2006 y alguno pensó que su ciclo en la Selección estaba terminado, pero a partir del Preolimpico de 2007 la historia iba a cambiar. Las Vegas lo vio llegar disminuido por una lesión, pero su importancia desde lo anímico en un equipo complicado por la ausencia de las principales figuras lo convirtió en un referente a esperar. El desgarro que había sufrido en la etapa de preparación lo iban a dejar afuera de los dos primeros juegos, pero nadie se animó a discutir su inclusión en la lista. Era uno de los históricos en un equipo que llegaba sin Ginóbili, Nocioni, Oberto, Sanchez, Fernandez, Wolkowyski y Herrmann. Era el mejor jugador de la Liga Nacional… Nadie, en ese momento, lo veía como un buen cebador de mate.
Tiempo atrás, en otro artículo, decía que “El arte de reinventarse o de la autosuperación, es patrimonio de aquellos que, aún sabiéndose buenos, tienen la capacidad y la voluntad para seguir buscando cosas para mejorar”. Ejemplos hay a montones en el deporte mundial y en esa nota mencionaba la metamorfosis que fue sufriendo Michael Jordan a lo largo de su carrera, y recordaba, entre los “terrenales”, a Sebastián Uranga, quien curiosamente fue compañero de “Leo” cuando empezaba a aparecer en aquel glorioso Olimpia de Venado Tuerto. Uranga fue ejemplo en eso de “reinventarse”, y Gutierrez no se quedó atrás, y año a año fue agregándole cosas a su juego cerca del canasto, al punto que hoy uno de sus atributos salientes es el tiro de tres puntos.
¿El porcentaje en los triples es más importante que los buenos mates? Ni ahí… “Leo” le agregó cosas a su juego, si, pero el atributo que lo hace “diferente” no está en su mano para el tiro, sino en lo que aporta desde lo anímico dentro y fuera de la cancha. No juega en la NBA ni en Europa, pero es sin lugar a dudas uno de los referentes que tiene hoy el plantel. Positivo a más no poder para sus compañeros (da igual si salta desde el banco o le toca jugar de movida como ante Australia), pero sobre todo, dueño de una confianza increíble que le permite reponerse de un arranque errático, como el que tuvo sin ir mas lejos en el choque con los australianos. Venía torcido detrás del arco, pero “Leo” toma los tiros convencido, y fallar no le hace mella en su confianza, al punto que es capaz de seguirla tirando hasta que se le abra el aro. Lo hizo contra Australia (5 de 10 en triples), en un Mundial, de la misma manera que lo hace todas las semanas en las canchas de la Liga Nacional.
Personalidad y Convicción. Atributos que lo hicieron importante como para ganarse un lugar en planteles ricos en los que tuvo poca participación dentro de la cancha, como el de Atenas o el de Japón, y que lo potenciaron para seguir creciendo basquetbolística y humanamente hasta convertirse en el jugador y puntal que es hoy por hoy.
Y encima, ceba buenos mates…

martes, 17 de agosto de 2010

El Valor de la Prevención

“El equipo está para atrás, necesita un psicólogo”.
La sentencia tiene su toque de humorada, pero es a todas luces durísima. El hincha, dirigente, incluso el propio protagonista (entrenador o jugador) suelen usarla cuando la cosa no da para más, incluso cuando la tarea de reconstruir es casi imposible porque todo se fue de las manos.
El tema es que, así y todo, desgraciadamente para nosotros los Psicólogos, la cosa no suele pasar de ahí: una frase que marca una realidad pero que, salvo contadas excepciones, no tiene su correlato en la acción. Se habla de que “tal o cual (DT, jugador, equipo) es caso de diván”, pero no se levanta el teléfono para contratar un psicólogo.
No me corresponde a mi analizar los por qué. La difusión de nuestra tarea no es la mejor y se conoce muy poco de lo que puede aportar un psicólogo dentro de un plantel o cuerpo técnico, y así estamos… Lejos de la acción.
A esta altura, el título de la nota parece haber quedado en el olvido, ¿no? “El Valor de la Prevención”. Pero aquí voy…
Generalmente se habla del Psicólogo en situaciones como la citada líneas arriba. En medio de la crisis, cuando el equipo o el jugador en cuestión ya están totalmente fuera de su eje natural. Son realmente pocos los que piensan que, sumándolo en el inicio del proceso se puede ayudar a prevenir un montón de situaciones negativas.
Muchos de los proyectos que dan vueltas por ahí hablan de temas como “Manejo del Stress y las Presiones”, “Concentración y Foco”, “Optimizar la Comunicación”, “Armado de Grupos”, “Manejo de Crisis”, etc… Los míos también eh… Pero generalmente, cuando uno presenta este tipo de propuestas, difícilmente los encargados de decidir le den prioridad, porque en nuestro país deportivo (y no solo deportivo) impera la cultura de “si anda bien, ¿para qué tocarlo?”.
En muchas estructuras se contrata al Médico para tenerlo a mano para cuando se produce alguna lesión, descuidando o desestimando el aporte que puede hacer el “doc” en todo lo que tiene que ver con la prevención. Llamamos al nutricionista para que controle a los gorditos o haga engordar al flaco que promete, y así con muchos factores por el estilo. El tema es que cuando llegamos al Psicólogo, la cancha está tan embarrada que a esa altura ya las decisiones a tomar apuntan a cambiar al Entrenador.
¿Qué puede ayudar a prevenir un Psicólogo? Y, en primer lugar, tenerlo a mano, integrando el cuerpo técnico – médico le dará la familiaridad necesaria para sacarlo del mote de “cuerpo extraño” con que suele vérsenos en muchas estructuras deportivas, y esa familiaridad, ese estar a mano, será la llave para que el deportista se acerque en busca de apoyo, de la misma manera que lo hace con el PF cuando no se siente bien físicamente, o como lo hace con el médico cuando tiene algún problema, lesión o similares.
El deportista es un ser humano, y los humanos sufrimos angustias, ansiedades y depresiones, que suelen desembocar en insomnios, somatizaciones, trastornos de desconcentración, irritabilidad, temores, y tantas cosas más.
Un jugador mal dormido difícilmente pueda rendir a pleno, y obviamente, producto del cansancio estará propenso a lesionarse.
Todos somatizamos algo alguna vez, dolores que aparecen y no tienen una causa física real y que se transforman en molestias que nos dejan sin entrenar o nos limitan a la hora de salir a la cancha.
Si la angustia, la ansiedad o la depresión ganan la partida, la cabeza está en otro lado y el nivel de concentración baja considerablemente, lo que provoca desatenciones tácticas o fallos inesperados que pueden costar partidos y campeonatos. Y ni hablar del jugador que está irritable y se hace expulsar tontamente, ¿no?
Nos acordamos del Psicólogo cuando las cosas no funcionan. En términos de grupo, cuando están todos peleados por ejemplo. Y del mismo modo que “estando a la mano” se pueden prevenir estos trastornos individuales, ese “formar parte” nos permite conocer el grupo a fondo y poder anticiparnos a las crisis, para ayudar al Entrenador a manejarla a gusto, a diferencia de lo que implicaría el “pilotearla como pueda”.
Prevenir. La clave para evitar que esos mismos trastornos típicamente humanos que nos afectan en la vida cotidiana, se trasladen a la cancha, donde el deportista, además de responder a un contrato, presiones por resultados, ilusiones populares y demás, debe luchar contra sus propios problemas, porque, recordemos, se trata ni más ni menos que de un ser humano como vos, o como yo…

lunes, 9 de agosto de 2010

Intercambiando Informacion

"Ciencia y Quimica" tiene el placer de intercambiar links y afecto a la distancia con "La Bitácora del Doctor Ucha", el Blog del prestigioso Doctor en Psicología cubano Francisco García Ucha, una via preferencial para encontrar informacion acerca de la Psicología del Deporte.
http://ucha.blogia.com/

El Lider Positivo

Todo equipo necesita un líder. Es más, todo equipo tiene un líder… Hay líderes buenos y malos, positivos o negativos. Y en la calidad de sus líderes reside gran parte de las chances del equipo de alcanzar sus metas. Así le va al País, ¿no? Superpoblado de líderes más interesados en el beneficio individual, la carrera de egos o la lucha por el poder que en el bien común. Y los planteles deportivos no son la excepción a la regla. Los hay integrados por líderes positivos que los llevan hacia adelante, pero también se ven (y mucho) aquellos que tienen en sus filas líderes o jugadores de renombre, que por estar más preocupados por hacer “la suya” que por ayudar a encauzar al grupo, terminan siendo casi casi una manzana podrida.
El primer líder que salta a la vista en un grupo deportivo, generalmente, es el entrenador, quien por peso específico y funciones es la autoridad saliente en el equipo. En algunas estructuras suele verse también la figura de un manager o un dirigente de peso. Pero el punto crucial de nuestra historia apunta a los líderes dentro del grupo propiamente dicho.
El líder es aquel que, en cierta medida, marca los tiempos en la convivencia de un grupo; de allí que sea tan importante el ojo clínico del reclutador a la hora de escoger los jugadores que van a integrar un plantel.
Si de citar máximas se trata, es difícil recordar algún gran equipo que no haya tenido un gran líder, y en este rubro no hablamos específicamente del caudillo que hace escuchar su voz, ya que mandar o gritar no es condición excluyente para ser considerado como tal.
Antaño se relacionaba directamente al líder con “la voz cantante”, el grito o reto en el momento oportuno. Pero también con algunos privilegios cuanto menos cuestionables; como zafar de algún trabajo físico o gozar de algunas diferencias en el trato o la convivencia.
Un buen líder puede ser ejemplo y dejar su sello aún sin gritar, ya que su impronta lo hace importante aún en el silencio. El líder no necesariamente es el jugador más grande, de mayor trayectoria o talento, tampoco el goleador y ni siquiera el más remunerado.
El líder positivo marca los tiempos con actitudes concretas. Es habitualmente el primero en llegar al entrenamiento y uno de los últimos en irse. Está atento a las necesidades de sus compañeros. Pone la cara por el grupo en las malas y es generoso para compartir los flashes y los elogios con sus compañeros en los momentos de gloria.
Las supuestas peleas internas producto de un liderazgo débil de parte de dirigentes, capitán y de los propios jugadores, fueron la gran diferencia entre la España campeona de la Davis 2008 y una Argentina que, con todo y viento a favor (Del Potro, Nalbandian y el peso de la localía) se quedó con las ganas de ganar su primer ensaladera.
Las diferencias entre sus máximos referentes dejaron al costosísimo plantel de Boca sin Clausura ni clasificación para la próxima Copa Libertadores; y ni hablar de lo que le costó a la Selección de Maradona (y antes de Basile); transitar por las Eliminatorias para Sudáfrica 2010.

Historia diferente la del básquet, ¿no? Donde parece que cada uno tiene claro su rol, desde el entrenador hasta el jugador más joven o de menor protagonismo. Donde la cultura del trabajo y la solidaridad están muy por encima de los egos que podrían nublarle la vista a figuras millonarias (y no hablo solo de cuentas bancarias). Donde entrenar y cumplir horarios como si fuera uno más es más importante que cualquier otra cosa. Eso, decididamente, marca a fuego la intimidad del grupo, porque si el NBA es quien más se entrena, el primero en pisar el comedor y acatar las pautas de convivencia, aquel que nunca le escapa a los micrófonos en las derrotas y que se pierde en la maraña de abrazos dejando que otros tomen primero el micrófono cuando se gana, ¿cómo no va a “portarse bien” aquel que disfruta de su primera convocatoria?
Y con líderes así, el camino hacia el éxito es mucho más sencillo. Después habrá que ponerle táctica, estrategia, talento y temperamento, pero si el grupo está en buena sintonía, todo es mucho más fácil, ¿no?

viernes, 6 de agosto de 2010

Ciencia y Química

Esta fue la primera nota del Blog, allá por diciembre pasado, pero ahora, con las temporadas de muchos deportes a punto de comenzar vuelve a cobrar vigencia...

(Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia)
El Equipo Azul invierte 100 mensuales (los valores son simbólicos) en un DT; otros 100 en su Jugador Franquicia; 70 en dos jugadores importantes; 50 en dos de hombres de peso en la rotación y unos 25 en los sueldos del resto del plantel. Gasta 100 más en el resto del cuerpo técnico (asistente, preparador físico, médico, planillero, etc) y las sumas comunes a todos los equipos en hotelería, viajes e indumentaria; amén de los costos federativos, de arbitraje, instalaciones y demás; conformando un presupuesto más que interesante.
El Entrenador es un brillante estratega y sus jugadores son de lo mejor de la liga. Ergo, el Equipo Azul tiene potencial para pelear el título. Pero... ¿Hasta qué punto sirve la inversión si el Equipo no tiene la química necesaria para plasmar en la cancha su potencial técnico-táctico?
Una de las frases de cabecera en el deporte mundial es “el mejor psicólogo del plantel es el entrenador”, y en muchos casos, es cierto. El Entrenador es quien baja las pautas con que se maneja el grupo, maneja los hilos y tiempos del plantel. Decide quien juega y quien no; y decide también a que se juega o que estrategia se utiliza. Determina si se entrena o si se tiene día libre, y hasta que jugador deben contratar los dirigentes. Y por si esto fuera poco, tiene que tratar que todos los integrantes de su plantel estén preparados física, táctica y psicológicamente para salir a la cancha.
Cada integrante del Cuerpo Técnico tiene una tarea específica, pero el aspecto anímico no siempre tiene un “encargado” puntual, y la tarea se la reparten, según el caso, entre el entrenador, el asistente, el preparador físico o el médico. A veces resulta bien, pero otras veces, las preocupaciones inherentes a cada función hacen que ninguno tenga el ojo disponible para detectar problemas de esta índole, o el tiempo y las herramientas para manejarlos, y entonces empiezan a aparecer síntomas tales como:
- el jugador que está en banco y se bajonea porque no juega, provocando cierto tipo de tensión en el clima general.
- el jugador A tiene roces con el jugador B, y los dos son titulares e importantes.
- el clima entre jóvenes y experimentados no es el ideal y eso provoca que las cosas no sean tan fluidas como debieran dentro de la cancha.
- el jugador Z se pone nervioso, se saca y por sanciones disciplinarias está más afuera de la cancha que adentro; provocando que el resto empiece a mirarlo de mala manera.
- Y la lista de ejemplos podría seguir interminablemente.

Para el común de la gente, la química es algo que se da por naturaleza, pero aunque parezca mentira, "la química es algo que se puede conseguir, fabricar o mejorar", trabajando sobre las estructuras del grupo.
En algunos casos, se puede trabajar en reuniones de equipo con todo el plantel, pero también se lo puede hacer a través de apoyar al entrenador con observaciones que el propio DT o sus colaboradores no siempre pueden hacer debido a que están sumidos en su función especifica: entrenar y buscar las estrategias de juego para ganar los partidos.
“¿Me da 2 kilos de química por favor?”