La frase es vieja, conocida y viene a cuento de una mala
costumbre que solemos ver seguido en la comunidad deportiva: buscar excusas o
razones mágicas para justificar una derrota o un mal desempeño.
En el mundo deportivo
todavía siguen fuertemente arraigadas creencias que responsabilizan a la suerte
o factores mágicos por gran parte de sus resultados. Echarle la culpa a la
suerte es, en primer lugar, deslindar gran parte de tus responsabilidades en lo
que esta sucediendo o estas produciendo.
Ante una racha negativa, se suele escuchar la archiconocida frase “estamos
orinados por un elefante”, y si bien la sentencia tiene mucho de folclórico, lo
cierto es que generalmente suele servir de paliativo para el dolor que nos
provoca la derrota, y es sabido que los paliativos son, solamente, paliativos.
Curan o calman un síntoma, en este caso el dolor que causa perder un juego o una mala actuación, pero difícilmente ataquen la verdadera causa que nos puso en la incómoda situación que estamos viviendo. Perdemos, nos duele, le echamos la culpa al pobre elefante, al mufa que nos vino a ver o vaya a saber a que más, y damos vuelta la página.
Curan o calman un síntoma, en este caso el dolor que causa perder un juego o una mala actuación, pero difícilmente ataquen la verdadera causa que nos puso en la incómoda situación que estamos viviendo. Perdemos, nos duele, le echamos la culpa al pobre elefante, al mufa que nos vino a ver o vaya a saber a que más, y damos vuelta la página.
En el deporte hipercompetitivo y profesionalizado de hoy, yo
prefiero esa frase que dice “cuanto más entreno, más suerte tengo”. Yendo al
extremo, pero siguiendo esta línea, prefiero pensar que un tiro en el palo
no es mala suerte, sino mala puntería.
En definitiva, soy yo el que sale a la cancha, ¿no? ¿A que
se debe entonces tanta necesidad de compartir las culpas de una posible mala
actuación con algo esotérico, fortuito o ajeno a mi? Si me preparo bien, voy a
tener más posibilidades de jugar bien, y por ende de alcanzar los resultados anhelados. Pero si
me preparo mal…
El deporte está muy lejos de ser un juego de azar. Para
alcanzar resultados hay que trabajar, cuidarse y, sobre todo, crecer. Como todo
en la vida, el deportista que evoluciona es aquel que aprende y adapta eso que
le enseñan o transmiten a su realidad personal para hacerlo cien por ciento
productivo. Si pierdo, si juego mal, seguramente es por algo que no hice tan
bien en el camino de preparación. ¿El rival jugó mejor? Si, el también se
prepara, tal vez tiene mayor potencial y por ende, a igual preparación, suele
ganar el mejor. ¿Por qué meter en el medio al pobre elefante, la pata de conejo
o lo que fuera? Pensar en factores externos o esotéricos solo atenta contra tu
seguridad, y siempre decimos o escuchamos que para jugar bien o rendir hace
falta actitud, determinación, convicción y demás, ¿no?
Entonces…
Si algo sale mal o no está saliendo como deseabas o soñabas,
en lugar de pensar en fuerzas extrañas, metete para adentro y fijate que estás
haciendo mal, o no tan bien, o que podés cambiar para empezar a torcer esa
historia. Porque en definitiva, DEPENDE DE VOS, y de nadie mas.