lunes, 22 de febrero de 2010

Ninguna Lotería

Hablar exclusivamente de “Lotería” o de “Suerte” cuando uno está parado frente al punto del penal o la línea de foul, no puede dejar de sonar, como mínimo, a una sentencia parcial.
Repasemos la lista de ingredientes necesarios para salir victoriosos cuando uno se planta ante el punto del penal, debe ejecutar un tiro libre en básquet o realizar un saque de potencia en vóley, por citar algunos ejemplos en los que hay un ejecutante solitario en un deporte de conjunto. Armando esa lista de ingredientes con amplitud de criterio para no dejar a nadie afuera, podemos convenir que nos harán falta, entre otras cosas, Técnica, Serenidad y, por qué no, una pizca de Suerte.
Técnica para tomar carrera, plantar bien el pie de apoyo y entrarle a la pelota, entre otras cosas, cuando uno ejecuta un penal; para colocar debidamente los pies, flexionar las rodillas, colocar correctamente hombro y brazo en la escuadra necesaria y realizar el necesario quiebre de muñeca a la hora de lanzar un tiro libre; o para lanzar la pelota hacia arriba o adelante, realizar el salto en busca del balón y poner la mano en posición correcta para realizar un buen impacto si hablamos de un saque de potencia. Técnica que se aprende, trabaja, pule y practica durante años, buscando llegar al escalón más cercano a la perfección.
Serenidad para poder elegir de que manera vamos a hacer la ejecución (en el caso de un penal, por ejemplo, si vamos a patear con sutileza o elegiremos el fierrazo a la cabeza del arquero), para escoger el lugar a donde vamos a dirigir el balón y para lograr la Concentración necesaria para poder concretar exitosamente la misión.
Suerte para que en el momento de realizar la ejecución no meta la cola ningún factor externo (viento, luz, etc) que nos distraiga o haga torcer la mira.
Decía que la “Técnica que se aprende, trabaja, pule y practica durante años”. La Suerte suele ser ingobernable, pero hay muchos que tratan de manejarla, controlarla o ayudarla con ritos o cábalas, que racionalmente hablando, solo sirven para mejorar o levantar la confianza del ejecutante. ¿Qué pasa con la serenidad y la concentración? La respuesta es que, salvo excepciones, se trabaja muy poco sobre estos ítems.
El deportista se entrena técnicamente, trabaja en la parte física y cuida su organismo para estar en condiciones de rendir, pero increíblemente, descuida su entrenamiento mental, y por ello, pese a tener una técnica depurada y en algunos casos exquisita, a estar diez puntos físicamente y a tener todo el apoyo estructural necesario detrás, más de una vez termina fracasando a la hora de conseguir un objetivo aparentemente fácil, como ejecutar un penal, un tiro libre o un saque en algún momento clave del partido.
Esa Serenidad que nos permite concentrarnos al punto de lograr sentirnos solos frente a la pelota y el arco / aro / red, en un estadio poblado por miles de personas, es propiedad de unos pocos elegidos; pero eso no quiere decir que un deportista de carne y hueso no lo pueda conseguir con trabajo. En definitiva, no solo Riquelme o Messi patean bien los penales; o meter un tiro libre no es algo reservado exclusivamente para Ginóbili o Prigioni. Miles de jugadores no tan talentosos son terriblemente efectivos a la hora de estar parados ante la línea de sentencias, ese lugar donde tal vez no hace falta tanta destreza física, y en el que podemos sacar ventaja en base a Serenidad y Concentración.
Y eso, al igual que un sistema defensivo, los centros al segundo palo, el trabajo físico en pista o gimnasio o la implementación de una buena dieta, SE TRABAJA. Si, uno puede trabajar para poder manejar la ansiedad cuando le toca quedar solo frente a la pelotita. Mediante técnicas de respiración que permitan bajar esa ansiedad para poder estar serenos y lograr la concentración adecuada para poder ejecutar correctamente; o utilizando anclajes que nos permitan aislarnos del bullicioso mundo que nos rodea en el estadio, para lograr quedar solos con la pelota y la meta a lograr.
El mundo del deporte ha crecido increíblemente en muchísimos aspectos. Las tácticas han evolucionado, los físicos son marcadamente diferentes, ha cambiado la alimentación e incluso la indumentaria. Todo, obviamente, en base a trabajo, investigación y especialización, buscando no dar ventajas. Entonces, ¿por qué cuesta tanto aceptar la inclusión de especialistas en el aspecto anímico y mental dentro de las estructuras de trabajo deportivas? ¿No estaremos dando mucha ventaja?

jueves, 11 de febrero de 2010

¿La Loteria de los Penales?

El debate futbolero al respecto lleva tantos años como los que tiene este fatídico estilo de definición. ¿Es verdaderamente una lotería la definición por penales? El inconsciente colectivo dice que “si”, amparado en el hecho que más de una vez, al mejor equipo, o incluso a aquel que disponía de los mejores ejecutantes, le tocó quedarse con las ganas. Pero la historia sabe también de equipos que llegaron a ser temidos por sus rivales de turno en este tipo de instancias, a partir de su fama, suerte o supuesta mística ganadora. Para muestra, bien podemos remitirnos al Boca de Carlos Bianchi, que parecía agrandarse conforme se acercaba el momento, y que llegó a cosechar épicas victorias desde los doce pasos, incluso improvisando pateadores jóvenes y supuestamente inexpertos como Alvarez y Ledesma, como en aquella increíble definición copera en el Monumental, sin público visitante. Y ni hablar de la Argentina del Mundial 90, con el temido Goyco bajo los palos.
A la hora de los justificativos, el hincha dirá que “el arquero rival es un especialista porque siempre ataja uno o dos penales y eso condiciona al pateador”, que “el DT le da mucha confianza a sus dirigidos y por eso patean sin miedo”, o hasta que “estos tienen una suerte bárbara y por eso terminan ganando”. Así nació “el celular de Dios”, ¿no?
Lo cierto es que, más de una vez, el arquero especialista ataja penales en su equipo y no en la selección (o al revés); o el DT le da la misma confianza a todos sus dirigidos, pero unos la meten y otros no; o un día al celular se le acaba la batería antes de tiempo, la llamada no llega a destino y la suerte se acaba.
¿Cuál es el punto en común? Fácil: La Actitud. Actitud para plantarse con confianza ante una situación difícil y enfocarse para hacer lo necesario para alcanzar el objetivo.
Ahora bien, la actitud ¿viene de fábrica o se puede conseguir algún comercio del ramo? Y… La Psicología no es una ciencia exacta, y todos los seres humanos somos diferentes. Hay quienes traen desde la cuna la capacidad de agrandarse en las difíciles, así como también hay personas que se bloquean y merman su rendimiento en los momentos calientes porque traen algún condicionante desde chicos que los lleva a apichonarse cuando las papas queman.
Pero también hay personas que, con el tiempo, han aprendido a “ponerse en foco” cuando lo necesitan, logrando evadirse por un rato de los problemas o el acontecer cotidiano. Lo hace el médico que se concentra al punto de aislarse del mundo exterior mientras realiza una cirugía, el músico que toca o compone dejando volar la imaginación como si estuviera en trance, el mecánico que busca la falla en un motor defectuoso, el periodista que sonríe ante la cámara cuando le cantan “aire” pese a no estar viviendo un feliz momento personal, etc, etc, etc. Entonces… ¿Por qué no lo va a hacer un futbolista a la hora de patear un penal, o un jugador de básquet parado ante la línea de foul?
El cansancio, los problemas o el entorno no son obstáculo para alguien que sabe enfocarse. Y la capacidad de enfocarse no es algo que venga de fábrica solamente, sino que se puede conseguir con la ejercitación adecuada, a partir de técnicas sencillas que pueden darle al deportista esa anhelada capacidad para concentrarse pura y exclusivamente en el objetivo que tiene delante: el partido de la fecha, la gran final, un penal, un tiro libre o lo que fuera. En definitiva, así como uno espera que el cirujano maneje el bisturí alejado de cualquier situación personal que pudiera perturbarlo, que el periodista sonría cuando se prende la cámara y demás, también se espera que el jugador pueda poner todos sus mejores recursos en acción “a la hora de los bifes”. Porque en defintiva, para eso se prepara todos los días.

jueves, 4 de febrero de 2010

Los Chicos Crecen

El pibe pinta bien y en el club lo tienen como uno de los proyectos a cuidar. La rompe en su categoría, en la que juega con la tranquilidad de un veterano, y eso lo convierte en candidato para pegar el salto a la categoría superior, pero…
Cuando le toca jugar con los más grandes no es el mismo. Juega sin soltura, como atado, y no luce. Ni por asomo, parece el “veterano” que juega entre los de su edad. Por el contrario, está acelerado, al punto de cometer errores infantiles que lo vuelven irreconocible ante los ojos de aquellos que lo admiran cuando juega entre sus pares.
Inmediatamente, la tribuna empieza a sentenciar que “el pibe está verde”, los dirigentes caen en un cono de desilusión porque ya se frotaban las manos ante el futuro crack y hasta el cuerpo técnico termina envuelto en el manto de dudas que se cierne sobre aquel que tuvo la osadía de mostrar que tenía condiciones para ser un gran jugador.
¿Tan grande es el precio de la inexperiencia? A veces si. ¿Qué pasa, el pibe se olvido de jugar? No, jamás. Nadie se olvida de jugar, por lo que aquel que hace bien las cosas en su categoría, no tendría por qué no hacerlo de la misma manera entre los mayores. La diferencia, más allá de lo que lógicamente trae consigo enfrentar a rivales más pesados, fuertes o mañosos, según el caso, está en la actitud con que “el pibe” encare la aventura de jugar con los más grandes. Ahí, ni más ni menos, está la diferencia.
Actitud. Que no es lo mismo que Aptitud, ni mucho menos, temperamento.
Al pibe le pueden sobrar condiciones y talento. También puede tener mucha personalidad. Pero para el salto de categoría es vital tener la actitud correcta.
¿Cuál es la “actitud correcta”? Ni más ni menos que la misma con la que sale a la cancha en su categoría: seguro, decidido, suelto… El tema es que esa seguridad, decisión y soltura, en la mayoría de los casos, parecen perderse como por arte de magia en “el salto”.
Obviamente, todos los “pibes” deben atravesar el lógico período de aclimatación a la categoría superior, y pagar el derecho de piso correspondiente por jugar con rivales de mayor envergadura o experiencia. A algunos le cuesta más, a otros menos, pero el problema más grande se da cuando, además de ese “temido período de aclimatación”, “el pibe” se apichona, y el temor o exceso de responsabilidad lo llevan a conductas extremas como cohibirse o acelerarse en demasía, atentando contra sus propias posibilidades de mostrar en la cancha lo que realmente sabe hacer.
A veces, el mandato inconsciente que lo lleva a sentir temor o exceso de responsabilidad viene de su entorno, otras de la mano de su propio Entrenador, que no siempre tiene a mano la palabra justa para motivarlo o ponerlo en su foco o eje natural. Y entonces, “el pibe” no sale como siempre y termina rindiendo muy por debajo de lo que puede hacer.
No voy a caer en el facilismo de decir que “la presencia de un psicólogo en el plantel serviría para ayudar a los pibes a superar rápidamente estos trances”. Es algo obvio, ¿no? Pero no siempre hace falta un psicólogo para darle la palabra justa al “pibe” que tiene que pegar el gran salto.
A veces, que el DT le muestre su confianza con hechos concretos alcanza para que “el pibe”, sintiéndose bancado, empiece a soltarse. En definitiva, el mensaje que debería recibir el jugador es que, una vez superado el período de aclimatación a jugar entre los grandes, en la cancha, según el deporte, siguen siendo 5 contra 5, 6 contra 6 u 11 contra 11. Sigue habiendo una sola pelota y las mismas reglas que en su categoría. Y no hay muchos misterios más por develar.
Crecer no siempre es todo lo fácil que uno quisiera, y más de una vez una gran promesa termina quedándose en el camino culpa de este tipo de “piquetes emocionales” que a veces terminan desviándolo de la ruta del éxito.
Lo que no hay que dejar de lado en estas situaciones es que siempre se está a tiempo para hacerle “recuperar la memoria” a un “pibe afectado por este tipo de trances. No hace falta magia ni esperar que llegue el “partido soñado”. Un par de charlas y algún ejercicio de visualización pueden ser la llave que abra la puerta para volver a jugar…