viernes, 30 de agosto de 2013

Adaptarse al Nuevo Mundo

El avance tecnológico ha cambiado, en cierta forma, la manera de comunicarnos, y esos cambios han puesto a un enorme grupo de personas en situaciones a veces incómodas, que terminan atentando contra la fluidez que deberían tener algunos procesos claves en el mundo deportivo, como la comunicación y el aprendizaje.
El Capitán de la Selección Argentina de básquetbol, Luis Scola, pintó un panorama muy claro respecto a este tema cuando se lo consultó acerca de cómo es esto de convivir con chicos tan jóvenes en el Equipo Nacional: “Los chicos tienen otra forma de vivir la vida diferente a la nuestra porque los mundos cambiaron, sobre todo en los últimos diez años… Esto está archihablado, con la aparición de Facebook, Twitter, la PlayStation… La sociedad se maneja de forma diferente. A mi modo de ver ni mejor ni peor, simplemente diferente. Y me gusta esa interacción, me gusta escucharlos”.
Dos puntos clave en las apreciaciones de este “veterano” de 33 años: “el mundo cambió en los últimos diez años” y “me gusta escucharlos”.
El mundo cambió y el deporte no le va en zaga. Los físicos son diferentes, hay mas tecnología, scouting y soportes de distintas especialidades, incluso, aunque aún con menos participación de la deseada, lo psicológico. Pero la vida es muy diferente. No hay tiempo para nada, un altísimo porcentaje de chicos viven entre la doble escolaridad y las múltiples actividades, en muchos casos, porque Papá y Mamá trabajan; y los tiempos libres en lugar de en la plaza, el club o el potrero, se viven frente a la computadora. Los chicos tienen más contactos que amigos, chatean mas de lo que hablan, y entre el teléfono inteligente y la compu son capaces de sostener mas de 5 conversaciones a la vez, con el agravante que no le prestan la debida atención a ninguna.
Los adolescentes de hoy no son como los de antes en muchísimos aspectos. Pero como contrapartida, en algunas estructuras deportivas se intenta imponer métodos de trabajo basados en experiencias antiguas, que no siempre están adecuados a esta convulsionada época de cambios.
Los niveles de exigencia deportiva a veces no están del todo a tono con la realidad de los chicos. La vieja escuela, amparada en la experiencia y en los buenos resultados de otros tiempos, sostiene: “cuanto más jueguen mejor”, y así vemos, pasada cierta edad, chicos que juegan en 2, 3 y hasta 4 categorías. “Nada mejor que jugar”, dicen algunos formadores. Pero desconocen tal vez que ese chico/a, en esas 3 o 4 categorías juega y entrena, multiplicando hasta límites exorbitantes la cantidad de estímulos semanales entre entrenamientos y partidos, a los que tiene que sumarles las cargas horarias que vienen con el colegio y la vida social.
Si quiere ser deportista tiene que resignar cosas”, dicen muchos de esos formadores, sin tener en cuenta tal vez que los chicos de hoy parecen mas despiertos en muchas cosas respecto a los de antes, pero esa rapidez no siempre tiene el sustento emocional que necesita un joven para saber realmente lo que quiere, por lo que la adolescencia parece haberse estirado varios años, y así tenemos deportistas de mas de 20 actuando como autómatas que responden a ordenes e instrucciones por obligación cual estudiante secundario, lo que tiene su correlato en la vida deportiva, ya que muchas de las cosas que hacen se llevan a cabo sin la convicción necesaria que trae de la mano el aprendizaje, lo que provoca que ese deportista pase muchos años de su carrera aprendiendo y reaprendiendo una y otra vez cosas que antes se decían una sola vez y quedaban grabadas a fuego. Incluso, aquellas directamente relacionadas con su quehacer deportivo, como la alimentación, los cuidados y ni hablar de cómo prepararse mentalmente para un acontecimiento.
El estrés juega “su” partido. Y el desgaste que provocan el estudio - al que la mayoría de los deportistas escapa - y los, en algunos casos, excesivos niveles de exigencia, termina pasando factura en algunas situaciones muy marcadas: 1) merma en los niveles de aprendizaje o juego; 2) alteración del humor; 3) problemas para disfrutar de la actividad deportiva (producto a veces de la presión que viene de afuera o de la autoimpuesta por el joven deportista); y 4) lesiones que en algunos casos aparecen de manera sistemática o en momentos importantes (partidos decisivos, convocatorias a selecciones, etc.)
El peso psicológico inherente es insoslayable. El desgaste mental es evidente. Hoy todo insume energía mental, y no tenerlo en cuenta es una de las principales ventajas que se suele dar en muchas de las estructuras deportivas que apuestan por sus canteras. Preparan a los chicos física y técnicamente, en muchos casos, uniformando la formación bajo patrones establecidos, sin tener en cuenta la individualidad (quien es cada uno de mis jugadores/as) o la necesidad de adaptar esos patrones a los tiempos que corren.
Antes no se hablaba tanto de presión, jugábamos porque nos gustaba y punto”, dicen los viejos entrenadores y deportistas. Antes tampoco se hablaba tanto de motivación, enfoque o de la necesidad de trabajar sobre la cohesión grupal o el compromiso, sencillamente, porque antes se jugaba básicamente por el placer de jugar, ya que el deporte no era tenido en cuenta seriamente, como hoy, como una carrera o salida laboral, y ese costado lúdico es precisamente el que cambia toda la ecuación.
El deporte de estos tiempos insume mucho desgaste intelectual, ya que a las tan mentadas presiones y expectativas, hay que sumarle que la evolución en lo táctico lleva en muchos deportes a estudiar y aprender permanentemente. Y los chicos viven en medio de un mundo tecnológico que consume energía mental (aunque no lo parezca a simple vista) y que atenta contra los patrones de comunicación ideales para el mundo deportivo, ya que nadie da una charla técnica o habla con su entrenador de temas relevantes o pelea un contrato a través del chat o las redes sociales.
El mundo cambió, y el deporte, si bien se va actualizando, en algunos estratos aun se debate entre la exitosa metodología de otros tiempos y la necesidad de aggiornarse.

jueves, 8 de agosto de 2013

¿Señor Juez?

Los árbitros siempre están en el centro de la escena. Su principal atributo, se dice históricamente, debería ser pasar desapercibidos, pero como contrapartida, usan una camiseta diferente (antes negra, y depende el deporte hasta con llamativos colores), no tocan la pelota y todos los ojos se dirigen a ellos cuando lo que sucede adentro del campo genera alguna duda. No tienen hinchada, o mejor dicho, tienen la hinchada más grande, ya que hay partidos en los que las dos parcialidades se unen para acordarse de su familia. Y por si esto fuera poco “no se pueden equivocar”, porque cuando lo hacen perjudican a los protagonistas.
Los programas deportivos hacen foco en las “jugadas polémicas” y jugadores y entrenadores muchas veces se escudan en el haber sido perjudicados en tal o cual jugada que podría haber cambiado el eje del partido.
La pregunta entonces es… ¿A quién se le ocurre ser árbitro? Terrible, ¿no? Y la respuesta es a gente que, en la mayoría de los casos, la mueve una gran vocación y el mismo amor por el deporte que a jugadores y entrenadores, y por ende merece respeto y consideración.
Al igual que jugadores y entrenadores, los árbitros también deben prepararse para el hecho deportivo, y vaya si lo hacen. Los tiempos cambiaron, y ya no se ven jueces fuera de forma física, y en la mayoría de los deportes se los ve trabajar duro en actualización, capacitación y en la pista o el gimnasio. Pero a mi juicio, uno de los temas más importantes tiene que ver con la frase que abre la nota: “están siempre en el centro de la escena”, y eso, para muchos, es muy difícil de sobrellevar.
Con el “Caso Maglio” muy fresco por la polémica que generaron algunos fallos en el último Belgrano – Boca, inmediatamente se alzaron voces cuestionando o apoyando la labor del juez. Incluso, Miguel Scime, Director de Formación Arbitral de AFA, dijo al respecto que “esta vez a Maglio le tocó equivocarse”, y que ellos, desde AFA, tienen “que exigirle al máximo para que acierte”, pero lo más importante en la charla de Scime con Sportia (al menos desde mi humilde punto de vista) fue cuando manifestó que los árbitros debemos saber sobrellevar las alegrías y las tristezas”, y que “Los errores hay aceptarlos y reconocerlos”.
Manejar las emociones y los estados de ánimo es clave para que la autocrítica sea autocrítica y no una sesión de autocastigo que no aporte más que dolor. Algunas personas traen de fábrica esas condiciones, pero el resto de los mortales podemos trabajar para aprender a manejarlas.
Las aptitudes mentales, como superar o tolerar el error, se trabajan.
El arbitro convive a diario con el error y la presión, e introducir en su formación temas de inteligencia emocional es tan importante como brindarles mecanismos de contención a aquellos que tienen el terrible peso de “no equivocarse al tratar de impartir justicia”.
El error, sobre todo cuando hay tanta exposición, duele y desenfoca, x eso es importante aprender a convivir con ellos y sobrellevarlos positivamente para que no se conviertan en una carga imposible de sobrellevar.

martes, 6 de agosto de 2013

Comunicación Efectiva

Dice, en el capítulo que habla de la Comunicación en “El Psicólogo del Club”, (1) que “Gran parte de los problemas de Comunicación en los Grupos parten de la cabeza, o lo que es lo mismo, del Coach, Entrenador, DT o como se lo denomine según el deporte… La gran mayoría de los DT suelen tener un perfil comunicativo. Hablan y no le escapan al contacto con sus jugadores, la prensa o los dirigentes, pero a pesar de esto, lo cierto es que No todos los Entrenadores se comunican bien… Es más, muchos lo hacen bastante mal”.
Si, no es un contrasentido ni muchos menos. Un par de líneas más: “Muchos Entrenadores hablan muy bien, pero se comunican mal… Es común confundir dos términos que parecen estar íntimamente relacionados como Comunicarse y Hablar. Todos hablamos y nos expresamos, algunos mejor o más lindo que otros, pero eso no quiere decir que todos sepamos comunicarnos efectivamente con el otro…. Hay diferentes niveles de Comunicación. Comunicarse no es hablar bien o con un lenguaje florido o técnico, sino lograr que el mensaje llegue a buen puerto, y para ello es clave aprender a identificar los niveles de comunicación efectiva, ya que no es lo mismo disertar ante un auditorio o una clase, que comunicarle a un equipo un plan de juego o una instrucción táctica. Obviamente, en ambos casos el objetivo que perseguimos es hacernos entender, pero la diferencia sustancial radica en que cuando damos una charla técnica o una instrucción durante un tiempo muerto o un entretiempo, de la efectividad de esa comunicación puede depender el resultado del partido; por ende, es imperioso estar seguros que el mensaje emitido fue debidamente comprendido, y a veces, cuando hablamos, estamos más preocupados por nuestra alocución que por cómo están recibiéndola nuestros interlocutores”.
Obviamente, del texto se desprende que, para mi, humildemente, la clave está en “cómo están recibiéndola nuestros jugadores / as”, ya que si ellos entienden otra cosa la instrucción no va a llegar a destino y la orden no va a ser ejecutada convenientemente. ¿Entonces? Entonces hay que invertir tiempo en conocer quienes son nuestros jugadores / as para saber cómo llegarles. No hay otra salida.
Los códigos comunicacionales han cambiado mucho en los últimos tiempos, los adolescentes de hoy no son los mismos que antaño, y los deportistas de elite en muchos casos son en su mayoría adolescentes, por lo que aprender y aggiornarse en estos temas es vital si lo que soñamos o deseamos es alcanzar los objetivos para los que tanto trabajamos.
El estilo y los patrones de comunicación variarán entonces de acuerdo a la edad, el sexo, la condición social o el estatus deportivo de nuestros jugadores.
Por eso es que las formas de comunicarnos son casi tan importantes como aquello que queremos comunicar, algo que muchas veces los entrenadores suelen desestimar, atentando seriamente contra la calidad o las posibilidades de que su mensaje sea comprendido.
Abusar de los gritos y los insultos ha sido una constante en tiempos pasados en el mundo deportivo. La mal entendida masculinidad en el trato parecía surtir efecto años atrás, en los cuales muchos DT hacía uso y abuso de elevar el tono, en algunos casos al límite del maltrato, convencidos que era la única manera de sacar lo mejor de sus jugadores / as. Y a decir verdad, en algún tiempo, en cierta forma funcionó, pero para los adolescentes de hoy el grito, el insulto y el maltrato de sus supuestos líderes o superiores no es lo mismo que era en los 70 u 80, al punto que ese tipo de conductas lo primero que suelen conseguir es el cierre de todas las compuertas en los receptores, provocando que los gritos del entrenador de turno lleven al bloqueo o el rechazo de parte de aquellos a los que se esta intentando convencer.
Por eso, un sano consejo: "Sr. Entrenador, no grite mas. Un mensaje transmitido de buena manera tiene mas chances de llegar a destino”.
Levantar la voz puede servir para despertar a un jugador/a, pero abusar de los gritos (y ni hablar de los insultos) solo enturbia el proceso comunicacional, que para muchos muere en el preciso momento en el que el volumen sube más allá de los límites tolerables.
¿Por qué transmitir a los gritos o de mala manera? ¿Y si probás hablándole a tus jugadores/as como a vos te gustaría que te hablaran?
Un mensaje transmitido de buena manera tiene más chances de llegar a destino. Y si el mensaje llega a destino en buenas condiciones, obviamente habrá más posibilidades de que los ejecutantes toquen la canción que les estamos pidiendo.


(1) Libro escrito por el autor de esta nota, publicado por Ediciones Al Arco con prólogo de Luis Scola.

lunes, 5 de agosto de 2013

Preparáte para ser un "Fuera de Serie"

La Cabeza y el Trabajo Mental son, hoy por hoy, el mayor atributo que tienen los grandes deportistas. Basta mirar a los verdaderamente grandes para ver que, más allá de su talento, eso que los destaca o los ayuda a brillar es precisamente su cabeza. Los "mortales", por llamar de alguna manera a aquellos (muchos) que no llegan a alcanzar niveles óptimos de rendimiento, solemos quedarnos empantanados en esos momentos que llevan a nuestra boca frases como éstas:
“No tengo Confianza”; “No logro estar enfocado / concentrado todo el partido”; “Cuando algo no sale como quiero entro en una pendiente negativa de la que no puedo salir”; “No consigo tener buena relación con el Entrenador / mis compañeros”; “Estoy desmotivado”.
Seguramente habrás reconocido algunas de estas frases. Todos los que entramos a una cancha alguna vez pasamos por esos momentos. Y esto que sentís, que suele llevarte a situaciones incómodas, inevitablemente atenta contra tu capacidad de rendir satisfactoriamente o de crecer y potenciar tu rendimiento deportivo. Y aunque hoy te parezca algo difícil o imposible de controlar o superar, tiene arreglo.
Salir de estas “crisis” o “pozos” demanda algunos pasos: 1) reconocer el problema o bloqueo; 2) proponerte cambiar; 3) buscar ayuda.
Si, buscar ayuda.
El tiempo, un consejo o tener un partido inolvidable, pueden ayudarte a volver a la senda de la felicidad deportiva, pero… ¿Por qué esperar si se puede trabajar y encarar el problema para solucionarlo con mayor celeridad? Y más aún, ¿por qué seguir empantanado o gastar energías contra esas supuestas falencias, si podemos aprender a solucionarlas y prevenirlas?
La Psicología Deportiva ofrece hoy esas herramientas. ¿Qué es lo que te está frenando?
Ya ni siquiera la distancia suena como una excusa valida. Podes trabajar todo aquello que te molesta a distancia, usando la misma herramienta que te conecta con el mundo: tu computadora. 
Vivimos a mil y muchas veces, lo que nos angustia, presiona, bloquea o frena nuestro crecimiento, es tan evidente que nos cuesta aceptar que con un pequeño cambio podemos desatar una ola de bienestar y mejoras.
Dice Luis Scola en el prólogo de mi libro, “El Psicólogo del Club”:  Yo siempre digo que un jugador es la mezcla de tres cosas: físico, talento y cabeza. De acuerdo a cuanto de cada uno de los elementos tenga es el tipo de jugador que nos encontramos... Sin embargo la cabeza o la mentalidad son cosas mucho más difíciles de ver y también más difíciles de trabajar… A veces en la vida de un deportista es difícil ver cuánto influye la cabeza en una situación determinada, pero créanme que hace una gran diferencia… Una buena cabeza, tanto para mí como para muchos otros es la clave del éxito”.
Entonces… ¿Qué estás esperando para probar o aprender a trabajar esa cabeza? La diferencia entre disfrutar y sufrir dentro de la cancha es muy pequeña, y está claro que un deportista rinde más cuando disfruta lo que hace.
Salí del letargo. Ponéte a trabajar. Se responsable directo de tu crecimiento, solidez o de esa anhelada explosión.
Clínicas, Jornadas, Seminarios, Sesiones Presenciales o a Distancia (a través de Internet). Todas las herramientas son válidas para aprender de una vez a dirigir la cabeza hacia donde queremos y a controlar las emociones para que no nos jueguen en contra.
El deportista por encima de las circunstancias fortuitas. El trabajo y la preparación por encima de situaciones mágicas. La convicción más allá de la suerte.
"Los Fuera de Serie saben que no siempre ganan los mejores… Generalmente, ganan los que creen que pueden hacerlo". Vos también podés ser un "Fuera de Serie". Depende de vos...

Germán Diorio
Psicólogo – Especialista en Deportes
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@germandiorio