jueves, 8 de agosto de 2013

¿Señor Juez?

Los árbitros siempre están en el centro de la escena. Su principal atributo, se dice históricamente, debería ser pasar desapercibidos, pero como contrapartida, usan una camiseta diferente (antes negra, y depende el deporte hasta con llamativos colores), no tocan la pelota y todos los ojos se dirigen a ellos cuando lo que sucede adentro del campo genera alguna duda. No tienen hinchada, o mejor dicho, tienen la hinchada más grande, ya que hay partidos en los que las dos parcialidades se unen para acordarse de su familia. Y por si esto fuera poco “no se pueden equivocar”, porque cuando lo hacen perjudican a los protagonistas.
Los programas deportivos hacen foco en las “jugadas polémicas” y jugadores y entrenadores muchas veces se escudan en el haber sido perjudicados en tal o cual jugada que podría haber cambiado el eje del partido.
La pregunta entonces es… ¿A quién se le ocurre ser árbitro? Terrible, ¿no? Y la respuesta es a gente que, en la mayoría de los casos, la mueve una gran vocación y el mismo amor por el deporte que a jugadores y entrenadores, y por ende merece respeto y consideración.
Al igual que jugadores y entrenadores, los árbitros también deben prepararse para el hecho deportivo, y vaya si lo hacen. Los tiempos cambiaron, y ya no se ven jueces fuera de forma física, y en la mayoría de los deportes se los ve trabajar duro en actualización, capacitación y en la pista o el gimnasio. Pero a mi juicio, uno de los temas más importantes tiene que ver con la frase que abre la nota: “están siempre en el centro de la escena”, y eso, para muchos, es muy difícil de sobrellevar.
Con el “Caso Maglio” muy fresco por la polémica que generaron algunos fallos en el último Belgrano – Boca, inmediatamente se alzaron voces cuestionando o apoyando la labor del juez. Incluso, Miguel Scime, Director de Formación Arbitral de AFA, dijo al respecto que “esta vez a Maglio le tocó equivocarse”, y que ellos, desde AFA, tienen “que exigirle al máximo para que acierte”, pero lo más importante en la charla de Scime con Sportia (al menos desde mi humilde punto de vista) fue cuando manifestó que los árbitros debemos saber sobrellevar las alegrías y las tristezas”, y que “Los errores hay aceptarlos y reconocerlos”.
Manejar las emociones y los estados de ánimo es clave para que la autocrítica sea autocrítica y no una sesión de autocastigo que no aporte más que dolor. Algunas personas traen de fábrica esas condiciones, pero el resto de los mortales podemos trabajar para aprender a manejarlas.
Las aptitudes mentales, como superar o tolerar el error, se trabajan.
El arbitro convive a diario con el error y la presión, e introducir en su formación temas de inteligencia emocional es tan importante como brindarles mecanismos de contención a aquellos que tienen el terrible peso de “no equivocarse al tratar de impartir justicia”.
El error, sobre todo cuando hay tanta exposición, duele y desenfoca, x eso es importante aprender a convivir con ellos y sobrellevarlos positivamente para que no se conviertan en una carga imposible de sobrellevar.

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