
Los programas deportivos hacen foco en las “jugadas polémicas” y
jugadores y entrenadores muchas veces se escudan en el haber sido perjudicados
en tal o cual jugada que podría haber cambiado el eje del partido.
La pregunta entonces es… ¿A quién se le ocurre ser árbitro? Terrible,
¿no? Y la respuesta es a gente que, en la
mayoría de los casos, la mueve una gran vocación y el mismo amor por el deporte
que a jugadores y entrenadores, y por ende merece respeto y consideración.
Al igual que jugadores y entrenadores, los árbitros también
deben prepararse para el hecho deportivo, y vaya si lo hacen. Los tiempos
cambiaron, y ya no se ven jueces fuera de forma física, y en la mayoría de los
deportes se los ve trabajar duro en actualización, capacitación y en la pista o
el gimnasio. Pero a mi juicio, uno de los temas más importantes tiene que ver
con la frase que abre la nota: “están siempre en el centro de la escena”, y
eso, para muchos, es muy difícil de sobrellevar.

Manejar las
emociones y los estados de ánimo es clave para que la autocrítica sea autocrítica
y no una sesión de autocastigo que no aporte más que dolor. Algunas personas
traen de fábrica esas condiciones, pero el resto de los mortales podemos
trabajar para aprender a manejarlas.
Las aptitudes mentales, como superar o tolerar el error, se
trabajan.
El arbitro convive a diario con el error y la presión, e
introducir en su formación temas de inteligencia emocional es tan importante
como brindarles mecanismos de contención a aquellos que tienen el terrible peso
de “no equivocarse al tratar de impartir justicia”.
El error, sobre todo cuando hay tanta exposición, duele y
desenfoca, x eso es importante aprender a convivir con ellos y sobrellevarlos
positivamente para que no se conviertan en una carga imposible de sobrellevar.
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