lunes, 31 de mayo de 2010

¿Qué habrá querido decir?

Hablamos el mismo idioma, pero más de de una vez, pese a que usamos los mismos códigos, palabras o frases, no nos entendemos. El mensaje no llega a destino, o llega distorsionado, casi carente de significado. Otras veces, el problema es que nos metemos solos en diálogos de sordos: las dos partes hablan, pero ninguna esta escuchando lo que dice o intenta decir la otra parte. Y asi es difícil comunicarse, ¿no?
Hablamos y damos por sentado que el otro nos entendió, pero desafortunadamente, no siempre es así. Esto, pasa en la vida cotidiana y, obviamente, también en la vida deportiva, donde los problemas de comunicación suelen ser la madre de todos los problemas. Ejemplos hay a montones…
¿Cuántas veces nos quedamos mirando atónitos como un DT se pone loco y empieza a protestar de cara a los integrantes del banco de suplentes por el error o desobediencia que cometieron los jugadores que estaban en cancha en ese momento? Desde afuera, mirándolo con tranquilidad, se puede llegar a pensar que “está loco”, que “está haciendo docencia con los suplentes para que no se manden las mismas macanas que los que están en jugando en ese momento”, o simplemente “que son códigos y maneras de reaccionar comunes a muchos DT”. Pero la pregunta es: ¿fue efectivo ese rapto de bronca dirigido hacia el banco? Hmmm…
Poniéndonos en los zapatos del entrenador, cuyas pulsaciones suelen estar en la estratósfera, podemos comprender ese rapto de bronca pegado a su intento pedagógico de unir la descarga con la explicación para los jugadores que tiene a su lado en ese momento, pero lo cierto es que, salvo contados casos, la cosa no pasa de ese hecho aislado y más de una vez, los jugadores de campo ni se enteran lo que pasó en el banco; ergo, no siempre se enteran que hubo un error, ni que ese error provocó el estallido del DT, ni mucho menos como corregir ese error, en el que generalmente vuelven a caer minutos después.
Y este no es más que uno entre tantos ejemplos de comunicación poco efectiva.
Es cierto que, con la adrenalina a full no todos pueden pensar con claridad, y mucho menos comunicarse bien. Cuando uno está cansado, sin ir más lejos, suele agarrársela con el que tiene a mano, que no siempre es el culpable de nuestro cansancio, ¿no? Y con visión de humanidad, hay que reconocer que eso que sucede es comprensible. Pero también lo es que podemos aprender a optimizar nuestros códigos de comunicación para sacar el mayor provecho de cualquier circunstancia de juego.
En el fútbol, donde los cambios son más acotados en cantidad, solemos ver al DT o al Ayudante de Campo dando indicaciones sin arrebatos; pero en los deportes de salón (básquet, handball, voleibol) en los que se puede disponer a voluntad del banco de suplentes, más de una vez vemos al entrenador mandar a la cancha a un jugador con un grito de enojo con la escueta indicación de: “sacalo”, “cambialo” o algo por el estilo. La bronca opera en el código comunicacional del DT provocando que no haya instrucciones en positivo para el reemplazante, que a veces termina saltando a la cancha sin saber con precisión cuál es la falla grave que cometió el hombre al que tiene que reemplazar. Y es sabido que no todos los seres humanos respondemos igual en situaciones de stress elevado.
Basta meterse para adentro y pensar: ¿Cómo nos gustaría a nosotros que nos den una instrucción? ¿Cuál es el tono que nos enciende o nos pone en funcionamiento? ¿Hay algún tono, timbre o palabra que nos bloquea? ¿Cómo nos sentimos ante el grito o los movimientos ampulosos? Observar que nos pasa a nosotros ante este tipo de preguntas o situaciones nos va a ayudar a darnos cuenta algunas cosas respecto a este interminable tema de la “comunicación efectiva”.

lunes, 17 de mayo de 2010

Resultados y Procesos

Johan Cruyff, cuando era jugador del Barcelona, dijo en una de las tantas de notas periodísticas que daba a diario: "El fútbol, es el deporte más complicado: se hace con el pie, en un campo irregular y grande, y los once rivales te quieren quitar el balón. Hay que usar el cerebro a una gran velocidad para poder calcular por dónde se mueven los rivales. Hay leyes que conocemos los que estamos dentro: si buscas marcar un gol, no lo marcarás; si juegas como debes, marcarás".
Este concepto, obviamente, va mucho más allá de las polémicas entre “Bilardistas” y Menottistas”, y es importantísimo: No conseguiremos resultados si buscamos sólo resultados, si centramos nuestro esfuerzo únicamente en los resultados. Los resultados se consiguen cuando trabajamos el proceso previo que termina o desemboca en resultados.
Si un equipo juega bien tiene muchas más chances de ganar que de perder, ¿no? Y esto, sin entrar a debatir “qué es jugar bien”.
A las personas nos cuesta tomar decisiones porque no controlamos el final del proceso. Tenemos miedo a no conseguir los resultados que buscamos, porque no conseguirlos sería considerado un fracaso. Y el mundo del deporte tiene mucho que ver con ello. El Torneo Clausura consagró a Argentinos Juniors como el mejor, y para gran parte de la opinión pública, la mayoría de los 19 equipos restantes, habrán fracasado, ya que partimos de la premisa de que todos juegan solamente para salir campeones. Y no es tan asi… ¿O alguien puede animarse a catalogar de fracaso el segundo puesto de Estudiantes de La Plata o la brillante campaña de Godoy Cruz de Mendoza?
Más allá de todo esto, lo cierto es que es mucho más sencillo controlar el inicio, la búsqueda de opciones y el proceso, que el resultado final. El gol es el resultado de todo un proceso, que se consigue cuando se juega bien.
¿Querés conseguir algo? Focalizá tus esfuerzos en el proceso. No te esfuerces en los resultados, concentrate en el proceso y llegarás a las metas sin darte cuenta.
Si sos Dirigente o Manager, lo tuyo será tomar decisiones acertadas a la hora de elegir el cuerpo técnico con que encararás el proceso y buscar generar las mejores condiciones de trabajo; si sos Entrenador lo tuyo seguramente pasará por elegir como conformarás tu plantel y planificar la estrategia integral con que llevarás adelante la temporada, el armado del grupo y todo lo concerniente a tu función propiamente dicha; y si sos Jugador, tu foco estará en adaptarte al grupo y los pedidos de tu entrenador y en trabajar día a dia para superarte y seguir creciendo.
Jugando bien se gana más de lo que se pierde, y para jugar bien hay que trabajar en el proceso, porque un equipo que no trabaja bien en la semana, difícilmente tenga herramientas para conseguir y sostenter un buen rendimiento. Los resultados, después, serán producto de ese trabajo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Te Extraño

Armar un equipo no es fácil. Lleva tiempo soñarlo, pensarlo, seleccionar a sus integrantes o refuerzos en caso que se pudiera, trabajar en su armado y cohesión, en su tramado táctico y muchas cosas más. A veces la química se da rápido y ayuda, otras no tanto, pero cuando el trabajo de los encargados de darle forma es bueno, tarde o temprano el equipo aparece y podemos disfrutarlo. Pero...
La vida no es precisamente un lecho de rosas, ¿no? Y asi como en todos los órdenes sufrimos pérdidas, en la vida de los grupos deportivos también se suele dar que, por imperio de una lesión o de un pase – venta o transferencia, nos toca perder una pieza de ese equipo que tanto nos costó formar. Generalmente, esas pérdidas tienen que ver con jugadores importantes dentro de la estructura, por no decir el más importante. Y más de una vez, el dolor o la conmoción que nos provoca esa ausencia nos lleva a vivir una situación de duelo que pareciera meternos en una ciénaga de la que nos resulta imposible salir.
La primera reacción ante la pérdida suele ser buscar alguien que ocupe el lugar que nos quedó vacante en el rompecabezas. Pero la búsqueda no es fácil, porque generalmente tenemos que ocupar ese hueco con alguien que estaba tapado a la sombra de esa pieza importante que ahora nos falta.
A veces se da que esa búsqueda resulta exitosa, porque el sustituto estaba ahí, agazapado esperando una oportunidad como la que se le presenta ahora, y luego de un breve período de aclimatación el equipo vuelve a recuperar su fisonomía original.
Pero también nos encontramos con situaciones en las que la pieza perdida es muy grande y el peso de la responsabilidad suele bloquear a nuestro “elegido”, que de repente se encuentra en una situación que tal vez ni siquiera tenía en mente. Entonces, el Entrenador y el Grupo depositan todas sus expectativas en el “sustituto”, quien sobrepasado por la situación termina cayendo en un pozo del que le resulta imposible salir y que deja al equipo empantanado en el barro.
Tomar el camino más corto (buscar alguien que ocupe el hueco y pasarle la posta) no siempre suele ser lo más aconsejable, por varias razones. En principio, porque no siempre vamos a tener la suerte de tener alguien listo para tomar la responsabilidad, y pasarle la posta a un jugador que no estaba maduro o preparado para hacerlo puede provocarle un bloqueo que no solo atentará contra el rendimiento del deportista en cuestión, sino contra el del equipo todo, que inconscientemente empieza a gritar a viva voz “te extraño”, porque el sentimiento de pérdida se potencia con la frustración que provoca haber equivocado el camino a la hora de elegir el reemplazante.
Por eso, lo más recomendable en estos casos es tratar que el grupo en su totalidad asuma la pérdida y se haga cargo de la responsabilidad de tapar el hueco. En definitiva, si la pieza que perdimos era importante, sería tan ilógico como injusto pedirle al suplente que se haga cargo solo. Para el sustituto, sentirse apoyado por el grupo es liberador, porque ese apoyo hará que no sienta que tiene que cargar solo con la pesada mochila que le dejaron, y eso le permitirá crecer como jugador sin apuros ni sobresaltos que atenten contra su rendimiento. En tanto que al grupo, por un lado lo hará crecer en su faceta solidaria (el “todos para uno y uno para todos no falla”) y fundamentalmente evitará el riesgo que trae aparejado el no poder resolver la pérdida.
Barajar y dar de nuevo, aunque tengamos menos o casi las mismas cartas, siempre es saludable en estos casos…

lunes, 3 de mayo de 2010

Incomunicados

En la era de las comunicaciones, donde todos, en mayor o menor medida nos manejamos con internet, mensajes de texto y telefonía celular, curiosamente, el mayor problema que hay en los grupos deportivos, profesionales, semiprofesionales o amateurs, es la falta de comunicación.
Hemos mejorado en un montón de cosas, y como existen estas herramientas, se ha optimizado la manera de enviar mensajes, memos, avisos de cambios de horarios, etc. Cada vez son menos los que quedan colgados porque no les avisaron, ya que un sms, un mail, el msn o el facebook ayudan a agilizar algunos procesos.
Pero asi como se ha avanzado tanto en este aspecto de la comunicación, se ha retrocedido mucho en otros tal vez más importantes de la vida del grupo, que tienen que ver con las relaciones directas con los jefes (léase entrenadores, dirigentes) o compañeros de trabajo (jugadores).
Ejemplos hay a montones. El culebrón Riquelme – Palermo es uno de ellos. Comparten muchísimo tiempo juntos, pero se hablan a través de los medios. ¿Solo pasa en Argentina? Ni ahí, miren a Tevez quejándose porque Mancini hace entrenar al Manchester City en doble turno ante los periodistas… ¿No sería más lógico que lo hiciera en la intimidad? Y si lo hizo, ¿qué pasa con la autoridad o los códigos de un grupo en los que un compañero saca a relucir cuestiones como esta? Evidentemente, algo está fallando desde la cabeza o desde el primer escalón de la cadena de mando, y obviamente en mayor o menor medida este tipo de cortocircuitos afecta a la vida del plantel.
Bajando el nivel de exposición, en otros ámbitos, incluso en el deporte formativo, mas de una vez nos encontramos con jugadores que no juegan en el puesto que más les gusta, y no saben por qué el DT los pone en la posición que ocupan hoy en la cancha; otros no tienen muy claro que pretende de ellos el entrenador dentro del campo de juego; los hay también que no se adaptan a la vida del plantel porque desconocen aspectos importantes de la idiosincrasia del grupo, y así podría seguir tirando ejemplos hasta el cansancio.
Saber qué pretenden de mi o qué tendría que mejorar para optimizar mi rendimiento y mis chances de jugar es importantísimo, pero curiosamente, muchísimos jugadores no tienen respuestas precisas para estas preguntas, en la mayoría de los casos, sencillamente, porque no fueron a las fuentes.
El deporte se ha profesionalizado y especializado terriblemente, pero también ha involucionado en todo lo que tiene que ver con fortalecer la intimidad y la idiosincrasia grupal, y más de una vez, esa es la razón fundamental por la que un equipo no alcanza los objetivos que se ha propuesto o que la calidad de sus integrantes permite inferir que debería alcanzar.
Antes eran más comunes los asados, rondas de mate o reuniones extra entrenamiento, y con ellos indirectamente se fomentaba o fortalecía el contacto interpersonal entre compañeros, entrenadores y dirigentes. Conocer al otro es un herramienta invalorable que ayuda a hacer más llevadera la convivencia y fortalece las pequeñas sociedades. La vida moderna, en la que vivimos corriendo detrás de obligaciones reales e inventadas, le ha quitado tiempo a este tipo de contactos, por lo que los tiempos del grupo o plantel se reducen a las dos o tres horas de entrenamiento físico y técnico-táctico, en los que difícilmente haya tiempo para saber que le pasa a tal o cual jugador y viceversa.
Antes el entrenador decía “el mejor psicólogo del plantel soy yo”, y en esos tiempos en los que había mucho contacto interpersonal y el DT conocía detalles íntimos de sus jugadores, tal vez no le faltaba razón. Pero en esta época de entrenamientos cortos e intensos y pocas horas invertidas en el trazado humano del grupo, darle una un marco formal de descarga al jugador para poder expresar sus broncas, dudas, temores o clarificar puntos de vista; y un apoyo adicional al cuerpo técnico que le permita optimizar aún más los tiempos y relaciones internas, o tener un ángulo de mirada diferente no es un aporte menor, ¿o si?