En la era del 3G, el wifi, los blackberrys y los iphones es inevitable pensar que “estamos comunicados”. Antes era más difícil hablar, expresarse, pero ahora cualquiera pone lo que siente en facebook o twitter, o cualquiera crea su propio blog para volcar experiencias y conocimientos. Si, sin lugar a dudas, estamos más comunicados.
Hoy todos disfrutamos de esa posibilidad de comunicación que nos ofrece el mundo tecnológico, posibilidad que, así como nos acerca a mucha gente, casi al mismo tiempo nos aleja de aquellos que tenemos más cerca.
Es que el celular y la conectividad son, en cierta forma, alienantes. La voracidad por conseguir información, dar a conocer lo que nos pasa o conectarnos con los que están lejos es tal, que muchas veces dejamos de lado a los que tenemos al lado, y en lo estrictamente deportivo, generalmente, esos que tenemos al lado son nuestros compañeros, aquellos con los que debemos batallar codo a codo dentro de la cancha. Es muy común ver antes y después de los partidos a los deportistas con sus celulares en la mano, cada uno en su mundo, en su realidad…
Muchas veces, tan en su mundo como alejados de la realidad del equipo al que pertenecen.
El deportista que acude a consulta suele plantear, entre otras cosas, problemas de concentración, falta de confianza, cortocircuitos en la comunicación (con el grupo o el entrenador) y esa “conectividad”, en muchos casos, es uno de sus principales enemigos, por dos razones a priori muy diferentes pero al mismo tiempo muy conectadas entre si: 1) La conexión con el afuera le quita tiempo a la conexión con el grupo, y 2) La saturación de información suele provocar dudas a la hora de tomar decisiones.
El seno del Grupo es el mejor lugar para regenerar confianza y potenciar la concentración individual y grupal, y ambas cosas necesitan de una muy buena comunicación para hacerse realidad. A partir de la comunicación conozco a mi compañero y me doy a conocer a él, y a partir de ese conocimiento mutuo puedo ayudar o solicitar ayuda.
El mundo ha cambiado y con él fueron cambiando los códigos de comunicación. Es común escuchar a los deportistas de antaño decir que ellos se quedaban a practicar fundamentos individuales fuera de hora con sus compañeros; o recordar los momentos compartidos más allá de las prácticas o los partidos. Y eso no es tan común hoy en día, donde la “conectividad” parece atentar contra esos momentos. Ya no hay tanto grupo, porque cada jugador parece metido en “su” mundo de relaciones y contactos (incluso desde la mismísima puerta del
vestuario), con todo lo que ello significa para conseguir la anhelada química grupal. Y por si esto fuera poco, el exceso de información, cómo mínimo, distrae, y esa distracción, a veces buena para tratar de aliviar momentos malos, puede provocar que, en esos momentos en los que lo recomendable es meternos para adentro para buscar respuestas, no nos hagamos las preguntas correctas. El exceso de información periférica nos quita profundidad de pensamiento y sentimiento.
La tan mentada “conectividad” hoy suele jugar más en contra que a favor en la construcción de los grupos, y un grupo mal constituido o construido, difícilmente pueda tener la química necesaria para sobrellevar los momentos duros que suele plantear el deporte profesional de estos tiempos.
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