El devastador ritmo de la vida cotidiana nos suele poner ante la obligación de dar vuelta la pagina de algún tema rápidamente, urgidos por la necesidad de encarar o poner el foco en otra cosa.
Un nuevo hecho, suceso, problema, situación, llama a la puerta y nos obliga a dejar atrás lo que teníamos entre manos para ocuparnos de lo que viene. A veces son cosas importantes (personales, de trabajo), pero la abrumadora batería de comunicaciones a que estamos sometidos (twitter, facebook, correos electrónicos, canales de noticias y demás) muchas veces le da valor a cosas que realmente no lo tienen tanto, y que terminan llevándonos a poner en un segundo plano a otras que si lo tienen y que a la larga nos provocan males mayores.
Generalmente, solemos dejar para más adelante los temas más pesados, con la excusa (sana por cierto) de que merecen un tratamiento serio y que van a ser abordados en una mejor ocasión.
Tenemos la chance de resolver el tema o de encarar su solución, aunque a veces eso solo sea dedicarle unos minutos para pensarlo; pero viene un mensaje, una notificación o algo por el estilo y dejamos a un lado lo importante para poner el centro de atención en lo banal o no urgente.
Muchas veces lo hacemos con la mejor de las intenciones, pero lo cierto es que el tema pesado o importante pasa a ser como esa caja de cosas viejas que guardamos en el sótano con la promesa de revisarla en los próximos días. Y entonces, el problema o tema pesado en cuestión, se convertirá en una emoción latente, guardada en lo profundo de tu ser, lista para explotar en el momento menos indicado.
En términos prácticos, dejar cosas arrumbadas en el sótano solo suele servir para juntar mugre. Y en tu interior pasa algo muy parecido: juntas emociones, muchas veces negativas que, en el momento menos pensado, pueden embarrarte la cancha con la persona menos indicada.
Muchas relaciones se tensan o enfrían por esta costumbre de postergar lo importante a manos de lo menos importante. La actualidad nos consume y expone, en cierta forma, nuestra incapacidad de parar la pelota y armar un orden de prioridades, en el que seguramente, el tema pesado o importante estaría mucho antes que decenas de cosas que ocuparon nuestra atención.
Guardar cosas viejas solo sirve para juntar mugre y suciedad. ¿Por qué llenar tu interior deemociones que pueden volverse en tu contra en un momento inoportuno?
No dejes que nada ni nadie manejen tu agenda. Limitar tu comunicación con el mundo exterior (teléfonos inteligentes, computadoras, televisión, etc.) abre espacios para mejorar tu comunicación con vos mismo, y generar momentos de pensamiento y reflexión que te ayudarán a que tengas el tiempo de elegir qué hacer primero, qué es lo más importante; para a partir de allí generarte el espacio para evitar que esas cajas de trastos viejos estén guardadas en el sótano más tiempo de lo necesario, o para entender y resolver ese contenido emocional latente que solo suma peso a la mochila imaginaria que llevas a diario.
Hablar, expresarse, comunicarse, es uno de los ejercicios mas sanos que puedes hacer. Hacélo…
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