Todos, alguna vez, hicimos uso o abuso del rótulo o la sentencia. Seriamente o como un juego. Nos justificamos o nos divertimos alegando que “es parte del folclore popular”, y en cierta forma es así, el tema es que cuando estamos del otro lado (cuando nos toca ser objeto de la crítica, la broma o lo que fuera) no siempre estamos preparados para sobrellevar el trance sin que nos afecte más de lo necesario.
Es que a nadie le gusta que lo carguen, menosprecien o le digan algo que supuestamente no es lo que espera que le digan, ¿no? Pero eso es moneda corriente en el deporte, el de fin de semana, el competitivo y obviamente el profesional. El tema es que muchos deportistas suelen tropezar con la piedra del desenfoque, como consecuencia de la influencia que esas frases o rótulos del entorno ejercen sobre ellos, y no trabajarlo debidamente suele truncar oportunidades o incluso promisorias carreras.
Ejemplos hay miles. Hay sentencias hirientes que persiguen al jugador durante mucho tiempo, pero también las hay inocuas, y no por ello menos “pesadas” para aquel que la recibe.
Uno de los casos más comunes tiene que ver con el jugador de equipo chico que no se puede adaptar a jugar en uno grande, o el del jugador estelar que tiene problemas para adaptarse a una selección. Desde la tribuna, o incluso desde el banco, solemos tirarle toda la responsabilidad al jugador por no adaptarse. Y en realidad, es así. La llave del cambio la tiene en la mano el deportista, que es quien debería decodificar los mensajes del entorno en su favor, y adaptarse al cambio (el paso a un grande o la convocatoria a la selección) ya que este significa un progreso, y por ende implica un aprendizaje.
El jugador debería sobreponerse, pero desde el cuerpo técnico también se puede contribuir para ayudarlos a que el trance se haga más fácil. ¿Cómo? Tomando conciencia de la situación que le toca vivir al deportista en cuestión, para apoyarlo y, sobre todo, tenerle paciencia en ese proceso de adaptación, ya que si en lugar de bancarlo le metemos más presión, lo más probable es que terminemos contribuyendo a que el jugador se bloquee y le termine costando el doble o el triple darnos eso que esperamos.
Los Jugadores "estelares" suelen tener en sus equipos ese plus de confianza extra que les permite equivocarse un par de veces más antes de pagar con un cambio o una reprimenda; por eso muchas veces les cuesta acostumbrarse a jugar en equipos grandes o en selecciones. No tienen preparada la cabeza para ello y eso les dificulta más el camino. A veces, solo es cuestión de ubicarse en el nuevo rol, pero llamativamente, a muchos les cuesta aceptarlo; no pueden manejar la presión que ello implica y terminan sufriendo la experiencia al no llegar a rendir en plenitud.
Tomar conciencia de quien puede llegar a estar en esa situación; escucharlos y darles pautas claras respecto a cómo y cuánto los vamos a bancar puede ser decisivo para que el jugador se sienta cómodo y contenido, y a partir de ello pueda ir sobrellevando la situación (que en cierta medida implica manejar el ego) y, obviamente, adaptarse al rol que se le está pidiendo que cumpla.
La intolerancia y la ansiedad de parte del Entrenador, en la mayoría de los casos, solo contribuye a aumentar la ansiedad en el jugador, y en ese marco el camino más corto es el del bloqueo que lleva malograr o perder la chance de sumar un valor que, por algo quisimos contratar o convocar. La Paciencia es la mejor consejera del Coach…
2 comentarios:
y como tiene que hacer el jugador para adaptarse a esta situacion, de pasar e equipo chico a uno grande, y no esta dando todo su potencial?
No hay una formula infalible. Todos somos diferentes y por ende los caminos dependeran de lo que vos tengas dentro. Prepararse es clave, y hay que prepararse para lo que viene (asimilar el cambio, explorar el terreno) y buscar herramientas dentro tuyo que te hagan la experiencia mas llevadera.
germandiorio@hotmnail.com
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