A la hora de buscar justificativos o razones, apuntaba
a que los mayores enemigos en esto de formar cracks son la falta de
infraestructura y tiempo (cada vez se entrena menos por este motivo), a lo que
hay que sumarle la desesperante búsqueda de resultados en la que caen muchos
entrenadores (que los lleva a anteponer la táctica sobre los fundamentos
técnicos, aún en las categorías mas chicas).
Pero vamos más allá… Con la final de la NBA aún fresca
en las retinas… ¿Cuál es el mayor talento de Emanuel Ginóbili? Basta profundizar un poco en su historia o verlo
jugar para caer en la cuenta que no es el tiro de tres puntos ni ningún
atributo técnico, sino su mentalidad. Su cabeza es la que lo ha llevado a soñar
que podía ser grande aún cuando su físico parecía no querer estirarse en los
primeros años de vida. Su cabeza es la que lo ayudó a sobreponerse a las
desilusiones tempranas en su camino deportivo. Su cabeza es la que alimentó su
hambre de gloria, su paciencia para esperar su momento en diferentes estadíos
de su carrera, y su visión y humildad para preparar y planificar partidos,
temporadas y momentos de crecimiento personal y deportivo.
La respuesta fácil es “bueno, ese es su don, y no
todos venimos de fábrica con eso”. Y si bien es cierto, la condición humana
siempre nos ofrece la chance de crecer, de potenciarnos, de superarnos, y así
como Manu lo hizo luchando contra
diferentes adversidades a lo largo de su vida, TODOS podemos superarnos para explotar el máximo de nuestro potencial.
Solo es cuestión de proponérselo.
El mayor problema en este camino es que esa falta de
tiempo e infraestructura parece meter a miles de chicos en un callejón sin
salida. No hay tiempo para amigarse con la pelota o los elementos, no lo hay
para aprender de táctica sin la premura de un resultado, y mucho menos lo hay
para trabajar sobre la parte humana y social de los jóvenes deportistas. Es
poco, muy poco (por no decir nulo) el tiempo y energía que se le dedica en
muchos clubes a trabajar sobre la parte humana, social y relacional de nuestros
chicos. Los procesos de formación se han convertido en un constante pase de
pelota hacia el costado: padres que esperan que en el colegio o el club le
pongan a sus hijos los límites que no tienen en la casa; y educadores y
profesores que no se preocupan por formar o educar a chicos maleducados porque
eso es responsabilidad de los padres. Caemos, como siempre en el conocido ¿qué
está primero el huevo o la gallina? Si
queremos formar, no podemos dejar de lado lo humano. Y la pregunta es: ¿en cuántas
canteras realmente se trabaja o hay preocupación real por la persona que está
debajo del uniforme del club?
El gran tema aquí es que se desconoce mucho cuales son
los temas a abordar. Las iniciativas al respecto son muy pocas. En el básquet, Luis Scola tomó el modelo NBA para
armar el Programa TAP (Transición al Profesionalismo) en el cual se instruye a jóvenes
en vías de tomar el camino profesional en diferentes temas relacionados con tan
trascendental paso (desde medicina o psicología, relación con entrenadores,
dirigentes, agentes o la prensa hasta manejos impositivos o económicos). En
otros deportes, esta formación es escasa o brilla por su ausencia. Pero… ¿Qué
pasa con los más chicos? En los tiempos en los que Internet y la televisión se
han convertido en co-educadores, los formadores de deportistas muchas veces
siguen manejándose con manuales de hace 40 años, abriendo la brecha
comunicacional (“si no preguntas cuando
te pongo no preguntes cuando te saco”), despersonalizando el mensaje hablándole
a todos igual o utilizando códigos comunicacionales antiguos en la época de la
exposición, las redes sociales y la comunicación cibernética.
Es que, así como algún día en los colegios se dieron
cuenta que había que hablar de orientación sexual, en el deporte es vital que
se empiece a trabajar en temas individuales de vital importancia como los hábitos
y los cuidados personales, dando nociones básicas (y no tanto) de nutrición,
preparación física (los por qué de tal o cual rutina o ejercicio por ejemplo),
técnicas de vendaje, etc., etc. Y ni hablar de detalles relacionados con la
preparación mental, el autoconocimiento, motivación, concentración y enfoque y
demás. Pero… ¿Hay tiempo? Y si hay tiempo, ¿hay gente idónea trabajando con
nuestros futuros cracks? Seguramente, en algunos clubes o estructuras si, pero
no son los mas seguramente.
Apostar a lo humano en lo individual, abre la puerta
para introducir a los jóvenes en otros valores
como la solidaridad, el liderazgo o el trabajo en equipo. Increíblemente,
nos la pasamos quejándonos de los equipos sin compromiso (en todos los niveles)
y el compromiso es algo que también se puede inculcar, al igual que frases tan
utilizadas como el sentido de pertenencia.
Si el mayor talento de los Ginóbili o los Scola, por citar solo dos ejemplos, es su cabeza, ¿por qué no
apostar por darle valores, ideas y contenidos a nuestros futuros cracks desde
chiquitos?
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