Una de las corrientes psicológicas más importantes (la Gestalt) tiene un axioma que debería ser la base de todo equipo deportivo, en los que más de una vez, llevados por la vorágine del día a día o de la competencia, se dejan de lado los principios básicos privilegiando inconscientemente los intereses individuales. El mismo reza que “el todo es mas que la suma de las partes”
En criollo, y llevado a la cancha, esto quiere decir que “el equipo es mucho más que la estricta suma de sus individualidades”, porque además de ese matemático uno mas uno, hay que tener en cuenta la química, energía u onda que se mueve en derredor del equipo. Y más de una vez, esa química es la que gana partidos y campeonatos, por encima de planteles costosos y ricos en figuras.
Ahora bien, la famosa química puede darse como algo natural si todos pegamos onda y nos llevamos bien, pero también se puede construir, alimentar y trabajar en aquellos casos en los que no haya un grupo base con una afinidad especial.
Las claves pasan por cosas que, por tan sencillas, algunas veces quedan de lado, como por ejemplo “establecer un objetivo o meta clara y alcanzable”. Cuando el objetivo es difuso, o no existe una meta clara, el grupo suele perder el rumbo, porque en los momentos difíciles o neutros cada uno tira para su lado.
Otro ítem fundamental tiene que ver con “poner pautas claras de convivencia”, porque a partir de ellas se establecen límites que le dan fisonomía al grupo. Estos límites no tienen que apuntar necesariamente a un régimen militarizado, sino a dejar claro que es aceptable o correcto en la vida del grupo y que no lo es, para evitar los “yo pensaba que…” una vez que se alteró el órden o el clima por una conducta fuera de lugar.
Dentro de ese “fijar pautas”, es de vital importancia, para evitar malos entendidos, que el Entrenador sea claro respecto a qué pretende de su plantel y, por qué no, de cada jugador en particular, ya que más de una vez nos encontramos con jugadores que pierden el puesto y no saben que tienen que hacer para recuperarlo, o jugadores que ante una situación adversa levantan sospechas o incertidumbres innecesarias, que generan dentro del grupo un clima espeso que va enrareciendo las relaciones internas.
Si hay un objetivo común claro y definido y pautas de convivencia y trabajo bien establecidas, está todo dado para que el Grupo de por si solo el paso decisivo hacia la anhelada formula de la “Química”: el desarrollo de una cultura solidaria que permita que la energía del grupo se vaya retroalimentando.
La cultura solidaria en pos de un objetivo en común es lo que posibilitará que todo el plantel tire para el mismo lado poniendo el equipo por encima de los intereses personales, lo que a su vez permitirá que todo el grupo (titulares, suplentes, jugadores experimentados y jóvenes) esté igualmente motivado y listo para saltar a la cancha cuando la situación así lo amerite.
No es tan difícil, ¿no?
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1 comentario:
Hola Germán
Encontré tu blog en facebook, me pareció muy interesante la temática y tu trabajo.
Mis hijos practican básquet desde muy niños y creo que pasaron por una etapa donde un psicólogo deportivo les hizo muchisima falta. Lamentablemente en los clubes chicos y en las ciudades del interior no cuentan con especialidades de este tipo.
Soy docente y tambien tengo un blog, Suelo publicar allí algo de sus actividades basquebolísticas de nuesta Asociación pergaminense.
Saludos desde Colón Pcia de Buenos Aires
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