Más de una vez te habrá pasado tener un partido para el olvido, de esos en los que no sale una y en los que hasta parece que perdiste tus habilidades básicas. Las frases para graficarlos suelen ser tan crueles como graciosas: “¿te olvidaste las manos?”, “la pateaste”, “tenías los botines cambiados”, y así hasta agotar el ingenio popular.
Y si, somos humanos y no siempre rendimos igual. Hoy entran todas y mañana ni una, hoy no nos pasa nadie y mañana tal vez no paramos ni el colectivo. Los vaivenes son parte de la condición humana, pero así como vienen y se presentan sin avisar como una visita molesta e indeseada, también podemos trabajar para darles salida y volver a meternos en nuestro eje natural. A veces las cosas no salen, y el mayor problema que se nos presenta en ese tipo de situaciones está, obviamente, dentro de nosotros (¿dónde sino?).
El primer escollo a sortear luego de un mal partido es el autorreproche. La mayoría, aunque parezca mentira, parece disfrutar sobremanera del autocastigo, y así nos encontramos horas y horas enredados en una seguidilla de lamentos por las ocasiones desperdiciadas, con el “si hubiera hecho… la historia habría sido distinta”. Todos, en mayor o menor medida, soñamos con ser artífices de algo importante, por es que cuando perdemos y nos toca jugar mal, solemos adueñarnos del centro de la escena haciéndonos cargo no solo de nuestros errores, sino llenando la mochila propia con las fallas de todo el equipo.
Por si esto fuera poco, el entorno tampoco suele ser de ayuda para salir de estos trances. En las competencias cortas, donde compartimos habitación, se suele compartir la sesión de lamentos con el compañero de equipo, potenciando inconscientemente la onda expansiva que nos envuelve. Y la cosa no varía mucho cuando volvemos a casa, porque allí, como nos quieren mucho, generalmente tratan de ayudarnos haciéndonos ver que nuestros errores fueron culpa del entrenador que nos mandó a hacer tal o cual cosa, o de los compañeros que no nos acompañaron como hubiéramos necesitado. Ni hablar de aquellos casos en los que el entorno se pone en exigente, y nos da palos a mansalva, como si uno fuera Maradona, Jordan o Federer, en lugar de un humilde mortal, ¿no?
Por eso es que, en la mayoría de los casos, el entorno, muy a pesar de su buena voluntad, no suele ser el agente contenedor que realmente estamos necesitando, y aunque suene feo, lo que nos hace falta es alejarnos del ruido, para volver a las fuentes.
En definitiva, el que jugó mal fue uno, no el entorno, y la respuesta para dejar atrás el mal trago y volver a retomar la buena senda, no es otro que uno mismo.
Se ve fácil sentado frente el teclado, ¿no? Pero aquí van un par de claves para tratar de forzar ese anhelado reencuentro con nuestra mejor cara luego de un mal partido:
- Autocrítica: sin ella es imposible, primero, darse cuenta de los errores cometidos, y por ende, es difícil saber que es lo que uno debe corregir o cambiar. Pero atenti, la autocrítica debe ser objetiva, nunca descarnada ni feroz.
- Busqueda Interior: Más allá de lo colectivo, el que tuvo la mala noche fui yo, y la respuesta para conseguir una rápida recuperación está dentro mio, por lo que es vital apagar lo antes posible la radio del entorno, para buscar en mi interior la llave para olvidar y reenfocarme con mi mejor cara deportiva. La catarsis o descarga es buena, pero cuando necesitamos recuperarnos rápidamente tenemos que ponerle un límite, porque corremos el riesgo de pasarnos la noche en vela llorando sobre la leche derramada.
- Reenfocarnos: Pensar “si le hubiera pegado así…” o “tendría que haber…” es importante, porque está en el marco de la tan mentada autocrítica, pero una vez encontrada la supuesta falla, hay que trabajar para “volver a ser”, y para ello, hay que dejar atrás la sesión de lamento y autocastigo para dar paso a la reconstrucción.
Para la etapa de autocritica te recomiendo que busques un interlocutor válido, y con esto apunto a que no sirve rodearse de un entorno adulador que te diga que está todo bien y la culpa es de los otros, ni tampoco de compañeros o gente que te tire muy abajo echándote la culpa de todo. Y fundamentalmente, ponele un tiempo, para evitar pasarte de rosca con la sesión de lamento y evaluación, porque eso te consume energía que vas a necesitar para la reconstrucción.
Mientras que para la búsqueda interior y ponerte en foco nuevamente, es tan sencillo como efectivo meterte para adentro y vivenciar situaciones de juego que nos hayan dejado sensaciones agradables: un buen partido, una buena sesión de entrenamiento, un triunfo memorable, lo que más te guste. Podés ayudarte con algún tema músical que te ponga bien o te traiga algún recuerdo puntual relacionado con la actividad deportiva o el momento que estás visualizando, y si lo hacés en una atmósfera tranquila (recostado tal vez) y luego de un par de minutos de relajación (con bajar el ritmo de la respiración alcanza) mucho mejor.
Solo es cuestión de intentar…
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