jueves, 18 de julio de 2013

Cambiando la Energía

La mentalidad positiva es decisiva en el deporte. Un deportista / equipo con menos talento, pero con espíritu positivo a la larga siempre termina imponiéndose a otro con aparentemente mayor potencial, porque esas ganas o espíritu positivo lo hacen trabajar mas, potenciarse y, sobre todo, dar lo mejor de si en los momentos claves.
Esa mentalidad o espíritu positivo no es gratis ni viene sola, aunque hay jugadores o grupos que parecen traerlo de fábrica. En lo individual suele ser menos complicado, porque el deportista se regenera o retroalimenta solo, pero en la vida de los grupos, tanto el espíritu positivo como el derrotista, pueden convertirse en virus contagiosos que terminan infectando a todo el equipo.
El virus derrotista potencia el margen de duda, sobre todo en los momentos de presión, de allí la importancia de trabajar sobre la estructura interna del grupo para que éste aprenda a reaccionar en esas instancias.
Las derrotas o rachas negativas potencian el efecto devastador del virus, que conforme se van dando las caídas va erosionando los niveles de autoestima y confianza individuales y grupales. Por eso es que resulta tan difícil a veces cortar una racha de este tipo. Pero se puede…
En alguno de los capítulos de mi libro “El Psicólogo del Club”, apunto la mirada a los métodos más comunes para salir de estos trances: 1) esperar que el tiempo cure las heridas, o 2) intervenir sobre el eje del conflicto. Y obviamente, prefiero este último, porque la cultura resultadista hace que los tiempos en el mundo deportivo sean cada vez más cortos, lo que potencia la necesidad de poner manos a la obra.
Los protagonistas suelen tener clara la génesis del problema. Luciano De Cecco, armador de la selección argentina de voley, dijo recientemente tras perder con Bulgaria en la Liga Mundial: "Tuvimos para ganarlo y como siempre se nos escapa a lo último, nos pasó en toda la WL y no lo pudimos corregir… Hicimos un gran partido y creo que hemos mejorado… Estuvimos ahí y no lo pudimos ganar. Para eso falta personalidad, más allá de la técnica y lo táctico. Somos un equipo joven y hay que aprender de estas cosas". La deuda, para Luciano, apunta a la “personalidad”, y la bronca se acrecienta porque fue la novena derrota consecutiva del equipo nacional, ante la que el Entrenador Javier Weber expresó: "Se nos escapó. Creo que tuvimos chances para ganar. No supimos jugar en todo momento como hay que hacerlo ante equipos buenos. Estoy cansado de estar siempre cerca y no poder, me molesta, me da fastidio. Falta consistencia mental de juego en conjunto".
Para el DT el problema tampoco está en lo técnico – táctico, sino en la consistencia mental del equipo. Y la pregunta que seguro se estará haciendo más de uno es: ¿Tiene consistencia mental el equipo? Si, claro, y no está dada solamente por la sumatoria de las consistencias mentales de cada uno de sus integrantes. Es decir, no es 1 + 1 + 1… Sino que hay un factor vital que une a esas individualidades, y es la Química que une a ese grupo, el aderezo que sazona los ingredientes de la ensalada, eso que lleva a la escuela de la Gestalt a decir que “El Todo es más que la suma de las Partes”.
Química es un concepto muy amplio, que va mas allá de la onda que hay entre sus integrantes, pero que tiene mucho que ver con ello. En un equipo puede haber talento, trabajo y el grupo puede llevarse muy bien, pero a veces el nivel de relación humano y el deportivo no van de la mano, porque ese “llevarse bien” fuera no alcanza para que las cosas se den como uno quiere o necesita dentro de la cancha. Y ahí es donde hay que apuntar la mira para producir el cambio, para lograr que el grupo reconozca qué es lo que le está pasando y cómo debe encarar el proceso que lo lleve a producir un cambio en la intensidad o en el flujo de su energía interna, para que en los momentos cruciales no haya dudas ni vacilaciones.

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