Esa mentalidad o espíritu positivo no es gratis ni
viene sola, aunque hay jugadores o grupos que parecen traerlo de fábrica. En lo
individual suele ser menos complicado, porque el deportista se regenera o
retroalimenta solo, pero en la vida de los grupos, tanto el espíritu positivo
como el derrotista, pueden convertirse en virus contagiosos que terminan
infectando a todo el equipo.
El virus derrotista
potencia el margen de duda, sobre todo en los momentos de presión, de allí la
importancia de trabajar sobre la estructura interna del grupo para que éste
aprenda a reaccionar en esas instancias.
Las derrotas o rachas negativas potencian el efecto
devastador del virus, que conforme se van dando las caídas va erosionando los
niveles de autoestima y confianza individuales y grupales. Por eso es que
resulta tan difícil a veces cortar una racha de este tipo. Pero se puede…
En alguno de los capítulos de mi libro “El Psicólogo
del Club”, apunto la mirada a los métodos más comunes para salir de estos
trances: 1) esperar que el tiempo cure las heridas, o 2) intervenir sobre el
eje del conflicto. Y obviamente, prefiero este último, porque la cultura
resultadista hace que los tiempos en el mundo deportivo sean cada vez más
cortos, lo que potencia la necesidad de poner manos a la obra.
Los protagonistas suelen tener clara la génesis del
problema. Luciano De Cecco, armador
de la selección argentina de voley, dijo recientemente tras perder con Bulgaria
en la Liga Mundial: "Tuvimos para
ganarlo y como siempre se nos escapa a lo último, nos pasó en toda la WL y no
lo pudimos corregir… Hicimos un gran partido y creo que hemos mejorado…
Estuvimos ahí y no lo pudimos ganar. Para eso falta personalidad, más allá de
la técnica y lo táctico. Somos un equipo joven y hay que aprender de estas
cosas". La deuda, para Luciano, apunta a la “personalidad”, y la
bronca se acrecienta porque fue la novena derrota consecutiva del equipo
nacional, ante la que el Entrenador Javier
Weber expresó: "Se nos escapó.
Creo que tuvimos chances para ganar. No supimos jugar en todo momento como hay
que hacerlo ante equipos buenos. Estoy cansado de estar siempre cerca y no
poder, me molesta, me da fastidio. Falta consistencia mental de juego en
conjunto".
Para el DT el problema tampoco está en lo técnico –
táctico, sino en la consistencia mental del equipo. Y la pregunta que seguro se
estará haciendo más de uno es: ¿Tiene consistencia mental el equipo? Si, claro,
y no está dada solamente por la sumatoria de las consistencias mentales de cada
uno de sus integrantes. Es decir, no es 1 + 1 + 1… Sino que hay un factor vital
que une a esas individualidades, y es la Química que une a ese grupo, el
aderezo que sazona los ingredientes de la ensalada, eso que lleva a la escuela
de la Gestalt a decir que “El Todo es
más que la suma de las Partes”.
Química es un concepto muy amplio, que va mas allá
de la onda que hay entre sus integrantes, pero que tiene mucho que ver con
ello. En un equipo puede haber talento, trabajo y el grupo puede llevarse muy
bien, pero a veces el nivel de relación humano y el deportivo no van de la
mano, porque ese “llevarse bien” fuera no alcanza para que las cosas se den
como uno quiere o necesita dentro de la cancha. Y ahí es donde hay que apuntar
la mira para producir el cambio, para lograr que el grupo reconozca qué es lo
que le está pasando y cómo debe encarar el proceso que lo lleve a producir un
cambio en la intensidad o en el flujo de su energía interna, para que en los
momentos cruciales no haya dudas ni vacilaciones.
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