lunes, 19 de octubre de 2015

Nota en FEBAMBA

La Psicología Avanza

Por Emilio Hamilton

Diorio

En los últimos tiempos, la psicología comenzó a tomar cada vez más valor en las organizaciones deportivas. De ser una intrusa y, en ocasiones, muy mal vista, pasó a ser clave para entender las etapas madurativas que atraviesa un deportista. Germán Diorio, quien trabaja con Vélez en el fútbol y Obras Basket, es una eminencia en la materia, y explica en una extensa charla las situaciones que viven los chicos, los profesionales y los entrenadores. Para él, la clave está en enseñar tanto a ganar como a perder, para tratar de empezar a dejar de lado las presiones y disfrutar más. Y deja una frase que pinta perfecto la temática: “Si Michael Jordan erró el 50 por ciento de los lanzamientos que tiró en toda su carrera, ¿qué queda para los demás?”.
– ¿Cuáles son las principales trabas que encontrás cuando hablás con los chicos?
– En realidad se hace muy difícil hablar de principales trabas, porque hay un montón en todos los órdenes de la vida. En el básquet, desde que el deporte explotó hacia resultados deportivos importantes, a la irrupción de la NBA y la aparición del dinero, empezaron a generarse presiones que veíamos habitualmente en el fútbol y en otros deportes. Chicos que quieren parecerse a, padres que quieren que sus hijos se parezcan a, y chicos que quieren alcanzar un desarrollo deportivo para el que pueden o no estar en condiciones. Esas presiones implican que se carguen una mochila muy pesada. En términos sencillos, lo que hace es que empiecen a presionarse demasiado por conseguir resultados individuales o colectivos y se vayan alejando demasiado del disfrute que necesitan. Cuando eso pasa, empiezan a jugar peor y a alejarse del sueño de llegar a ser deportistas.
– ¿La situación varía depende el deporte que sea?
– Cada deporte es un mundo, porque tiene su núcleo social y sus espejos. Hay diferentes situaciones y condimentos de acuerdo a cada actividad deportiva y al momento de cada una de ellas.
– ¿Lo mental es cada vez más decisivo en el deporte?
– Sí. Si yo te dijera que no, estaría atentando contra mis posibilidades de trabajo, pero sí, está claro, sobre todo con lo que ha cambiado el paradigma del deportista exitoso de hoy. Yendo al fútbol, que es el deporte más popular, el paradigma más exitoso del mundo era Maradona. Y Diego estuvo rodeado de un montón de carencias y de situaciones donde el profesionalismo queda muy de costado y donde el talento se impone a cuestiones físicas, a adicciones y a un montón de cosas más. La contracara de hoy es Messi, quien tiene un perfil bajo y muchos cuidados personales. El paradigma del deportista cambió muchísimo, y a partir de ahí lo que importa son dos cosas que tienen que ver con lo mental. Una es la cabeza que controla al tipo que va a tomar decisiones, como hacer una dieta, alejarse de los problemas o tomar diversos recaudos que lo van a llevar a hacer alto rendimiento. Y después está el plus del tipo que tiene la capacidad de decidir a velocidad y de manera efectiva.
– En el caso del básquetbol, si tuvieras que hacer un top tres de estímulos negativos que pueden llegar a frustrar al chico, ¿cuáles serían?
– El factor de presión es muy importante. Creo que es lo que está arriba de todo. Me pasa en el consultorio con todos los deportes. Llegan chicos cada vez más chicos que no disfrutan del juego. Y no lo hacen porque quieren rendir o responderle a alguien, a veces a un entrenador no preparado que le exige más de lo que debería en una etapa pedagógica complicada o a un padre que quiere ser más exitoso que el de al lado. También pasa que a los chicos les ponen objetivos que no corresponden, como premios por hacer diez o más puntos por ejemplo. Así hay un montón de situaciones. Son chicos que sufren una presión muy alta.
-¿Esas presiones que surgen pueden tener que ver con una sociedad que es exitista por demás?
-En principio sí. Y en segundo lugar tiene que ver con que los padres nos proyectamos en nuestros hijos, ya sean anhelos o frustraciones. Hay padres que no jugaron al básquet o no hicieron deporte pero igual tuvieron frustraciones en otras situaciones y quieren que su hijo cumpla metas en otros órdenes de la vida. Le pasa al que fue albañil, taxista, almacenero o comerciante y quiere que el chico tenga un título universitario.
– ¿Cómo se hace para modificar esa situación desde tu lugar?
– En lo individual, yo trato de trabajar para que el chico se desarrolle a sí mismo. Generalmente, cuando caen en el consultorio vienen de la mano de los padres. Lo que yo trato de hacer es un diagnóstico para conocer el estado de la situación. Sin la complicidad de los padres no se puede trabajar, por lo que muchas veces tuve que decirles que primero solucionen el problema entre ellos para luego traer al chico. Si no, no sirve. Cuando me toca trabajar en los clubes lo que hago es ubicar al chico en el marco y tratar de trabajar para que tenga un desarrollo personal dentro del contexto deportivo. Todo para que sea lo más feliz que pueda dentro de esa maquinaria que se le presenta.
-¿Con qué te encontrás en los jugadores profesionales?
-Con lo mismo pero siete u ocho años más adelante. Lo que uno no aprende de chico, a la larga lo sufre de grande. Yo me encuentro con deportistas de entre 25 y 35 años que a veces no saben enfocarse, no tienen claro como motivarse, dependen demasiado del qué dirán la tribuna y el periodismo y sus niveles de confianza todavía dependen de si lo pone o no el entrenador. Hay una cuestión de identidad deportiva que no se trabaja con los chicos. Cuando agarro chicos busco que desarrollen la identidad o la personalidad deportiva, cosas que van ligadas de lo personal de cada uno. Siempre digo que la persona es más importante que el deportista. Si el chico crece y se fortalece, el producto deportivo será mejor. Lo cierto es que no hay trabajo de ese tipo porque los tiempos en el deporte son cada vez más cortos. Todos quieren ganar, conseguir cosas y proyectar jugadores y no se respetan las etapas madurativas.
– ¿Eso hace que tengas que recurrir a la historia del profesional para ver qué sucedió?
-Depende. A veces es tomar el problema del momento para ver cómo lo solucionás. Esas son cuestiones conductuales. Por ejemplo, siempre es más fácil aprender a manejar a los 18 años que a los 35. Es una cuestión de adaptación. Si un chico aprende a no sufrir presión a los 14, a los 25, cuando haya un estadio con 60 mil personas puteándolo, no le va a importar. Va a asimilar la situación de otra manera y sabrá enfocarse más allá de los gritos del público.
– ¿La presión que se da en las categorías juveniles de fútbol se está trasladando cada vez más al básquetbol?
-Sí. Eso es muy nocivo para el chico, porque cuando empieza a hacer su camino necesita ir generando su propio concepto en cuanto a aprender cuando juega bien o mal. Pero cuando hay mucho ruido el chico se distrae. Entonces, a veces el pibe está jugando bien y el entrenador está contento, pero como los padres gritan él se va por las nubes. También hay aspectos de autoridad básicos y muy sencillos. Los padres le piden a sus hijos que respeten las cosas en la mesa y sean educados con otras cosas, y después son los mismos mayores los que putean a un árbitro o los expulsan por hacer un papelón en el medio de la cancha. Así, el chico pasa vergüenza. Y si no le genera nada y le parece floclórico lo del padre, él lo hará también cuando sea grande. Lo que ha cambiado es el concepto educativo. El gran problema no es del deporte, sino de lo social.
– ¿Hay que empezar a cambiar también un poco el vocabulario para hablar con los chicos? Es muy frecuente que se les pregunte si ganaron en lugar de si disfrutaron.
– Sí, eso pasa mucho. Los padres a veces le preguntan si ganó y jugo bien, y eso tiene que ver con el rendimiento. Pasa que el pibe se lleva una materia en el colegio porque algo le está pasando, o no juega al básquet porque no está cumpliendo algunas cosas. Pero así como antes los padres prestaban mucha más atención a las cosas que venían del colegio porque tenían un respeto mayor por los docentes, en el deporte pasa lo mismo. El entrenador no pone al nene y el padre se enoja, pero no se da cuenta que llega tarde a entrenar, se escapa del trabajo físico, tiene un mal comportamiento, no pone la actitud de otros o, simplemente, no es tan bueno. Inevitablemente, todos los padres creemos que nuestros hijos son fenómenos. Es natural, uno ama a sus hijos.
– ¿Existe la presión buena, bien entendida?
– Por supuesto, es la que se pone cada uno para conseguir resultados.
– ¿Puede venir del contexto también?
– Claro, puede llegar del marco cuando tiene una cuestión sana. Pasa que hoy no hay presión sana que venga de ningún lado, porque el exitismo hace que si no ganás no servís. Y si no servís, sufrís.
– ¿Y qué pasa con los entrenadores a la hora de llevar adelante un grupo?
– Últimamente estoy trabajando mucho con entrenadores, dando clínicas y cursos. Suelo ir siempre a las charlas de ENEBA a trabajar módulos específicos. Uno de los grandes problemas que aparecen es que el entrenador sabe mucho de básquet pero poco de manejo humano. La gestión de personas es muy importante. Si vos escuchás a grandes técnicos como Lamas, Duró, Hernández o Magnano, ellos hablan mucho del valor de la gestión y de cómo conducir un grupo. Después a eso le aplican básquet. Pero todavía no se le da tanta importancia en el proceso formativo. Cuando el grupo humano es bueno, las posibilidades de éxito son mucho mayores.

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