Desde la tribuna o el círculo de entendidos y allegados baja
el “si este pibe no fuera tan irregular, sería un crack”. En el banco de
suplentes, el entrenador se lamenta por el jugador que “la rompe un partido y
desaparece en los dos o tres siguientes”. Mientras tanto, la cabeza del pobre
jugador no para de buscar razones para los temidos y nunca bien ponderados
altibajos, provocándole, en la mayoría de los casos, una sensación desagradable
que lo hace dudar de sus propias condiciones.
Salvo un reducido grupo que, increíblemente, suele atribuir
las razones de tanto vaivén a “cuestiones mágicas”; generalmente, y aún sin
saber bien de que se trata, los tres estamentos (tribuna, DT y el propio
jugador) suelen coincidir que el problema está en “la cabeza”.

En concreto, el deportista irregular no está embrujado ni
tiene graves problemas mentales. La temida irregularidad suele venir de la mano
de a) una persona con alguna tendencia a
la ciclotimia o los vaivenes emocionales; o b) un deportista que no ha
trabajado debidamente su método de preparación mental. En este panorama, los
niveles de autoestima y confianza se vuelven fluctuantes, porque dependen
directamente del estado emocional que tenga ese día el deportista. Si viene “de
buenas” es muy probable que rinda satisfactoriamente, pero si viene “de malas”
o algo lo perturbó en el camino, seguramente va quedar a merced de que la
primera acción le salga bien o que algún hecho fortuito le “levante la flechita”
en términos de play station.
La respuesta más común del jugador al ser consultado por el
tema es “no se que me pasa”, y lo cierto es que no es muy difícil encontrar las
razones que lo ponen ante tan incómoda situación. Solo hay que relajarse y
pensar un poco, usar la cabeza para controlar la cabeza, aunque parezca un
juego de palabras.
Muchas veces, ese control o esas razones tienen que ver con
hábitos que inconscientemente nos ponen “de malas” o lejos de nuestro estado ideal, y otras veces con pensamientos
recurrentes que contaminan el proceso de enfoque y puesta en escena que todo
deportista necesita para encarar un encuentro o incluso una practica.
Si, no es tan difícil, y mucho menos mágico o esotérico. Si
no podés mantener un rendimiento regular no es culpa de algún gualicho o de un
tornillo flojo imposible de ajustar. La solución suele estar más al alcance de
la mano de lo que parece. Solo hay que buscarla con la ayuda adecuada…