lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Presión?

El deporte es un juego que mueve pasiones en masa y en muchos casos, importantes cantidades de dinero. Las expectativas suelen ser grandes, sea cual fuere el objetivo deportivo o profesional que se haya trazado, y conforme uno empieza a transitar el camino hacia la meta, generalmente sin aviso ni quererlo, la mochila se nos empieza a llenar de presiones.
La necesidad de “ser protagonistas”, de que “acá no se pueda hablar de otra cosa que no sea el campeonato”, o de “mantener una beca o un sponsor”, son una constante en todos y cada uno de los ámbitos de la actividad deportiva, profesional o amateur.
Nosotros, los humanos, los comunes, solemos hacer un culto en eso de buscarnos presiones adicionales, aún cuando no las hay. Si a veces hasta nos ponemos nerviosos en un partido de cartas con amigos, ¿cómo no me voy a cargar de presión y tensiones en algo tan pasional como el deporte?
Es cierto que, muchas veces, meternos presión para alcanzar un objetivo sirve de disparador para mejorar o potenciar nuestro rendimiento; pero nuestro interior no tiene una medida tangible como  un tanque de nafta, que carga X cantidad de litros de combustible. Nuestro interior no tiene paredes firmes, se expande o se achica según nuestro estado de ánimo, por lo que si nos cebamos y llenamos nuestro tanque con más “presión” de la aconsejable, lo más probable es que  no la podamos  manejar y  empecemos a sentirnos mal.
La presión nos desborda y nuestra capacidad de análisis y observación de la realidad se achica considerablemente, provocando que nuestra percepción de algunos hechos no sea del todo confiable, porque inconscientemente nos empezamos a enfocar en el lado oscuro o negativo de las cosas, y no en aquello que puede servirnos como disparador positivo. En términos sencillos, burdos, “primero nos ponemos más tontos de lo habitual  y con el tiempo, ese ejercicio de mirar siempre lo negro termina convirtiéndonos en nuestro peor enemigo”.
También se da que, en el afán por “no llamar la mala onda o la energía negativa”, el tema de la presión se evita por completo, y durante gran parte del proceso no se habla de ella y se la ignora, pero… Ella está ahí… En algún recoveco, esperando agazapada el momento de entrar a escena, y cuando lo hace provoca un desbarajuste en el grupo difícil de manejar.
¿Hay alguna receta para manejarla? Si, por supuesto. Y la clave está en la “Comunicación”. Ignorarla suele ser un arma de doble filo, porque generalmente se corre el riesgo de que aparezca al primer tropiezo y cope la parada. En términos deportivos, cuando tenemos que enfrentar un rival difícil se suele hacer scouting o análisis de virtudes, defectos, puntos débiles, puntos fuertes y demás, para saber cómo enfrentarlo en las mejores condiciones, ¿no? Bueno, una de las claves para enfrentar bien armados los miedos que vienen escondidos detrás de las presiones, es estudiarlos, conocerlos a fondo, y eso se logra hablando, compartiendo con nuestros compañeros el peso que viene con ellos.
Hablar, comunicarnos, sirve como herramienta de descarga o catarsis y como elemento unificador y clarificador en el camino por buscarle salidas a la situación presionante. Hablando podemos minimizar o agrandar situaciones y sobre todo, podemos poner en claro objetivos y metas. Y en ese tren, el apoyo psicológico para el deportista de alta competencia es, muchas veces, clave, decisivo, porque aprender a pensar sobre los hechos y enfocarlos desde el ángulo que más me convenga es algo sobre lo que hay que trabajar y que con ayuda profesional suele ser más fácil de conseguir.

1 comentario:

Unknown dijo...

Los psicologos clinicos afirman que el colapso físico y mental se va acentuando rápidamente hasta llegar al coma. (http://www.cinteco.com/)
La angustia y la inquietud del enfermo van cediendo hasta llegar a un estado de calma total.
El tono muscular va perdiéndose hasta llegar a la atonía.
Se presentan los estertores agónicos, debidos a la acumulación de secreciones en el tracto respiratorio bajo
La hipotonía muscular y la deshidratación dan la típica “facies hipocrática”: nariz perfilada, ojos hundidos, boca entreabierta, etc.
Al cesar los signos vitales el médico debe anotar fecha y hora de la muerte.
Generalmente los familiares están perplejos o confusos y debemos orientarlos en todo lo relacionado a los trámites administrativos (certificado de defunción) y preparación del cadáver.
Debe permitirse ver y tocar el cadáver el tiemplo que lo desee el doliente.
Debemos estimular dar el nombre adecuado a los fenómenos naturales y normales:” LA MUERTE,” “EL CADAVER”, “EL ENTIERRO”, etc. para facilitar el duelo; respetando el “tempo psíquico” de cada doliente.
No es conveniente, por ej. Referirse al hecho como “se quedó dormido”