Muchas son las responsabilidades que hoy en día tenéis los entrenadores del deporte base. Se os pide que ejerzáis varios roles…de técnico de fútbol, de líder, el de gestor de personas, el de comunicador, el que da apoyo y aliento, el que educa en valores, el que controla a los padres para que no presionen y le pidan al niño más de lo que puede dar, etc. Roles para los que, en la mayoría de las ocasiones, no tenéis formación, solo sentido común.
Cada vez le damos más protagonismo al deporte base y lo identificamos como un aula abierta, en la que hay un proceso de enseñanza y aprendizaje en toda regla. Los niños están en continuo contacto con valores y hábitos importantísimos para que se desarrollen como personas y futuros profesionales: habilidades sociales, disciplina, orden, método, esfuerzo, trabajo en equipo, atribución de responsabilidad…
Amén del talento futbolístico que tenga el niño, en un futuro, como entrenadores, vais a valorar mucho su actitud, su garra, el tener sangre, que sepa competir…ese descaro que tienen algunos jugadores con el que se atreven a hacer cosas que otros, por miedo al fracaso, dejan de probar. ¿El descaro viene genéticamente determinado? No. La valentía se aprende, y se aprende, porque se enseña.
Una manera de conseguir que nuestros pequeños deportistas sean más valientes y que en el futuro se arriesguen y sean capaces de tomar decisiones, de crear sin miedo a fracasar, de no ser borregos y hacer las cosas de forma diferente, es desdramatizarles el fracaso y aportarles seguridad.
En esta sociedad tenemos sobrevalorado el éxito y la victoria, e infravalorado el fracaso, porque premiamos más los resultados que los procesos. Esto es una equivocación, por lo menos en el deporte base. Los entrenadores tenéis que valorar el esfuerzo, el compañerismo, la valentía, la capacidad de asumir responsabilidades, el liderazgo, porque estos valores tienen su protagonismo y forman parte del éxito y del fracaso. Ningún niño quiere hacer aquello con lo que no se siente cómodo, porque no le da seguridad. Se siente ridículo si le regañan, si se ríen de él, si le comparan o le apartan de la tarea. Ese niño se etiquetará a sí mismo como torpe y no querrá exponerse otra vez. Y si no se expone, no tendrá oportunidad de entrenar esa destreza. Le habremos limitado en lugar de potenciarle.
El niño se siente cómodo en su zona de confort. La zona es esa en la que la jugada es predecible, en la que tiene una probabilidad alta de acertar y de jugar bien, sus movimientos le dan seguridad porque sabe que hay poco margen de error. Pero en esa zona no avanza. No avanza ni en el fútbol, ni en la vida. Porque entrenar contigo no es solo un proyecto como jugador, sino como persona. Si quieres tener jugadores y jugadoras valientes, que sean capaces de salir de su zona de confort, que se atrevan y creen oportunidades, sigue estos consejos:
- Despenaliza el fracaso y el error. Diles que en tu escala de valores es más importante el esfuerzo e intentar aprender, a que hagan un buen centro. Importa intentarlo, probar y avanzar.
- Sé consecuente con el punto anterior. Cuando cometan un error, alienta el intento, diles que te sientes orgulloso de los que se atreven y toman decisiones.
- Corrige de forma positiva y constructiva, centrándote en lo que tienen que hacer bien, en lugar de lo que tienen que dejar de hacer mal. El cerebro entiende mejor cuando las órdenes se centran en “esto es lo que hay que hacer y de esta manera” en lugar de formularlas en términos “no hagas esto”.
- Enséñales a convivir con la presión, el miedo y la incertidumbre. Enséñales a que sus emociones tienen el valor y el peso que ellos les quieran dar. Puedes hacer un ejercicio basado en el humor. Pide a cada chico que dibuje su miedo, con alguna forma, como la de una nube, una estrella, un monstruo…con boca, ojos y una cara divertida. Que los recorten, y que escriban encima algo así como “soy el miedo de Fran”, y que antes de salir a entrenar o a jugar, lo dejen pegado en la pared del vestuario, o dentro del neceser. Es un acto simbólico que nos aleja de las emociones que nos bloquean y nos permite tomar distancia con ellas. No las eliminamos de nuestras vidas, pero decidimos el protagonista que tienen que tener.
- Enséñales a trabajar con estas preguntas:
o ¿Qué quiero?
o ¿Por qué?
o ¿Para qué?
o ¿Con qué?
- Sé consecuente con el punto anterior. Cuando cometan un error, alienta el intento, diles que te sientes orgulloso de los que se atreven y toman decisiones.
- Corrige de forma positiva y constructiva, centrándote en lo que tienen que hacer bien, en lugar de lo que tienen que dejar de hacer mal. El cerebro entiende mejor cuando las órdenes se centran en “esto es lo que hay que hacer y de esta manera” en lugar de formularlas en términos “no hagas esto”.
- Enséñales a convivir con la presión, el miedo y la incertidumbre. Enséñales a que sus emociones tienen el valor y el peso que ellos les quieran dar. Puedes hacer un ejercicio basado en el humor. Pide a cada chico que dibuje su miedo, con alguna forma, como la de una nube, una estrella, un monstruo…con boca, ojos y una cara divertida. Que los recorten, y que escriban encima algo así como “soy el miedo de Fran”, y que antes de salir a entrenar o a jugar, lo dejen pegado en la pared del vestuario, o dentro del neceser. Es un acto simbólico que nos aleja de las emociones que nos bloquean y nos permite tomar distancia con ellas. No las eliminamos de nuestras vidas, pero decidimos el protagonista que tienen que tener.
- Enséñales a trabajar con estas preguntas:
o ¿Qué quiero?
o ¿Por qué?
o ¿Para qué?
o ¿Con qué?
Y una vez hayan respondido, simplemente, diles que ACTÚEN. Los niños tienen que encontrar su propia motivación para actuar. Tienen que tener un motivo, un sueño, un objetivo que deseen superar. Si encuentran el suyo en lugar de buscar el tuyo, mejor. Eso se llama motivación intrínseca, y es más estable que la motivación extrínseca.
- Emociónate, dales abrazos y sonríe cuando consigan algo que les ha supuesto un esfuerzo, algo a lo que temían. Diles que te sientes orgulloso, que el trabajo y el esfuerzo tienen premio. Diles que ésta es la forma de superarse. Transmíteles tu entusiasmo…a los niños les encanta agradar y sentirse valorados por sus padres y entrenadores.
- Enséñales a hablarse a sí mismos en términos positivos. No dejes que verbalicen “jo, si es que no te sale nada, qué malo eres”. Diles que hay un idioma especial, que ayuda a conseguir objetivos y que uno se sienta bien. Diles que tienen que animarse “va, va, va, puedes hacerlo, lo seguimos intentado”.
- Enséñales a hablarse a sí mismos en términos positivos. No dejes que verbalicen “jo, si es que no te sale nada, qué malo eres”. Diles que hay un idioma especial, que ayuda a conseguir objetivos y que uno se sienta bien. Diles que tienen que animarse “va, va, va, puedes hacerlo, lo seguimos intentado”.
Salir de la zona de confort es educar en ser valientes, es potenciar la creatividad y valores como el esfuerzo por encima de los resultados. Como entrenador tienes una bonita labor en tus manos si eres capaz de sacar ese “luchador” que llevan dentro. Y solo serán capaces de convertirse en pequeños valientes, si tú depositas tu confianza y apoyo en ellos.
Equivocarse no es un error, el error es no dar un paso al frente y limitarte por miedo a defraudar y sentirte mal.
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