Venía feliz tras haber sido parte del momento más glorioso del básquet argentino (la medalla de oro en los Juegos de Atenas 2004), y el ingenio popular lo recibió en las canchas de la Liga Nacional con el hiriente rótulo de “Cebador Olímpico”. En ese entonces, Leonardo Gutierrez ya era el jugador más importante que tenía nuestra competencia interna, y las hinchadas rivales buscaban aportar lo suyo para tratar de evitar que “Leo” los lastimara en la zona pintada o con su ya temible tiro de tres puntos.
Gutierrez había jugado poco en aquella conquista de la llamada “Generación Dorada” del básquet argentino, es cierto, pero todos sus compañeros valoraban su aporte en la intimidad del grupo, como vital para conseguir la química y armonía que los llevó al primer escalón del básquet FIBA. Claro que eso no suele contar para el hincha rival, y a veces, aunque parezca mentira, tampoco cuenta para algunos sectores del periodismo.
“Leo” jugó poco también en Japón 2006 y alguno pensó que su ciclo en la Selección estaba terminado, pero a partir del Preolimpico de 2007 la historia iba a cambiar. Las Vegas lo vio llegar disminuido por una lesión, pero su importancia desde lo anímico en un equipo complicado por la ausencia de las principales figuras lo convirtió en un referente a esperar. El desgarro que había sufrido en la etapa de preparación lo iban a dejar afuera de los dos primeros juegos, pero nadie se animó a discutir su inclusión en la lista. Era uno de los históricos en un equipo que llegaba sin Ginóbili, Nocioni, Oberto, Sanchez, Fernandez, Wolkowyski y Herrmann. Era el mejor jugador de la Liga Nacional… Nadie, en ese momento, lo veía como un buen cebador de mate.
Tiempo atrás, en otro artículo, decía que “El arte de reinventarse o de la autosuperación, es patrimonio de aquellos que, aún sabiéndose buenos, tienen la capacidad y la voluntad para seguir buscando cosas para mejorar”. Ejemplos hay a montones en el deporte mundial y en esa nota mencionaba la metamorfosis que fue sufriendo Michael Jordan a lo largo de su carrera, y recordaba, entre los “terrenales”, a Sebastián Uranga, quien curiosamente fue compañero de “Leo” cuando empezaba a aparecer en aquel glorioso Olimpia de Venado Tuerto. Uranga fue ejemplo en eso de “reinventarse”, y Gutierrez no se quedó atrás, y año a año fue agregándole cosas a su juego cerca del canasto, al punto que hoy uno de sus atributos salientes es el tiro de tres puntos.
¿El porcentaje en los triples es más importante que los buenos mates? Ni ahí… “Leo” le agregó cosas a su juego, si, pero el atributo que lo hace “diferente” no está en su mano para el tiro, sino en lo que aporta desde lo anímico dentro y fuera de la cancha. No juega en la NBA ni en Europa, pero es sin lugar a dudas uno de los referentes que tiene hoy el plantel. Positivo a más no poder para sus compañeros (da igual si salta desde el banco o le toca jugar de movida como ante Australia), pero sobre todo, dueño de una confianza increíble que le permite reponerse de un arranque errático, como el que tuvo sin ir mas lejos en el choque con los australianos. Venía torcido detrás del arco, pero “Leo” toma los tiros convencido, y fallar no le hace mella en su confianza, al punto que es capaz de seguirla tirando hasta que se le abra el aro. Lo hizo contra Australia (5 de 10 en triples), en un Mundial, de la misma manera que lo hace todas las semanas en las canchas de la Liga Nacional.
Personalidad y Convicción. Atributos que lo hicieron importante como para ganarse un lugar en planteles ricos en los que tuvo poca participación dentro de la cancha, como el de Atenas o el de Japón, y que lo potenciaron para seguir creciendo basquetbolística y humanamente hasta convertirse en el jugador y puntal que es hoy por hoy.
Y encima, ceba buenos mates…
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1 comentario:
Los buenos jugadores "no tienen memoria"..este tiro no sabe nada del anterior que pudiste errar...
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