“En los momentos difíciles se ven los
pingos”, reza un
viejo refrán que, por cierto, tiene mucho de verdad. En los momentos difíciles aparecen
los grandes jugadores, los grandes equipos. Pero no se trata de una formula
matemática, porque en las relaciones humanas, siempre hay alguna grieta por donde
se nos puede escapar algo, y más de una vez, ese “Gran Jugador” que debería
aparecer no aparece, o ese supuesto “Gran Equipo” no logra sortear un escollo
que a priori no parece tan duro.
¿Entonces?
Entonces, la primera recomendación es “no prejuzgar” ni dar por sentado que “Fulanito tiene que aparecer”, por el
solo hecho de que es bueno. Sino, ¿cuánto tiempo la Selección Argentina esperó
ver en acción al mejor Messi? “La
Pulga” no lograba manifestarse en la cancha en toda su expresión como lo hacía
en el Barcelona, pero su calidad nunca estuvo en discusión. Messi siempre fue bueno, es el mejor
desde hace bastante tiempo, pero no hace tanto que es el líder de juego o el
factor desequilibrante que esperaba el país futbolero cuando se ponía la casaca
Argentina. Y la culpa, claro, no era de Messi,
sino de que no estaban dadas las condiciones en el entorno, para que el jugador
pudiera desplegar su magia con la misma soltura y confianza con que lo hacía en
su club.
Las
emociones siempre juegan su partido, y aprender a manejarlas no siempre es fácil,
porque el entorno (compañeros, DT, dirigentes, periodistas, allegados, familia)
no siempre juegan como deberían a favor del jugador, y eso termina complicando
la faena del individuo que sale a la cancha. Y si a eso le sumamos que en los
equipos hay suma de individuos con su mundo detrás, no es muy difícil entender
o proyectar por qué algunos Equipos llegan a la meta y otros se quedan en el
camino.
Por eso, el
gran desafío es tomar el control de las emociones, para evitar que la sorpresa
genere impotencia y nos empuje al precipicio en medio del partido / torneo.
La realidad,
deportiva o del entorno, muchas veces nos sorprende, y trabajar para evitar o
anticipar esa sorpresa termina siendo vital para que el deportista (y
obviamente también el Equipo) pueda rendir en su máxima expresión, o al menos
cerca de ella.
De allí que
resulta tan importante aprender a construir una Red de Contención que sirva para proteger la confianza en si mismo,
y en lo que a los planteles respecta, en el compañero y el equipo en general,
para que el núcleo del grupo no se dañe ni detenga su funcionamiento.
Si la Red de Contención funciona, los
avatares o situaciones negativos que siempre se presentan en el camino, no
hacen mella en el jugador / equipo, ya que tiene la entereza necesaria para
reconocer que ese avatar no es el fin del mundo, continuando su camino de
crecimiento aprendiendo del traspié o la situación complicada que le haya
tocado vivir.
Por eso es
tan importante trabajar sobre los cimientos del grupo desde su inicio, fijando
metas, reglas de convivencia y elaborando anticuerpos que permitan que esa “confianza”
esté siempre a resguardo.