Es común, para nosotros los psicólogos, toparnos con
caras de asombro al intentar explicarles a los deportistas la importancia de “abrir la cabeza”.
Muy metidos en lo suyo; tratar de responder a las
presiones y rendir para los profesionales, o de aprender y crecer para los
deportistas en formación; “abrir la
cabeza” suele convertirse en una traba, un foco de distracción o una
preocupación que muchos consideran innecesaria, y por ende, suele quedar para
otra oportunidad.
Abrir la
cabeza no es una práctica esotérica,
tampoco involucra cirujanos y mucho menos intenta distraer o restarle tiempo al
jugador. No lleva mucho tiempo, a veces ni siquiera se necesita de un psicólogo
para hacerlo, y es mucho más sencillo de lo que parece.
En realidad, no se trata tanto de abrirla, sino más
precisamente de no cerrarla.
La mezcla que se da entre el placer de hacer lo que
a uno le gusta (mi deporte favorito), las ganas de rendir a pleno y el volumen
de trabajo que incluye entrenamientos, cuidados y demás, lleva a que muchos deportistas
terminen centrando su vida pura y exclusivamente en su actividad, que en muchos
casos es su trabajo, y que cuando se trata de alta competencia, trae el lastre
de la inserción mediática y el crecimiento desmedido del entorno. Hacer deporte
o trabajar, según el caso, consume todo su día, porque incluso, cuando no estoy
entrenando, estoy viendo partidos, videos o lo que fuere. La persona se vuelve
monotemática y toda su vida pasa a depender de “cómo me vaya en el
entrenamiento, partido, torneo”, dejando todo lo demás (familia, vida social,
otras apetencias personales, etc.) más allá de un segundo plano.
Muchos piensan que eso es lo normal, que la carrera
es corta y que hay que vivirla intensamente, a full, sin reparar que esa
exposición desmedida al estrés no siempre da los beneficios que ellos esperan,
y que a la larga se convierte en “pan
para hoy, hambre para mañana”, ya que cuando se acerca la edad del retiro
empiezan a aparecer crisis y preguntas existenciales acerca de que es lo que
habrá más allá del retiro, por citar solo un ejemplo.
Varios deportistas han reconocido que el apoyo o la guía
de un psicólogo les ayudo a ver más claro cuando se acercaba el retiro, pero…
¿Por qué esperar hasta los 30 para “abrir
la cabeza” hacia nuevos horizontes?
Abrir la
cabeza para saber desde siempre, que la
carrera es corta, pero que vivirla intensamente no implica someterse a
privaciones desmedidas que te alejen de hacer una vida medianamente normal en
lo social o afectivo, o que se puede jugar y estudiar, leer o hacer algo más
que solo entrenar, espiar las redes sociales y mirar partidos y videos.
Abrir la
cabeza para saber que más allá de la
cancha o el gimnasio hay una vida. Que no siempre sos el centro, y que a veces
podés ser acompañante… Que debajo del uniforme del equipo hay una persona que
necesita cuidados, crecer y hacerse fuerte, para que luego el deportista rinda
más; y no al revés.
El apuro pone a chicos muy chicos a caballo de una
ansiedad que suele volverse imposible de controlar, y esa, generalmente, suele
ser la razón que termina quemando talentos en la hoguera de las necesidades de
otros.
Abrir la
cabeza… Puede sonar raro, pero es más fácil
de lo que parece y sirve entre otras cosas para que la persona/jugador pueda aprender
a imponer lo suyo por encima de los impulsos o estímulos que vienen de afuera,
que por sano que creamos que es el deporte, no siempre son tan limpios o
inocuos como desearíamos.
2 comentarios:
Que sorpresa colega al ver que no habían comentarios. Parece que no hay mucha te tendencia a leer. Me parece una buena reflexión, pienso que es un gran aporte ala vida poder detener la carrera y mirarce
Publicar un comentario