lunes, 26 de abril de 2010

Regreso a las Fuentes

Más de una vez te habrá pasado tener un partido para el olvido, de esos en los que no sale una y en los que hasta parece que perdiste tus habilidades básicas. Las frases para graficarlos suelen ser tan crueles como graciosas: “¿te olvidaste las manos?”, “la pateaste”, “tenías los botines cambiados”, y así hasta agotar el ingenio popular.
Y si, somos humanos y no siempre rendimos igual. Hoy entran todas y mañana ni una, hoy no nos pasa nadie y mañana tal vez no paramos ni el colectivo. Los vaivenes son parte de la condición humana, pero así como vienen y se presentan sin avisar como una visita molesta e indeseada, también podemos trabajar para darles salida y volver a meternos en nuestro eje natural. A veces las cosas no salen, y el mayor problema que se nos presenta en ese tipo de situaciones está, obviamente, dentro de nosotros (¿dónde sino?).
El primer escollo a sortear luego de un mal partido es el autorreproche. La mayoría, aunque parezca mentira, parece disfrutar sobremanera del autocastigo, y así nos encontramos horas y horas enredados en una seguidilla de lamentos por las ocasiones desperdiciadas, con el “si hubiera hecho… la historia habría sido distinta”. Todos, en mayor o menor medida, soñamos con ser artífices de algo importante, por es que cuando perdemos y nos toca jugar mal, solemos adueñarnos del centro de la escena haciéndonos cargo no solo de nuestros errores, sino llenando la mochila propia con las fallas de todo el equipo.
Por si esto fuera poco, el entorno tampoco suele ser de ayuda para salir de estos trances. En las competencias cortas, donde compartimos habitación, se suele compartir la sesión de lamentos con el compañero de equipo, potenciando inconscientemente la onda expansiva que nos envuelve. Y la cosa no varía mucho cuando volvemos a casa, porque allí, como nos quieren mucho, generalmente tratan de ayudarnos haciéndonos ver que nuestros errores fueron culpa del entrenador que nos mandó a hacer tal o cual cosa, o de los compañeros que no nos acompañaron como hubiéramos necesitado. Ni hablar de aquellos casos en los que el entorno se pone en exigente, y nos da palos a mansalva, como si uno fuera Maradona, Jordan o Federer, en lugar de un humilde mortal, ¿no?
Por eso es que, en la mayoría de los casos, el entorno, muy a pesar de su buena voluntad, no suele ser el agente contenedor que realmente estamos necesitando, y aunque suene feo, lo que nos hace falta es alejarnos del ruido, para volver a las fuentes.
En definitiva, el que jugó mal fue uno, no el entorno, y la respuesta para dejar atrás el mal trago y volver a retomar la buena senda, no es otro que uno mismo.
Se ve fácil sentado frente el teclado, ¿no? Pero aquí van un par de claves para tratar de forzar ese anhelado reencuentro con nuestra mejor cara luego de un mal partido:
- Autocrítica: sin ella es imposible, primero, darse cuenta de los errores cometidos, y por ende, es difícil saber que es lo que uno debe corregir o cambiar. Pero atenti, la autocrítica debe ser objetiva, nunca descarnada ni feroz.
- Busqueda Interior: Más allá de lo colectivo, el que tuvo la mala noche fui yo, y la respuesta para conseguir una rápida recuperación está dentro mio, por lo que es vital apagar lo antes posible la radio del entorno, para buscar en mi interior la llave para olvidar y reenfocarme con mi mejor cara deportiva. La catarsis o descarga es buena, pero cuando necesitamos recuperarnos rápidamente tenemos que ponerle un límite, porque corremos el riesgo de pasarnos la noche en vela llorando sobre la leche derramada.
- Reenfocarnos: Pensar “si le hubiera pegado así…” o “tendría que haber…” es importante, porque está en el marco de la tan mentada autocrítica, pero una vez encontrada la supuesta falla, hay que trabajar para “volver a ser”, y para ello, hay que dejar atrás la sesión de lamento y autocastigo para dar paso a la reconstrucción.
Para la etapa de autocritica te recomiendo que busques un interlocutor válido, y con esto apunto a que no sirve rodearse de un entorno adulador que te diga que está todo bien y la culpa es de los otros, ni tampoco de compañeros o gente que te tire muy abajo echándote la culpa de todo. Y fundamentalmente, ponele un tiempo, para evitar pasarte de rosca con la sesión de lamento y evaluación, porque eso te consume energía que vas a necesitar para la reconstrucción.
Mientras que para la búsqueda interior y ponerte en foco nuevamente, es tan sencillo como efectivo meterte para adentro y vivenciar situaciones de juego que nos hayan dejado sensaciones agradables: un buen partido, una buena sesión de entrenamiento, un triunfo memorable, lo que más te guste. Podés ayudarte con algún tema músical que te ponga bien o te traiga algún recuerdo puntual relacionado con la actividad deportiva o el momento que estás visualizando, y si lo hacés en una atmósfera tranquila (recostado tal vez) y luego de un par de minutos de relajación (con bajar el ritmo de la respiración alcanza) mucho mejor.
Solo es cuestión de intentar…

martes, 20 de abril de 2010

lunes, 19 de abril de 2010

Responsabilidades Compartidas

Cuando las cosas no salen y los resultados no se dan, el foco de las críticas recae sobre los Entrenadores, quienes suelen ser el fusible en las situaciones de crisis. En la Argentina, el fútbol es el ejemplo más claro al respecto, donde los despidos y renuncias están a la orden del día, pero podríamos decir que esta modalidad o costumbre se ha trasladado a todos los deportes profesionales, con el básquet a la cabeza.
En esos momentos de crisis, en los que el DT de turno está en el ojo de la tormenta, los jugadores suelen salir en defensa del su “Jefe”, haciéndose cargo del mal momento declarando, palabras más palabras menos, que la responsabilidad es de ellos, que son en definitiva quienes salen a la cancha. Y a decir verdad, en parte, no les falta razón, pero solo en parte eh…
Los jugadores son los que salen a la cancha, y hacia ellos van dirigidas las quejas de los hinchas y las reprimendas de su propio Entrenador, y cuando alguno o algunos no están en sintonía con lo que pretende, terminan “pagando” saliendo del equipo.
Pero en toda organización que se precie hay un orden vertical, y en ese orden vertical, si los jugadores juegan mal o no responden a las consignas, el DT se lleva para si la responsabilidad de no hacerse entender, manejar mal el grupo humano o, sencillamente, haber fallado en la selección de personal, en aquellos casos en los que tenga la posibilidad de reclutar o conseguir refuerzos.
Repasando entonces, cuando los resultados no se dan, el jugador paga sentándose en el banco de suplentes o a veces hasta perdiendo el contrato; y el entrenador lo hace directamente con el despido. Pero hablábamos de la organización vertical, y siguiendo la línea ascendente, en el escalón superior están los dirigentes (o el manager en el caso que lo hubiera), quienes son responsables directos de la elección del entrenador y de aprobar sus pedidos en materia estructural y fundamentalmente en lo que hace a la contratación de jugadores.
En consecuencia: el marche preso tendría que ser para todos, pero en la Argentina nuestra de cada día, siempre el hilo se corta por lo más delgado, y salvo honrosas excepciones, no hay castigos ni reprimendas para aquellos que están en el punto más alto de la pirámide de mando.

¿Soluciones? Y… Si te gustan la magia y crees en las brujas, lo mejor es consultar la bola de cristal. Pero si sos del mundo terrenal, las recomendaciones pasan por algunos ítems que, por comunes, solemos olvidar a la hora de tomar decisiones:
- Tomar Distancia: Decidir encima de los hechos o con las pulsaciones a mil no suele ser recomendable y a veces, por más que la realidad sea apremiante, el consejo de “contar hasta diez” o mirar desde otro ángulo puede ayudarnos a evitar una mala elección.
- Mirada Amplia: En términos futboleros, al jugador se le pide siempre que levante la cabeza, pero a la hora de tomar decisiones los encargados suelen agacharla y encarar para adelante en lugar de tomarse un tiempo prudencial para escuchar opiniones de gente experimentada o especializada.
- Buscar Información: Cuando decidimos apresuradamente no hay tiempo para evaluar ni para escuchar opiniones, y mucho menos para recabar la información necesaria para apoyar esa decisión. En el deporte, muchas veces se elige un jugador o un entrenador por la chapa o por algunos antecedentes, pero no siempre se hace una evaluación profunda de características personales o profesionales que terminan siendo decisivas para la consecución de resultados positivos.
Así, nos encontramos con un DT que en un primer ciclo nos dio resultados brillantes y apenas un par de años después no le encontró la vuelta al equipo y se tuvo que ir por la puerta de servicio del club en el que fue ídolo; o con jugadores que la rompen en un club y terminan fracasando en otro porque no consiguieron adaptarse a las exigencias y necesidades de otra institución. A veces esto se da por obra y gracia de la casualidad, pero la mayoría de las veces, una buena investigación podría habernos aportado datos que nos hubieran permitido pronosticar con mayor certeza si ese DT que fue tan bueno está en condiciones de repetir lo hecho con este plantel o en este momento particular, o si aquel jugador que en el Club X la rompía, está en preparado para dar el salto.
- Tener Claro el Horizonte: Si los dirigentes tienen claro el Proyecto el camino está allanado, ya que las posibilidades de conseguir un Gerente (Entrenador o Jefe de Equipo) adecuado a sus metas será mucho más fácil; ya que no es lo mismo un “Bombero” que venga a motivar para salir del pozo, que un especialista en potenciar o bancar jugadores de las inferiores, o un DT Jerarquizado para llevar adelante un equipo poblado de figuras, por citar solo algunos ejemplos. Muchas veces, los encargados de tomar las decisiones no tienen muy claro cual es su horizonte, y terminan eligiendo al tun tun un Gerente a quien le dan potestades ilimitadas para que los saque del paso, y esas son generalmente las decisiones que se terminan lamentando.
Los éxitos y los fracasos, en un equipo, son producto del trabajo mancomunado de todos aquellos que lo componen: dirigentes, cuerpo técnico y jugadores, y las grietas que llevan al fracaso empiezan a resquebrajar las estructuras cuando, en lugar de apoyarse unos a otros, cada uno empieza a jugar su propio partido.

lunes, 12 de abril de 2010

Formando el Equipo

Una de las corrientes psicológicas más importantes (la Gestalt) tiene un axioma que debería ser la base de todo equipo deportivo, en los que más de una vez, llevados por la vorágine del día a día o de la competencia, se dejan de lado los principios básicos privilegiando inconscientemente los intereses individuales. El mismo reza que “el todo es mas que la suma de las partes”
En criollo, y llevado a la cancha, esto quiere decir que “el equipo es mucho más que la estricta suma de sus individualidades”, porque además de ese matemático uno mas uno, hay que tener en cuenta la química, energía u onda que se mueve en derredor del equipo. Y más de una vez, esa química es la que gana partidos y campeonatos, por encima de planteles costosos y ricos en figuras.
Ahora bien, la famosa química puede darse como algo natural si todos pegamos onda y nos llevamos bien, pero también se puede construir, alimentar y trabajar en aquellos casos en los que no haya un grupo base con una afinidad especial.
Las claves pasan por cosas que, por tan sencillas, algunas veces quedan de lado, como por ejemplo establecer un objetivo o meta clara y alcanzable”. Cuando el objetivo es difuso, o no existe una meta clara, el grupo suele perder el rumbo, porque en los momentos difíciles o neutros cada uno tira para su lado.
Otro ítem fundamental tiene que ver con “poner pautas claras de convivencia”, porque a partir de ellas se establecen límites que le dan fisonomía al grupo. Estos límites no tienen que apuntar necesariamente a un régimen militarizado, sino a dejar claro que es aceptable o correcto en la vida del grupo y que no lo es, para evitar los “yo pensaba que…” una vez que se alteró el órden o el clima por una conducta fuera de lugar.
Dentro de ese “fijar pautas”, es de vital importancia, para evitar malos entendidos, que el Entrenador sea claro respecto a qué pretende de su plantel y, por qué no, de cada jugador en particular, ya que más de una vez nos encontramos con jugadores que pierden el puesto y no saben que tienen que hacer para recuperarlo, o jugadores que ante una situación adversa levantan sospechas o incertidumbres innecesarias, que generan dentro del grupo un clima espeso que va enrareciendo las relaciones internas.
Si hay un objetivo común claro y definido y pautas de convivencia y trabajo bien establecidas, está todo dado para que el Grupo de por si solo el paso decisivo hacia la anhelada formula de la “Química”: el desarrollo de una cultura solidaria que permita que la energía del grupo se vaya retroalimentando.
La cultura solidaria en pos de un objetivo en común es lo que posibilitará que todo el plantel tire para el mismo lado poniendo el equipo por encima de los intereses personales, lo que a su vez permitirá que todo el grupo (titulares, suplentes, jugadores experimentados y jóvenes) esté igualmente motivado y listo para saltar a la cancha cuando la situación así lo amerite.
No es tan difícil, ¿no?

lunes, 5 de abril de 2010

¿Y Ahora?

El mundo del deporte, por su contenido visceral – pasional, suele estar propenso a creer en las soluciones mágicas.
Muchos deportistas aún creen que ayudan a la suerte con conductas como usar el mismo slip, no lavar las vendas, pisar primero con el pie derecho, persignarse, etc; y que esos rituales pueden ser decisivos para el resultado del partido o para determinar su rendimiento en tal o cual juego. Otros creen que ir a Luján (aunque no crean en Dios y lo hagan como mera excursión) puede ayudar a conseguir ayuda divina; y ni hablar de aquellos que esperan que un zapatazo mágico rompa el maleficio que hace jugar mal al equipo y lo devuelva a la senda del éxito. No me diga que no hay millones de hinchas de Boca que, pese a que ven como juega el equipo, no sueñan con que un tiro libre de Riquelme se cuelgue de un ángulo y convierta a la calabaza que navega en los puestos del fondo de la tabla en una carroza que los lleve hacia la gloria. En la vereda de enfrente, los fanas de River, también conscientes de la realidad del equipo de Astrada, no paran de soñar con un Ortega titular que a fuerza de gambetas los despierte de la pesadilla. Los de Racing se hacen la señal de la cruz cuando piensan en la estatua de Merlo, y los de San Lorenzo… En fin…
Magia… El hincha quiere acostarse a dormir y despertar en una realidad más favorable. Y nadie puede cuestionarlo. Pero… ¿Qué pasa con los protagonistas?
De una manera u otra, todos aquellos que pasamos por una situación desagradable soñamos con una varita mágica que nos saque del trance, pero sabemos que las hadas solo habitan en los cuentos, y que las soluciones a nuestros problemas están en nuestro interior.
El jugador no va a encontrar puntería, destreza, talento o seguridad en una prenda o amuleto, sino en su convicción y capacidad de trabajo. Y con el entrenador o el dirigente pasa lo mismo. Las soluciones mágicas no existen. Los éxitos se construyen con trabajo y decisiones acertadas, y para tomar decisiones acertadas es vital tomar distancia de los apasionamientos que nos ponen las pulsaciones a mil, ya que eso es lo que nos impide pensar con claridad.
Si algo no funciona bien, es porque está mal armado, no porque hay un conjuro mágico que nos está torciendo el camino.
Mirar las cosas en perspectiva, y desde distintos ángulos es una de las llaves que nos permitirá encontrar la solución a nuestros problemas. Y para eso, es primordial tomar distancia y salir al menos por un rato del circulo vicioso en el que nos terminamos metiendo. El ser humano tiende siempre a repetir conductas cuando las cosas salen bien (“si algo sale bien, para qué cambiarlo”, ¿no?), e inconscientemente, ese patrón de conducta también lo llevamos aquellos momentos en los que las cosas salen mal, por lo que a una Acción A le sigue una B, y a una B otra C, a la C la D y asi sucesivamente, sin medir que en el camino, la Acción A, o la B, no fueron acertadas, y a partir de allí se encadenaron, una tras otra, situaciones que no hicieron otra cosa que potenciar ese error. Nadie, en medio de la vorágine, paró la pelota y miró el panorama con tranquilidad buscando una opción mejor. Le pasa al jugador, que pese a que está perdiendo sistemáticamente con la defensa rival desperdiciando su potencial ofensivo, sigue probando con la misma receta sin detenerse a buscar una variante. Le pasa al DT que sabe que su equipo está fallando en un determinado aspecto del juego y que busca la solución desesperadamente en los cambios de nombres en lugar de tratar de ver que es lo que está pasando en la intimidad del grupo. En términos prácticos y fáciles de contextualizar: Difícilmente los problemas de la defensa de Boca se arreglen con un refuerzo, colgando a un histórico o moviendo piezas indiscriminadamente de un partido para otro. El problema, evidentemente, está más allá de lo táctico, porque sino no se entiende que todos los que juegan en la línea de fondo xeneize cometan errores que cuestan partidos. Tampoco hay que buscar el problema en algún conjuro mágico.
Algo parecido le pasa a este River que no logra encontrar el camino, y el ejemplo vale para cientos de grupos de diferentes deportes, incluso para aquellos deportistas que pese a no jugar en equipo (tenistas, atletas, golfistas), en algún momento de sus carreras sienten que están cayendo en picada y no encuentran la palanca o perilla que frene esa caída.
Mucha gente piensa que “es necesario tocar fondo para empezar a salir a flote”, y créanme que no es tan así. No es necesario llegar a tal extremo. En esos momentos, lo que hace falta, en términos futboleros, es tener la capacidad para parar la pelota, levantar la cabeza, ver cómo están parados nuestros compañeros y que es lo que está planteando la defensa rival, para a partir de allí encarar la estrategia que nos lleve al gol. En otros deportes, el DT tendrá la chance de pedir un minuto o tiempo muerto para tratar de marcar un nuevo rumbo. Pero en ambos casos, será primordial que aquel que tenga la posibilidad o actitud de parar la pelota o pedir el tiempo muerto (jugador, entrenador, dirigente), se despoje por un instante de pasiones, sentimientos de encono, temores, o pensamientos mágicos; porque solo así podrá tomar distancia, elevarse por encima de la situación problemática y observar mejor que es lo que está pasando y cuál o cuáles son las fallas o los errores que se están cometiendo.
No hace falta tocar fondo para encarar el camino de regreso a la buena senda, solo hay que tener la valentía para parar la pelota, tomar distancia, observar lo que está pasando con objetividad, asumir los errores cometidos y tomar las decisiones que hiciera falta.
Vamos, no es tan difícil… ¿Cuántos equipos han resurgido a mitad de campeonato? ¿Cuántos partidos se dieron vuelta en un descanso o un tiempo muerto? Solo hay que saber mirar y tener la valentía de cambiar…