lunes, 23 de febrero de 2015

Las Excusas No Se Televisan

La frase es vieja, conocida y viene a cuento de una mala costumbre que solemos ver seguido en la comunidad deportiva: buscar excusas o razones mágicas para justificar una derrota o un mal desempeño.
En  el mundo deportivo todavía siguen fuertemente arraigadas creencias que responsabilizan a la suerte o factores mágicos por gran parte de sus resultados. Echarle la culpa a la suerte es, en primer lugar, deslindar gran parte de tus responsabilidades en lo que esta sucediendo  o estas produciendo. Ante una racha negativa, se suele escuchar la archiconocida frase “estamos orinados por un elefante”, y si bien la sentencia tiene mucho de folclórico, lo cierto es que generalmente suele servir de paliativo para el dolor que nos provoca la derrota, y es sabido que los paliativos son, solamente, paliativos.
Curan o calman un  síntoma, en este caso el dolor que causa perder un juego o una mala actuación, pero difícilmente ataquen la verdadera causa que nos puso en la incómoda situación que estamos viviendo. Perdemos, nos duele, le echamos la culpa al pobre elefante, al mufa que nos vino a ver o vaya a saber a que más, y damos vuelta la página.
En el deporte hipercompetitivo y profesionalizado de hoy, yo prefiero esa frase que dice “cuanto más entreno, más suerte tengo”. Yendo al extremo, pero siguiendo esta línea, prefiero pensar que un tiro en el palo no  es mala suerte, sino mala puntería.
En definitiva, soy yo el que sale a la cancha, ¿no? ¿A que se debe entonces tanta necesidad de compartir las culpas de una posible mala actuación con algo esotérico, fortuito o ajeno a mi? Si me preparo bien, voy a tener más posibilidades de jugar bien, y por ende  de alcanzar los resultados anhelados. Pero si me preparo mal…
El deporte está muy lejos de ser un juego de azar. Para alcanzar resultados hay que trabajar, cuidarse y, sobre todo, crecer. Como todo en la vida, el deportista que evoluciona es aquel que aprende y adapta eso que le enseñan o transmiten a su realidad personal para hacerlo cien por ciento productivo. Si pierdo, si juego mal, seguramente es por algo que no hice tan bien en el camino de preparación. ¿El rival jugó mejor? Si, el también se prepara, tal vez tiene mayor potencial y por ende, a igual preparación, suele ganar el mejor. ¿Por qué meter en el medio al pobre elefante, la pata de conejo o lo que fuera? Pensar en factores externos o esotéricos solo atenta contra tu seguridad, y siempre decimos o escuchamos que para jugar bien o rendir hace falta actitud, determinación, convicción y demás, ¿no?
Entonces…

Si algo sale mal o no está saliendo como deseabas o soñabas, en lugar de pensar en fuerzas extrañas, metete para adentro y fijate que estás haciendo mal, o no tan bien, o que podés cambiar para empezar a torcer esa historia. Porque en definitiva, DEPENDE DE VOS, y de nadie mas.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Motivación en Problemas

Uno de los problemas recurrentes en el mundo deportivo de estos tiempos, tanto en la alta competencia como en el deporte formativo, es la falta de motivación. El deportista, de diferentes niveles, suele manifestar que le cuesta encontrar el punto de motivación adecuado para salir a la cancha (“a veces estoy bien y otras no”), o para ir a entrenar, que en definitiva no es otra cosa que “hacer su trabajo”, cuando se trata de deportistas profesionales, o de “hacer lo que les gusta”, cuando se trata de chicos.
El juego se ha vuelto deslucido, con predominio del factor físico sobre lo técnico o creativo, y es común escuchar que “antes se jugaba mejor, más lindo o lo que fuera”, y no se trata de una afirmación de aquellos que dicen que “todo tiempo pasado fue mejor”, sino de una apreciación objetiva, que tiene relación directa con la motivación que el deportista pone para entrenar o jugar.
El problema, por llamarlo de alguna manera, es más fácil de resolver de lo que parece, ya que si el chico/a elige un deporte, se supone que la tarea que está realizando es placentera (lo divierte), y siendo así no habría motivo alguno para que no disfrute practicarla. Y disfrutando, seguramente podrá dar rienda suelta a su costado creativo, asumir riesgos y desarrollar mejor su tarea dentro de la cancha, el ring, el agua o donde quiera que se lleve a cabo aquello que ama practicar.
Es que en definitiva, se trata de un juego. De chiquitos no jugamos al fútbol, jugamos a la pelota, y jugar a la pelota es divertido, ¿no? ¿En que parte del camino se quedan esas ganas de jugar, arriesgar, divertirse? Alguno responderá rápidamente que se van en el momento que eso se vuelve un trabajo o cuando aparecen las presiones. Pero lo cierto es que hoy en día, cada vez son más los chicos y chicas que no rinden como podrían hacerlo de acuerdo a sus condiciones, porque salen a competir o entrenar con la imaginaria y pesada mochila de la presión, sea cual fuere su edad. Rendir bien se hace imprescindible para “no defraudar” (al entrenador, padres, amigos, etc.), y cuando el rendimiento baja, entrenar suele hacerse más duro o cuesta arriba, y cuando se entrena mal o no tan bien, después, inevitablemente, se hace difícil rendir en plenitud, y así sigue la rueda…
Parece un callejón sin salida, pero es parte de la problemática en la que están metidos los jóvenes deportistas de estos tiempos. Se forman así, casi sufriendo cuando los resultados no se dan de acuerdo a lo esperado, y esa malformación (por llamarla de alguna manera) provoca que luego nos encontremos con profesionales o deportistas de alto rendimiento con groseras fallas técnicas, o peor aún, con serios problemas de autoestima, confianza y motivación para encarar el derrotero diario.
La respuesta a cómo salir de ese callejón, habría que empezar a buscarla en preguntas tan sencillas como: “¿Te gusta el deporte que practicás?”, “¿por qué lo haces?”, “¿alguien te obliga a hacerlo?”. Y las respuestas aquí serán, seguramente, que si le gusta, que lo hace porque lo desea, que nadie lo obliga y probablemente que practicar esa actividad o deporte es lo que más lo apasiona en la vida.

El tema es que, por como estamos educados, solemos poner mas el ojo en lo que esta mal que en lo que esta bien, las debilidades sobre las fortalezas, y en ese camino solemos olvidarnos que no hay mayor motivación que salir a entrenar o a jugar. El resto, las metas y los objetivos deportivos, no deberían ponerse nunca por encima del placer que nos da jugar o practicar la actividad que nos apasiona…